“La mina es de los viejos”, apunta Karina Huala, y en ese apodo pícaro hay algo de reverencia por la historia, aun cuando postergó durante tanto tiempo su sueño. Los “viejos” son sus 122 compañeros varones del sector que prepara las galerías en el Yacimiento Carbonífero Río Turbio (YCRT), la única mina activa de carbón de la Argentina anclada entre la cordillera y la meseta de Santa Cruz. Ella es la 123.
La mina es noticia nacional porque después de 80 años modificó un reglamento interno y, sobre todo, se sobrepuso a la superstición, lo que impedía a las mujeres hacer tareas bajo tierra, limitándolas a las oficinas administrativas de la superficie.
“Hace cuatro años le dije a mi jefe que quería entrar a la mina –cuenta Karina–, así que me fui a hablar con los viejos y le dije ‘yo soy la única mujer y quiero trabajar con ustedes. ¿Me van a apoyar?’. Me dijeron ‘calzate el equipo y venite para adentro’. Para los viejos siempre fui un viejo más”.
El trabajo de los viejos y el mito
Karina redactó una nota que fue firmada no sólo por sus compañeros del sector, sino también por varones de otros departamentos. Más que un capricho, lo suyo era una reparación. A los 18 años empezó a trabajar en la mina, en el mismo sector donde su padre se jubiló. Hoy ella tiene 34. Durante años preparó informes mensuales, controló la asistencia de sus compañeros, era algo así como la secretaria de los viejos. Igual se anotaba en cada curso o capacitación que hubiera para no fallar el día en que finalmente pudiera montarse a una máquina tunelera.
“Tenía toda la teoría, por mi papá prácticamente nací sabiendo lo que era el trabajo en las galerías, lo que era un avance, una demora –remarca–. Me conocía de memoria el funcionamiento de la Dosco R130, de la M50 que tiene un brazo de corte que va haciendo el túnel, sabía lo que costaba el trabajo de los viejos”.
Karina solo podía darse el gusto cada 4 de diciembre, día en que la virgen Santa Bárbara, patrona de los mineros, extiende su manto protector por el cerro y las mujeres, asociadas a la tragedia, pueden recién bajar a los túneles. El mito cuenta que una mujer entró a buscar a su marido que había quedado atrapado en la mina, pero un nuevo derrumbe la dejó también adentro. Desde entonces, la viuda –convertida en alma errante por las galerías subterráneas–, se pone celosa al ver a otras mujeres.
La exclusión se mantuvo desde la época de la Segunda Guerra Mundial con la apertura de la primera mina bajo la consigna del autoabastecimiento de carbón. Así hasta estos días, cuando el interventor de YCRT, Daniel Peralta, y su esposa Gabriela Peralta, al frente del Consejo de Políticas Públicas de Género, decidieron dejar sin efecto la Ley Nº 11.317 y el Decreto Nº 2.699 que prohibían tareas peligrosas o insalubres para mujeres, entre las que figuraba el trabajo subterráneo. “La emoción de poder entrar a la mina es algo difícil de explicar –acota Karina–. Me encanta mi trabajo, y a mi sector lo siento muy adentro, lo llevo en la sangre”.
Por todas
Belén Millanahuel –39 años, nacida y criada en Río Turbio, con padre, hermano, tío y cuñado que trabajan o han trabajo en la mina– está acostumbrada a que los hombres sean más. En el colegio industrial donde estudió eran solo tres mujeres. “En la mina fue un poco más de lo mismo. Soy la única mujer que participa en ciertos niveles y tuve que ganarme ese lugar. Si me quedaba esperando, si no avanzaba, si me achicaba iba a quedar relegada”, subraya.
Ahora, como jefa del Departamento de Seguridad Industrial de la mina, tiene a su cargo a un séquito de varones que debieron ser sus ojos: “los tenía que dirigir desde afuera, y ellos me mantenían al tanto de todo. Me sé de memoria el plano completo de la mina, pero no podía verlo”.
El jueves 19 de octubre de 2023 quedará marcado en la historia de YCRT como el día –sin ser Santa Bárbara– en que las mujeres entraron por primera vez a la mina. Fueron cuatro: además de Karina y Belén, quedarán como pioneras Beatriz Paz, del área de Enfermería, y Vanina González, chofer de camiones.
“Estaba esperando este momento –reflexiona Belén–. Me sumaba a todo lo que podía hacer en el sentido de la apertura hacia nosotras. Veía que la derogación de la ley estaba cerca, pero faltaba la decisión política y empresarial. Por suerte esta intervención se abocó a la parte de género y equidad, y fue de la mano con todos los avances que se vienen dando en el país. Soy la única mujer en Seguridad y siento una gran responsabilidad porque muchas mujeres pelearon antes que yo por esto. Nosotras somos las que pudimos cumplirlo, demostrar que podíamos hacerlo, y sentimos que ese honor le pertenece a todas las que lucharon por este lugar”.
Claves para desmasculinar la industria minera
Según un informe de Fundar, las mujeres ocupan solo el 13% de los puestos de trabajo en la minería metalífera de la Argentina. De acuerdo a un relevamiento de la organización dedicada al estudio, la investigación y el diseño de políticas públicas “una porción menor de esos nuevos puestos serán ocupados por trabajadoras. Deberemos esperar 15 años para que las mujeres lleguen a componer al menos el 30% de la fuerza laboral minera. El crecimiento del sector necesita políticas de género activas”.
“Para catalizar la equidad –remarca el estudio– es necesario entender qué obstáculos la frenan y qué oportunidades observamos en experiencias actuales para revertirlos”. En ese sentido, remarca, “hará falta estimular la formación técnico-profesional de las mujeres para sortear las brechas de capacitación que dificultan su inserción. Y desarrollar políticas y apoyo en el cuidado infantil y familiar para aliviar los desafíos que enfrentan las trabajadoras de la minería en equilibrar sus responsabilidades en el hogar con el trabajo en los yacimientos”.