No son épocas fáciles para el hábitat y el habitar en la Argentina. Mientras lea estas líneas, más de un lector o lectora estará atravesando el proceso de renovación de su alquiler, con aumentos superiores al 100% anual. El famoso «mercado» lo atribuye a la Ley de Alquileres, que en realidad representaría un ahorro para el inquilino/a, si no existieran precios dolarizados, el «efecto Airbnb», la falta de control estatal y la especulación con los inmuebles en un país con una inflación mensual del 6 al 8 por ciento.
En el medio, el tema vivienda curiosamente se metió en algunos discursos de campaña. Desde distritos del conurbano donde se proponen crear inmobiliarias municipales para administrar terrenos e inmuebles y destinarlos al público más necesitado, hasta el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quien anunció esta semana que si llega a presidente avanzará con una nueva línea de créditos hipotecarios, con cuotas que no aumenten más que el salario. Un proyecto similar se presentó en el Congreso hace pocas semanas. Los representantes de su espacio votaron en contra.
Justamente en la ciudad que gobierna se vive una emergencia habitacional que durante su mandato solo creció aún más. Intentaré no aburrir con números: en CABA hay un 8% que vive en hogares hacinados, más del 40% alquila, y hay al menos 304 mil viviendas ociosas, sobre un total de 1.500.000 que pueblan el distrito. En los últimos 10 años, la proporción de viviendas propias se redujo un 8%. Detrás de las cifras hay personas, historias, angustias. Víctimas invisibles.
La cantidad de habitantes se mantiene similar desde hace décadas. ¿Por qué entonces más y más torres de lujo? ¿Para quién? Regular la construcción o crear un impuesto a los inmuebles vacíos no figura en las plataformas de los partidos mayoritarios. Ningún precandidato lo anuncia a viva voz. Sería espantar al «mercado».
El que curiosamente pareció apuntarle con sus palabras a Larreta fue el precandidato a jefe de gobierno por su propio partido, Jorge Macri, que esta semana aseguró: «El Código urbanístico pone en riesgo a los barrios residenciales, hay que revisarlo». Nada dijo de que en la ciudad que gobernó hasta hace pocos meses, Vicente López, su gestión contó con más de 500 excepciones inmobiliarias para permitir la construcción en altura en zonas donde no se podía.
El modelo de torres sin control a costa del patrimonio urbano y arquitectónico de la ciudad (como si las piezas clásicas fueran un lastre que hay que sacarse de encima en nombre del «progreso» y la «construcción dinamizadora») ya no es solo de la Capital Federal. Ya es for export. El mayor ejemplo hoy es Mar del Plata, como da cuenta la apertura de Información General de esté número de Tiempo. No solo caen como víctimas numerosos chalets y hoteles clásicos, sino que en muchos casos se mantienen, pero solo sus fachadas. Detrás, o a sus costados, se erigen enormes torres. Taxidermia patrimonial. Un fenómeno que ni siquiera trae beneficios habitacionales. El distrito aumenta los inmuebles vacíos y crece la población en emergencia de vivienda.
Es espejo y reflejo de la Argentina de hoy, donde tratando de complacer al mercado se profundizan las desigualdades, sin casi aparecer alguna solución o propuesta superadora en la contradictoria y aletargada clase política, a la víspera de unas PASO con final abierto, como el de una vivienda sin terminar.