A los bronceadores o protectores se los suele encontrar en el sector perfumería. Sin embargo, están lejos de ser algo relacionado a la estética. Y en verano, con los precios que explotan junto al calor, el riesgo de no usarlos se potencia. La protección de la piel frente al sol es un problema de salud pública, sobre todo si se tiene en cuenta el valor (inaccesible para la mayoría) de los productos y el crecimiento de las enfermedades de la piel. Especialistas remarcan que “hace tres décadas se incrementan las afecciones por efectos del sol”. Educar y concientizar en la prevención de los rayos ultravioletas (UV) se vuelve urgente. Pero los costos no ayudan. Mientras, los proyectos que buscan regular los protectores naufragan cada año en el Congreso.
La radiación UV es un factor de riesgo reconocido para los cánceres de piel, emitida naturalmente por el sol y por algunas fuentes artificiales como las camas solares, según detalla el Instituto Nacional del Cáncer. El Centro Internacional de Investigaciones sobre Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), perteneciente a la Organización Mundial de la Salud (OMS), sostiene que “el 52,8% de los casos de melanoma (principal causa de muerte por cáncer de piel) en nuestro país pueden ser atribuidos a la exposición a rayos UV, lo cual ubica a Argentina entre los países con riesgo medio, en un rango entre el 49,5 y el 76,9%”.
Según ese registro internacional, durante 2020 hubo en nuestro país un estimado de 1731 casos nuevos de melanoma de piel. Para la subjefa del servicio de Dermatología del Hospital Austral de Pilar, Ana de Pablo, la protección de la piel frente al sol “es un problema» para la salud pública. “Sobre todo si se piensa en el gasto que ocasionará tener una persona que requiere biopsias de piel, cirugías y, eventualmente si tiene melanoma; estudios de mayor complejidad como tomografías, resonancias magnéticas y medicaciones biológicas para tratar la enfermedad más avanzada con metástasis”, remarca a Tiempo.
Según la especialista, el cáncer de piel es muy frecuente y tiene una causa directa en la exposición a la radiación ultravioleta (RUV). Su prevención “se basa fundamentalmente con el cuidado para evitar las quemaduras solares y el daño solar crónico, aquí entrarían las camas solares como dispositivos de RUV”. Además, existen otros factores como los genéticos, la exposición al arsénico inorgánico en suelos o las radiaciones ionizantes. Pero exponernos al sol de manera imprudente es el principal tema, aunque desde la salud pública aún no lo hayan priorizado.
Están las acciones que podemos emplear sin costo se puede mencionar: no estar bajo el sol entre las 10 y las 16, buscar la sombra, uso de ropa, sombrero y anteojos. En verano, con playa, montaña o pileta, esto se complica. Ahí hacen su aparición los protectores solares como principal medida de prevención.
Para de Pablo, integrante del Comité Coordinador de la Campaña Nacional de Prevención del Cáncer de Piel que organiza la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD), “sería deseable que el Estado proveyera protectores, pero hay prioridades cuando se distribuyen los recursos”. Y ofrece posibilidades, como por ejemplo establecer criterios de provisión “a pacientes de alto riesgo con historia personal o familiar de melanoma, niños en zonas carenciadas que hacen actividad física al aire libre en horarios no convenientes; a personas con enfermedades que se activan al exponerse a la luz como el lupus eritematoso sistémico”.
Los productos solares varían su valor según la marca y la protección, pero con una base de factor 30, los precios comienzan en los 2300 pesos. Las y los especialistas recomiendan usar marcas reconocidas (nacionales o extranjeros) que sean de amplio espectro. En el envase deben decir que cubren FPS (factor de protección solar, o SPF en inglés) de 30 o más; contra RUVB y RUVA, preferentemente resistentes al agua (en especial para niños o si se practican deportes). Su precio inaccesible para muchas personas viene siendo un problema en los últimos años. Ya en el verano de 2020 la SAD alertó que por los constantes aumentos, había disminuido su uso: sólo cuatro de cada diez argentinos lo utilizaron todo el año. Menos del 70% en época estival.
Ariel Sehtman, de la división de Dermatología del Hospital de Clínicas, enfatiza que los protectores solares deben tener «por lo menos» desde factor 30 para arriba, con protección de radiaciones ultravioletas A y B, “y lo importante es que la persona se lo coloque media hora antes de la exposición solar todos los días del año, para crear hábitos; porque el sol no discrimina si vamos al banco o a la reposera en una playa”. Según estimaciones, las personas recibieron en sus primeros 20 años de vida entre el 40 y 50 por ciento de la dosis acumulativa de radiación UV de su vida. Las recomendaciones oficiales apuntan a visitar al dermatólogo los meses de octubre y noviembre, antes del comienzo del verano, para que prescriba el protector solar según el tipo de piel del paciente.
La titular interina de consultorios externos de Pediatría del Clínicas, María Gabriela Gandolfi, explica que “la radiación ultravioleta es una parte de la luz solar que llega a la superficie terrestre. La tipo A es la que se relaciona con el fotoenvejecimiento (arrugas, manchas en la piel) y la UV tipo B es responsable del enrojecimiento, las quemaduras solares y el cáncer de piel. La existencia de la capa de ozono en la atmósfera es fundamental, ya que filtra gran porcentaje de la radiación UVB y en menor medida la UVA”.
Cuando las infancias mayores a 6 meses están al sol deben tener una remera preferentemente de color oscuro, un gorro o sombrero de ala ancha para cubrir cara, orejas y gran parte del cuello, y anteojos de sol con filtro solar para proteger los ojos y zonas perioculares. Y, desde ya, hidratación permanente.
Ana de Paulo recuerda los efectos a corto plazo de los rayos del sol en la piel si no se siguen las recomendaciones: “puede producir quemaduras como enrojecimiento o formación de ampollas, sequedad de la piel; si se toma alguna medicación fotosensibilizante, como diuréticos o antibióticos, se puede producir una reacción localizada o generalizada”. Sin la protección adecuada, el sol puede desencadenar ciertas enfermedades o agravarlas, como las autoinmunes: el lupus eritematoso sistémico, dermatomiositis, porfirias. “A largo plazo produce un envejecimiento prematuro de la piel con manchas, arrugas y la piel se pone más fina; o el desarrollo de lesiones precancerosas. La más frecuente es la queratosis actínica; la aparición de más lunares y cambios en ellos, y finalmente, el desarrollo de cánceres de piel”, detalla.
El carcinoma basocelular (CBC) es el más común, está en el 75% de los casos de cáncer de piel. No es el más riesgoso, pero puede ser localmente agresivo y destructivo (se asienta fundamentalmente en la cara). Pero otros como el melanoma, no tomados a tiempo, tienen riesgo de vida. No faltan razones –se ve– para que algo tan básico y esencial como cuidarnos del sol pase a ser una política pública de salud.
Qué es el melanoma y la importancia de detectarlo a tiempo
El melanoma es el principal causa de muerte por cáncer de piel: en el 70% de los casos aparece sobre piel sin lesión previa, y el resto sobre un lunar. Por eso especialistas recomiendan el autoexamen y llevar controles dermatológicos anuales para su detección temprana.
Ana de Pablo, del Austral y de la Sociedad Argentina de Dermatología, aseguró que “el melanoma es la principal causa de muerte por cáncer de piel” y se origina en los melanocitos -las células que dan color a la piel- donde se malignizan.
“Se sabe que las personas que tienen muchos lunares tienen más riesgo, aunque no necesariamente serán fruto de la transformación maligna, que se produce por mutaciones en los genes de esas células (ADN) y esto puede ser espontáneo o inducido, en la gran mayoría, por la exposición a la RUV, con antecedente de quemaduras solares múltiples en personas de piel muy clara, rubios, pelirrojos, con muchos lunares, con historia personal o familiar de melanoma”, detalla.
Se deben hacer controles dermatológicos anuales o con la frecuencia que el/la especialista recomiende para verificar si hay lesiones sospechosas. A veces además se realiza una fotografía corporal total o mapeo, con dermatoscopía digital de lunares en personas con muchas lesiones y de alto riesgo para un mejor control en el tiempo.
Además, se recomienda el autoexamen una vez al mes para reconocer las lesiones presentes y ver posibles cambios. Hay una regla básica, aunque no se cumple en el 100% de los casos, pero es de utilidad: la del ABCDE (Asimetría de la lesión-una mitad distinta a la otra–; Bordes que deben ser regulares en lesiones benignas; Color –más de un color orienta a lesión sospechosa–; Diámetro mayor a 6 milímetros; Evolución/elevación –cambios en el tiempo–).
En la página cancerdepiel.org.ar se pueden visualizar ejemplos y forma de realizarlo.
Doce intentos de ley para que las prepagas lo cubran en sus PMO: ninguno prosperó
Desde hace más de una década, se propusieron al menos 12 proyectos en el Congreso de la Nación que pugnaron por lograr que las obras sociales y prepagas cubran en su Programa Médico Obligatorio a los protectores solares de factor 30 en adelante. Ninguno fue aprobado.
Algunos propusieron que el empleador suministre los elementos necesarios a los trabajadores que desarrollen tareas a la intemperie. Otros apuntan a que las prepagas deban cubrir los productos «con prescripción médica». Uno es específico «para los pacientes con vitiligo”. Casi todos resaltan la necesidad de «campañas permanentes en los medios, y la importancia de una consulta dermatológica anual”. En la Legislatura porteña sumaron la colocación dispensadores gratuitos de protector solar en plazas y parques. Ofelia Fernández propuso considerar a los protectores solares como un medicamento y no como un producto cosmético, además de promover su acceso gratuito para personas con patologías que requieran protección solar. Como el resto, no logró que lo traten.
Consejos
La ANMAT apuntó que «el 80 % de los daños causados por el sol ocurren antes de los 18 años». Y realizó recomendaciones sobre el protector solar: aplicarlo 30 minutos antes de estar bajo el sol; hacerlo incluso los días nublados; renovarlo a las dos o tres horas; no exponer directamente al sol a menores de un año. Y tener cuidado con las camas solares que pueden emitir radiación ultravioleta con una potencia hasta 20 veces más intensa que la del sol.