En un mundo donde una persona muere de hambre cada cuatro segundos, se desperdician alrededor de 2.250 millones de toneladas de alimentos al año. Así de crueles son los dos datos. El primero surge de una denuncia de más de 200 ONG internacionales, que fue presentada ante la Organización de las Naciones Unidas días atrás. El segundo se desprende del último trabajo de estudio del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), difundido en el marco del Día Internacional de la Conciencia por la pérdida y el desperdicio de alimentos, que se conmemora el 29 de septiembre.

El informe del WWF, titulado Enviado a la Basura, fue elaborado el año pasado y contempla el desperdicio todos los eslabones de la cadena: en los establecimientos agropecuarios, en los comercios minoristas, en los servicios de alimentación, en los hogares de los consumidores, y las pérdidas que ocurren en las etapas de transporte, almacenamiento, fabricación y procesamiento. El análisis de todos estos procesos da como resultado que, “de todos los alimentos cultivados y producidos, aproximadamente el 40% termina en la basura”.

La estimación previa era de una década atrás e indicaba que el desperdicio de alimentos representaba el 8% de los gases de efecto invernadero (GEI). Sin embargo, los datos actualizados agravan ese panorama y apuntan a una contribución de aproximadamente el 10% de todas las emisiones de GEI. Es decir, casi el doble de las emisiones producidas por todos los automóviles conducidos en los EE.UU. y Europa en un año. Del mismo informe surge que se utilizan unos 4.4 millones de km² de tierras agrícolas y 760 km³ de agua para producir el alimento que luego nadie come y se tira.

“Más de 800 millones de personas en todo el mundo se van a dormir sin tener cubiertas sus necesidades básicas de alimentación y, si vemos la situación en nuestro país, alrededor del 30 % de niños, niñas y adolescentes sufre emergencia alimentaria. Es incoherente que esto suceda al mismo tiempo que en el planeta se desperdicia el 40% de los alimentos”, planteó Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina, a través de un comunicado. Y agregó: “El informe nos muestra que con la cantidad de comida que termina en la basura se podría alimentar más de 7 veces a quienes hoy no tienen cubiertas sus necesidades básicas alimentarias. Además, junto a los alimentos, se desperdician todos los recursos naturales que se utilizaron para producirlos”.

De acuerdo a esa ONG, si bien varios países están comenzando a desarrollar planes de acción para abordar la pérdida y el desperdicio de alimentos, esas medidas suelen apuntar a la última etapa de la cadena de suministro. Solo 11 de los 192 planes climáticos nacionales (alrededor del 5%) presentados como parte del Acuerdo Climático de París mencionan la pérdida y el desperdicio de alimentos, y Argentina no es uno de ellos, advirtió Vida Silvestre.

Pérdida y desperdicio de comida

“Pérdida y desperdicio son conceptos diferentes que involucran a sectores distintos y, por lo tanto, requieren de acciones específicas para identificar, prevenir y reducir la problemática”, definió Sara Granados, ingeniera agrónoma, ecóloga, especialista en sistemas alimentarios y responsable de la agenda regional de reducción de pérdidas y desperdicios de alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), según consignó National Geographic.

Para esa entidad, la pérdida implica “la disminución en la cantidad o calidad de los alimentos como resultado de las decisiones y acciones de los proveedores en la cadena alimentaria” y tiene que ver con “cualquier alimento que se descarta, incinera o desecha de otra manera a lo largo de la cadena de suministro desde la cosecha, sacrificio o captura hasta el minorista, pero excluyendo a este nivel”. En tanto, el desperdicio implica la disminución en la cantidad o calidad de los alimentos como resultado de las decisiones y acciones de los minoristas, proveedores de servicios alimentarios y consumidores.

En cuanto a pérdida, “generalmente los que más se desechan son productos frescos como frutas, verduras, pescado, cereales o granos y la mayor cantidad de pérdida se origina en la escala de postcosecha», planteó la especialista de la FAO. Datos generados por ese espacio en 2019 apuntan a un 11% de pérdida en Latinoamérica y un 14% en el promedio a nivel mundial.

Al mismo tiempo, el Índice de desperdicio de alimentos 2021, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la organización organización social británica Wrap concluyó que en 2019 se generaron alrededor de 931 millones de toneladas de desechos alimentarios en todo el mundo. De ese total, el 61% procedía de los hogares, el 26% de los servicios de alimentación y el 13% de la venta por menor. Todo esto teniendo en cuenta que muchos países aún no miden las dimensiones de sus desechos de comida, clave para la implementación de políticas públicas en ese sentido.