En el documento «Secundaria del Futuro» subyace una vieja tendencia que resurge cada tanto, la de una formación mucho más regida por los requerimientos del mercado laboral. Se trata de reconducir la vinculación de la escuela con la vida productiva más directamente hacia el empleo, desde una perspectiva condicionada a los vaivenes del mercado. Por eso hay en esta propuesta un fuerte énfasis en que la escuela sea menos escuela y más una subsede de empresas, más tiempo de tutorías e inserción en determinadas ramas de la producción a una edad muy temprana, cuando todavía el futuro posible es amplio y diverso. Es un direccionamiento que restringe, porque se forma un individuo con menos autonomía, sin una formación amplia que le permita reposicionarse en una sociedad y un mundo cambiantes, más supeditado a lo que el mercado le destine.
Los sistemas que, en otros países, se propusieron insertar muy rápidamente, a los 13 años, en una formación determinada (suelen decir «meterlos en un tubo»), recibieron muchas críticas y se están revisando.
Independientemente de la ocupación que elijamos para nuestras vidas, la escuela debe brindarnos un espectro que incluya saberes que tal vez no apliquemos directamente en la vida adulta, pero que hacen a nuestra formación integral como ciudadan@s, posibilitando modos diversos de percibir el mundo y situarnos frente a él.
Hay un corrimiento de la prioridad en la que hace foco la escuela secundaria, desde una noción de derecho hacia un énfasis compulsivo en la innovación.
Como en otros documentos de esta gestión, se parte de un diagnóstico que desconoce la realidad actual de la secundaria. Se plantea, por ejemplo, ir «de la clase magistral al trabajo autónomo colaborativo». Quien suponga que lo que se hace en las aulas es una práctica de «clase magistral», hace mucho que no visita una escuela. «
* Investigadora del Conicet, docente de la Univ. Pedagógica (UNIPE)