La música es un lenguaje universal que atraviesa a todas las culturas y los tiempos. Pero las melodías y los instrumentos no escapan a la lógica de los sistemas hegemónicos que se fueron imponiendo y marcando los modelos a seguir, dejando afuera a todo lo que no se ubica en esos patrones. Desde la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) se propusieron hace 15 años recuperar el legado de nuestro continente, a través del dictado de la «licenciatura en Música Autóctona, Clásica y Popular en América» y la «maestría en Creación Musical, Nuevas Tecnologías y Artes Tradicionales», dos carreras únicas en la región y reconocidas en el mundo, que buscan rescatar la multiplicidad de culturas de América, muchas en peligro de desaparición, y que incluyen aspectos de vanguardia como la construcción de instrumentos que tienen hasta 2000 años de antigüedad.
“Esta licenciatura es la primera en la historia que se dedica a enseñar las diferentes vertientes de la plasmación del hecho sonoro, que es la música, en nuestro continente. Plantea un paradigma endógeno propio a partir del cual se puede luego comprender otras lógicas musicales, ya sea lo que denominamos la música erudita europea o la del África y del Asia”, explica a Tiempo Alejandro Iglesias Rossi, director de ambas carreras, quien destaca que la maestría “es un posgrado de carácter interdisciplinario con una formación no solamente en composición y creación musical sino en lenguaje simbólico, tiro con arco zen y artes marciales, con paradigmas de espiritualidad de nuestro continente precolombino”.
Estos estudios articulan saberes milenarios para que los alumnos puedan incluso construir los instrumentos que luego utiliza la Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías, que es “el organismo básico de todo este proyecto”.
Los integrantes de la orquesta son los docentes de la licenciatura y de la maestría. “Cada uno va a las comunidades autóctonas a recuperar instrumentos perdidos; en el caso de que hayan sido discontinuados hace más de 500 años, van a los museos para aprender a construirlos, tocarlos y luego a componer con ellos para finalmente enseñarlos en la universidad”, describe Rossi.
La idea del proyecto es romper con el arquetipo heredado de la Revolución Industrial que compartimenta los saberes donde, por un lado está el compositor, por el otro el intérprete, y en otro extremo el que fabrica el instrumento. Aquí, de acuerdo con su director, apuntan a generar un modelo de músico integral en el marco de “un proyecto con connotaciones culturales, espirituales, y también políticas, porque se plantea frente a la lógica que dice que el único paradigma susceptible de ser enseñado es el que viene del norte”.
En el esquema tradicional, el chamán es quien encarna esa multiplicidad de conocimientos: “Construye los instrumentos, es compositor, intérprete, viaja en sus sueños y los espíritus le cantan las canciones que a su vez le canta al enfermo. Muchas veces tiene el rol de un líder político, con una visión integral”. Esta misma noción, de hecho, es compartida por “ese formidable edificio que denominamos ‘composición musical erudita en el Medioevo’, cuando pensamos en Leoninus o Perotinus, formados en las universidades medievales vinculadas con el trívium (que contemplaba el lenguaje compuesto por gramática, dialéctica y retórica) y el quadrivium (el estudio de matemáticas a través de la aritmética, geometría, astronomía y música)”, explica Rossi.
Por eso, más allá de la universalidad de la música y de quienes le dan alma y vida, “la cuestión es con qué óptica, con qué anteojos, nosotros nos acercamos a la producción musical: si utilizamos la lupa del que está en el norte o vemos esas producciones autóctonas, clásicas y populares como si fuera con un microscopio para ver qué contienen”.
En el taller, los alumnos y docentes trabajan con materiales como arcilla, madera, caña o bronce, para poder crear instrumentos –muchos de ellos sagrados– de las culturas azteca, moche, maya o inca, por citar algunas. Las producciones van desde flautas simples hasta cuádruples, vasijas silbadoras, trompetas circulares o sahumadores sonoros. Por ejemplo, hay silbatos subarmónicos dobles: “Uno es un sonido recto y el otro tiene la posibilidad de moverse; cuando el segundo brisa y se acerca al primero, se genera un tercer sonido que no es físico sino que lo crea el oído interno. Lo construye el cerebro”, destaca el especialista, quien precisa que este silbato “tiene la característica de hacer la modulación de anillo, la capacidad de realizar la FM (frecuencia modulada). Lo denominamos alta tecnología precolombina, porque la ciencia lo descubre recién en el siglo XX y ese silbatito lo hacía hace 1500 años”. «
La virtualidad continúa
La maestría se dicta desde 2006 y la licenciatura desde 2015. Ambos títulos cuentan con reconocimiento oficial y validez nacional. Por los cuidados sanitarios por la pandemia, los cursos debieron realizarse de manera remota. Eso terminó siendo un beneficio para la carrera, y de hecho mantendrán la modalidad virtual en 2022, ya que creció exponencialmente la matrícula con estudiantes radicados tanto en el país como en el exterior, sobre todo latinoamericanos que incluso viven en otros continentes.