Carolina tenía 21 años, estaba embarazada de dos meses y era mamá de dos nenitos. El 18 de febrero de 2019, su novio, Ángel Andrada tocó el timbre de su casa de Budge adonde se había mudado. Cuando Carolina abrió la puerta, el hombre descargó dos disparos sobre ella y la mató.
El juicio oral tiene fecha para este martes 4 de mayo en el Tribunal Oral en lo Criminal N°2 de Lomas de Zamora y la familia de Carolina espera que este año se haga justicia.
La joven vivió casi toda su vida en Villa Fiorito junto a su mamá y sus hermanos menores a quienes Caro cuidaba con gran dedicación. “La conocíamos por nuestro trabajo en Fiorito, en el espacio de la niñez. Ella llevaba a sus hermanas y hermanos, son siente en total, con quienes nosotras trabajábamos. A partir de eso generamos un vínculo muy fuerte con esa familia, los conocíamos bien porque íbamos a verlos a sus casas o Caro traía a sus hermanos”, cuenta Tamara Kallsen, integrante de la campaña Justicia por Caro Ledesma quienes todos los jueves de abril instalaron una mesa para repartir volantes informativos y hablar con familiares de víctimas de violencia de género, a puertas del TOF 2 de Lomas.
Apenas supieron del femicidio de Carolina, las chicas que hoy integran la campaña, acudieron a la casa de su mamá, Gladys, para acompañarla y continúan a su lado desde entonces. “Hubo todo un camino judicial que desconocíamos en esta situación, para empezar cuáles eran los pasos a seguir, y fuimos aprendiendo junto con Gladys en el camino”.
La mamá de Carolina, Gladys, también se ocupa de sus dos nietos, los hijos de Caro que en el momento del asesinato tenían 2 y 4 años. Ella fue quien la encontró y la llevó al hospital. Esa noche del femicidio, Ángel llegó en un remis a la casa de Gladys para avisarle que se había producido una balacera y que Carolina estaba herida en su casa, que fuera a verla. La mamá de Caro primero lo acusa a Andrada, que niega haber herido a la muchacha, y se sube inmediatamente en el mismo remis en el que había llegado él. Ahí se da cuenta que Andrada no subía. “Voy más tarde”, le respondió, y no apareció más. La mujer llegó a la casa de Carolina y la encontró con un disparo en el vientre, la trasladaron de inmediato al hospital Alende, de Budge y allí murió. Junto a ella, en ese cuarto estaba uno de los hijos de Carolina. Pasaron dos días hasta que dieron el asesino de Carolina que continúa preso.
“Carolina era una madraza, súper dedicada a sus hijes, se hacía cargo de crianza. Además, era muy pegada a su mamá, donde pasaba mucho tiempo, a pesar de estar viviendo ya en Budge”, recuerda Tamara. Su familia y sus amigas la recuerdan como una persona sonriente, alegre, con muchos proyectos para su vida. También recuerdan que Ángel Andrada ejercía violencia sobre ella y que tanto la mamá como algunas de sus amigas fueron testigos de situaciones muy violentas. Y que controlaba dónde estaba, qué estaba haciendo, con quién estaba y que “aparecía” a buscarla sin avisar.
Ángel vivía una cuadra de la casa de Gladys con la familia de su pareja, según reconstruye la familia y de acuerdo a las primeras investigaciones, el femicida la mató horas después de que Carolina le contara que tenía tres meses de embarazo.
El largo camino judicial
La compañía de las chicas de la campaña fue fundamental para Gladys. “Es una situación de suma angustia y tenés que generarte cierta coraza y fortaleza para entrar en ese circuito tan hosital y tan burocrático”, comenta Tamara. “No todo el mundo te trata con el respeto y el amor que uno espera en estas situaciones. De todas maneras, creemos que no sucede de la misma manera cuando los familiares de víctimas van solos o cuando van acompañados. Hay mucha información para reconstruir, para repreguntar y es un momento tan angustiante que solo es más difícil aún”,
Uno de los miedos es que Andrada quede libre. “Son muchos los femicidas que los sueltan y no les avisan a las sobreviventes. Eso es terrible, en este caso, Ángel vivía a una cuadra de Gladys”, agrega Tamara, quien destaca el rol de acompañanta que existe en estas situaciones, pero poca gente lo conoce. “También nos encontramos con muchas trabajadoras del poder judicial que nos trataban bien, que fueron haciendo este recorrido y acompañando de la manera más amorosa que pudieron, aunque hay cuestiones que las superan y que son parámetros de la justicia”.
“Carolina era una piba alegre, sonriente y con una luz que iluminaba, una fuerza que pudo transmitirle a su mamá para que tenga la fortaleza de atravesar este proceso y transmitir el amor que tuvo para dar y se los dio el tiempo que pudo”, expresa Tamara. “Lo mínimo que se puede pedir es perpetua. Caro no va a compartir más nada con su familia y sus hijos. Pero al menos su femicida no va a andar libre por la calle”.