Mañana, el Tribunal Oral Federal N 1 de Salta recibirá a uno de los hombres que mejor entiende el negocio de la cocaína en Argentina. Se trata de Claudio Alejandro Andrada, conocido por algunos como Piturro, llamado Gallo por otros.
Detenido en 2013, Andrada pasa los días en la cárcel de Guemes, Salta, junto al resto de su banda. Desde allí será el traslado hacia el tribunal, recorrido que será custodiado con recelo por fuerzas federales de seguridad. Porque más allá de las acusaciones mediáticas de ministros y policías, Piturro sabe del negocio y tiene poder de convencimiento.
El operativo de traslado será conjunto entre el Servicio Penitenciario Federal y Gendarmeria. La distancia entre el penal y el tribunal son 60 kilómetros y estará cubierta desde aire por un helicóptero y por tierra por grupos especiales del SPF y de la Policía Salteña. Se cortará el transito. Participarán al menos 100 oficiales de distintas fuerzas, reveló un vocero judicial.
En este sentido, las fuentes consultadas por Tiempo Argentino recordaron que la sospecha del pago de un millón de pesos al juez federal de Oran, Raúl Reynoso, para la liberación de un detenido por contrabando de cocaína, habría salido de los bolsillos de Andrada y el beneficiado habría sido Ariel Luna, quien lo acompañará al banquillo de los acusados.
También serán juzgados Aldo Javier Velázquez, Alejandro Schwindt, Oscar Dorao, Juan Volker, Carlos Fortunato, Gustavo Collado Correa, Ramón Peralta, Raúl Juárez, Mario Cejas y Cristóbal Fernández.
Andrada es un personaje reconocido en el bajo mundo de la zona norte del conurbano bonaerense. Había estado preso en los 90 por el mismo delito y tanto su padre como su hija Sofía fueron secuestrados por grupos de capeadores de San Martin. Estas bandas se dedican a raptar a familiares de narcos y cobrar el rescate. En el caso de su padre, los captores llegaron a cortarle un dedo.
La vida de Piturro
Claudio Andrada tenía una base de operaciones en la localidad santiagueña de Frías, donde vivía su padre. No tenía jefes: compraba cocaína en Bolivia y la traía hasta Buenos Aires a través de postas que incluían avionetas, camiones y autos.
En Frías su profesión era un secreto a voces. Todos sabían que se ganaba la vida transportando droga. Venia una vez al mes: juntaba la plata de los vendedores locales, visitaba la familia y después volvía a Buenos Aires. También tenía sus clientes en Córdoba y Santa Fé, reveló una fuente judicial a Tiempo.
Piturro aseguraba que la carga llegase a su galpón de José C Paz en tiempo y forma. Para eso negociaba por teléfono con los proveedores bolivianos y pactaba las entregas en Salta. Luego regresaba al aserradero de su padre en Frías, donde dirigía el acondicionamiento de la mercancía en el entretecho del camión cisterna que luego viajaba por la Ruta 9 hasta Buenos Aires. En José C Paz, la cocaína perdía la pureza boliviana y se hacía tiza.
En febrero de 2013, sus teléfonos fueron pinchados por orden del Juzgado Federal 1 de San Isidro, conducido por la jueza Sandra Arroyo Salgado. Un parte de inteligencia de Gendarmería detallaba que el principal cabecilla de uno de los carteles de droga se llama Claudio Andrada, para él trabajan los dealers de Frías. Este personaje está ligado al poder político y cuenta con protección policial.
Durante ocho meses la banda fue monitoreada por gendarmes. Así se conoció que uno de los proveedores bolivianos se hacía llamar Chichi y que se manejaba directamente con Andrada o con su socio, el uruguayo Gustavo Omar Collado Correa, que en 2014 cayó en un bar de Coronel Bogado, ciudad ubicada a 50 kilómetros al sur de Rosario, Santa Fe, mientras miraba el partido por el tercer puesto de la Copa del Mundo disputada en Brasil.
Piturro viajó a Yacuiba, Bolivia, el 24 de agosto de 2013. Lo acompañaron Collado Correa y el santiagueño Raúl Juárez. Se reunieron con varios mayoristas para cerrar trato. A las 48 horas los tres regresaron a Santiago del Estero y siguieron el negocio por mensajes de textos. Arreglaron la cantidad de combustible que iban a precisar las avionetas para llegar desde Yacuiba a Las Lajitas, en Salta. También combinaron como marcar las medidas de las canchas: las pistas clandestinas donde aterrizaría la cocaína.
En los primeros días de octubre, Piturro viajó a Las Lajitas para vigilar en persona la marcha de la operación. Por su parte, Oscar Tucu Dorao llevo el camión Mercedez Benz, patente HOS-695, desde su casa de Tucumán hasta Frías. Antes se reunió con Fabián Sordo Schwindt, a cargo de la comercialización de la cocaína en Buenos Aires junto a Claudio Andrada hijo.
El 23 de octubre a las 19, el transporte de cargas fue detenido en el kilómetro 758 de la Ruta Nacional Nº 9. Escondía 583 kilos de cocaína distribuidos en 583 panes. Al transporte lo conducía Aldo Velázquez, el chofer de la banda que ya había estado preso un par de años en Chile por transportar 60 kilos de cocaína. El vínculo de Andrada con Velázquez quedó materializado cuando el conductor recuperó la libertad por ese hecho y recibió una camioneta Ford F-100 y el camión que antes estaba a nombre de Fabián Volker, cuñado de Piturro.
Un día más tarde, Volker y Andrada cayeron mientras intentaban escapar en la camioneta Volkswagen Amarok gris de las patrullas de Gendarmería que habían ido a buscarlos luego de detener a otros miembros de la banda en Buenos Aires.
Este no era el último cargamento que la banda quería introducir en Argentina. En los allanamientos en el aserradero familiar de Frías los gendarmes encontraron mapas de la localidad santiagueña de Nueva Esperanza, cabecera del departamento de Pellegrini. Allí tenían pensado aterrizar la próxima entrega de cocaína boliviana. Con esto Andrada pensaba ahorrarse el tiempo de viaje desde Las Lajitas hasta Frías, y además creía que así despistaría a los investigadores, a los que había descubierto filmando y sacando fotos en su casa de Martínez.