A partir de la calcinación de piedra caliza arcillosa y carbón, los ingleses James Parker y Joseph Aspdin patentaron el 21 de octubre de 1824 un cemento hidráulico artificial que cambiaría la historia mundial de la construcción. Lo llamaron Portland Cement por su color oscuro, similar al de la piedra que se encuentra en la pequeña isla de Portland, en el Canal de la Mancha, de donde era oriundo el albañil Aspdin. Ya nada sería igual para el modo de vivir, construir y movilizarse de las personas.

Las selvas urbanas fueron dibujadas por este maleable elemento que plantó veredas, cordones, autopistas, puentes y moles de viviendas, con las cuales los habitantes de las ciudades nos acostumbramos a convivir.

El origen del cemento

Si bien Cemento Portland cumple 200 años, hay vestigios de que se utilizaron fórmulas similares en edificaciones realizadas por distintas culturas en los últimos 6000 años. “Los romanos usaban puzolana (de origen volcánico), y por ejemplo en el Panteón, en la cúpula de cuarenta y pico de metros de diámetro, ya hay algo que podríamos considerar cemento. En Grecia también utilizaban un material parecido”, resume a Tiempo el arquitecto Gabriel Mamertino, docente de la Escuela Superior de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Morón.

Sin embargo, el producto se masificó en los últimos dos siglos con su estandarización: “luego, con el mezclado de áridos aparece el hormigón y cuando se le incorpora la armadura de hierro es el hormigón armado”, describe el especialista.

Antes de la invención del cemento como tal, en Argentina, pero también en distintos puntos del mundo, se solía usar la cal como ligante, la cal hidráulica o cal aérea, «pero se dejó de usar porque atacaba al hierro», explica Mamertino, quien lleva más de 60 años de profesión.

En pocas palabras, el cemento se fabrica extrayendo la piedra como materia prima, que se muele y calcina en un horno hasta que se produce un material intermedio denominado “clinker”. Despues, se muele junto con una pequeña porción de yeso, para evitar que fragüe rápido. El producto final se mezcla con agua y forma una pasta que al endurecerse se caracteriza por su resistencia y durabilidad. Además, esa pasta se adhiere perfectamente con ladrillos, piedras o barras de acero.

Una expansión sin precedentes

En el siglo XIX, el cemento se extendió rápidamente por Europa y América, a la par de nuevos medios de transporte de masas, convirtiéndose en el material preferido para grandes construcciones debido a su capacidad para formar estructuras sólidas y duraderas cuando se mezcla con agua y áridos (arena, piedra).

Empezó a ser utilizado tanto en construcciones de viviendas como en grandes megaobras de la ingeniería moderna, ejemplo represas. Y era un alivio para zonas con climas adversos, ya que las estructuras podían soportar condiciones climáticas extremas, terremotos y cargas pesadas.

El cemento contribuyó y contribuye al desarrollo de la humanidad. Produjo un antes y un después en la historia de la construcción. El hormigón armado, por ejemplo, es mucho más barato que el hierro, que es un material escaso, y ambos son clave para la construcción de la estructura”, analiza Mamertino.

En poco tiempo se infraestructuró el territorio, por así decirlo. El creciente uso del ferrocarril para mover material, mercancías y personas llevó a hacer puentes, túneles, puertos comerciales mucho más grandes. Y como el material tenía ciertas limitaciones, se investigó para mejorarlo hasta dar con el cemento Portland”, explica João Mascarenhas-Mateus , autor de Changing Cultures European Perspectives on the History of Portland Cement and Reinforced Concrete, 19th and 20th Centuries, en un artículo del diario El País.

Con la rápida expansión de la variedad Portland llegó a la cementación del mundo, dando lugar a nuevas estructuras económicas, políticas y sociales, y a la creación de nuevos estudios, leyes y profesiones hasta ese momento inéditas. También, cómo no, dio paso a grandes negociados de poderes de turno, empresarios todopoderosos, cartelización, burbujas inmobiliarias y crisis de vivienda

Cemento argentino

En Argentina, la primera fábrica de Cemento Portland se estableció en San Martín, noroeste del Conurbano, en agosto de 1916. Ya entre 1919 y 1930, se desarrolló una gran industria cementera con la fundación de empresas como Loma Negra, en Olavarría; Cementos Avellaneda en ese partido y en San Luis; Cementos Minetti, en Córdoba; y Petroquímica Comodoro Rivadavia, en Santa Cruz.

La mayoría de ellas hoy pertenecen a capitales extranjeros y no solo abastecen al mercado local sino también a países limítrofes. Claro que a veces el uso pasa a ser exceso. Y el verde deja el espacio al gris. Según la Asociación de Fabricantes de Cemento Portland (AFCP), el consumo de cemento en Argentina superó las 11 millones de toneladas en 2022, y en 2023 se registraron 12 millones y medio de toneladas. Décadas antes, el cemento llegó a ser protagonista de tendencias estilísticas. La más recordada: las obras monumentales del arquitecto ítalo-argentino Francisco Salamone en los años ’30. 

Impacto ambiental

Al principio las bolsas de cemento encontraron gran resistencia en el mercado argentino, sobre todo por el detalle secundario de su envase. La Compañía Argentina de Cemento Portland implantó la bolsa local de yute, mientras que el cemento importado -por razones de conservación durante las largas travesías marítimas-, llegaba envasado en barricas de madera.

El doctor Abel Sánchez Díaz defendió la calidad de este producto nacional y el 30 de junio de 1919 en el Centro Nacional de Ingenieros, con el auspicio de la Sociedad Química Argentina, pronunció una conferencia en la que presentó el flamante cemento portland «San Martín»

En junio de ese año, tras cinco años de estudio, Obras Sanitarias de la Nación (encargada de analizar y aceptar los cementos destinados a obras públicas desde 1914, a partir de un decreto del Ejecutivo), dio la aprobación de calidad.

Hoy la industria cementera tiene como desafío desarrollar versiones del producto que generen menos impacto ambiental. Hoy es responsable de buena parte de las emisiones globales de dióxido de carbono, sobre todo durante el proceso de calcinación. En el Acuerdo sobre el Clima celebrado en París en 2015, se estableció que esta industria debía reducir sus emisiones en un 16% para 2030 y en un 100% para 2050. Hoy roza la utopía.

Construcciones

Su auge fue acompañado por la pasión civilizatoria por construir. A veces, asombrosa y útil, a veces desquiciada, como en barrios porteños ahogados por torres. El primer rascacielos de CABA fue el Edificio Kavanagh, de 1936. Hoy el mercado ofrece innovaciones de hormigones reforzados con fibras. “El cemento es el segundo producto más empleado por los humanos después del agua. Es importante conocerlo. Vemos carreteras y edificios y pensamos que siempre han estado ahí, pero no es así”, explicó a El País la especialista Francisca Puertas Maroto.