Luego de perder tres juicios millonarios por los efectos cancerígenos del glifosato, la multinacional farmacéutica Bayer, propietaria de Monsanto desde junio de 2018, ha decidido invertir en investigaciones de herbicidas alternativos. Esto no significa que la empresa dueña de la famosa aspirina vaya a dejar de lado su agrotóxico preferido y más rentable, llamado RoundUp, sino que anunció que de modo paralelo buscará desarrollar otros productos no basados en el glifosato.
Según anunció el grupo alemán, en un plazo de diez años, invertirá 5600 millones de dólares en desarrollo de métodos adicionales de combate de malezas. La decisión empresarial no es ajena a la cada vez peor imagen pública de la empresa, cuyas acciones acumulan una caída del 41,9% en la Bolsa de Frankfurt desde el momento de la adquisición.
Bayer se escuda en que no han comprobado que el glifosato sea el agente causante del cáncer aunque en 2015 el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer –que forma parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS)— lo haya señalado como una sustancia que posee los principios activos que se consideran “probables cancerígenos”.
Asimismo, la compañía de ferrocarriles alemana Deutsche Bahn, la mayor compradora individual del agroquímico, anunció que buscará un modo de eliminar el glifosato en el mantenimiento de su red ferroviaria.
Organizaciones ambientalistas y activistas de todo el mundo continúan su lucha mientras por otro lado el lobbie de los productores agropecuarios buscan ampliar el uso de diferentes agrotóxicos. Por ejemplo, a comienzos de abril, el presidente Mauricio Macri luego de reunirse con productores de Entre Ríos reclamó públicamente que el gobierno provincial recurriera un fallo de la justicia que prohibía fumigar por vía aérea en un radio de tres mil metros de una escuela rural. Finalmente el Superior tribunal de Justicia mantuvo el fallo y la prohibición.