En El Alto hay edificios que le hacen cosquillas al cielo. Son coloridos, barrocos, parecen naves espaciales sacadas de una película de ciencia ficción andina. Los llaman cholets. Obras de arte forjadas con ladrillo y cemento. Son una pinturita.
“El Alto de pie, nunca de rodillas”. Estribillo de rock pesado y de protesta de la combativa ciudad, la más joven y pujante de Bolivia. Crece en el Altiplano a 4000 metros sobre el nivel del mar. Un balcón que mira desde las cumbres a la hoyada que guarda a La Paz. Ciudad de migrantes, capital aymara del planeta, cuna de la burguesía chola, espacio que recupera la ancestral cultura indígena de los Andes. En esta ciudad vive y trabaja Freddy Mamani Silvestre. Artista de vanguardia, constructor, padre de los afamados cholets, creador de la arquitectura neo andina. El Alto es el lienzo donde Mamani Silvestre viene construyendo su obra hace dos décadas.
Por estos días, el artista visita Buenos Aires en el marco del Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA), que se desarrolla en el Centro Cultural Kirchner (CCK) entre el 1 y el 4 de junio. El constructor autodidacta dará una charla magistral el sábado 3, una actividad organizada por el festival de diseño Trimarchi. Antes de su llegada a estas pampas, conversó con Tiempo Argentino desde las cumbres alteñas.
¿Cómo comenzó tu historia?
-Nací un 1 de noviembre de 1971, en Catavi, un pueblo entre montañas, de la provincia Aroma, del municipio Sica Sica, en el Departamento de La Paz. De niño estudié unos cinco años ahí, en una escuelita, que estaba a una hora a pie desde mi casa. Luego comencé a migra con mi familia a las capitales de provincia y a los 13 llegué a El Alto. No era ciudad todavía, lo fue en 1985. Con el tiempo fue creciendo, la vi desarrollarse hacia el Altiplano y hacia el cielo. Es la capital aymara del mundo. La ciudad más joven de Bolivia. Construida por migrantes, que llegaron de todo el país.
¿De dónde viene tu pasión por la construcción?
-Comencé bien desde las bases, como albañil. Pero si tengo que hablar en términos futboleros, cuando empecé a jugar en cancha, a laburar en obra. Desde muy niño, jugando con el cemento, la piedra, el yeso, todos los materiales de la construcción. Y me gustaba mucho desde guagua mirar obras, lo que habían hecho nuestros mayores. En mi familia era el hijo mayor, tengo por detrás cinco hermanos, y siempre andábamos buscando piedras para jugar.
Éramos pobres y no teníamos juguetes. No conocíamos un autito, una bicicleta, una pelota. Entonces jugábamos con piedras, buscábamos las más elegantes. Con esas piedras construíamos ciudadelas, con sus calles, casitas, plazas, avenidas. Cuando salíamos a pastar con los rebaños, ese era nuestro juego, hacer ciudadelas.
Cuentan que comenzaste a trabajar muy joven en las obras.
-A mis 14 años. Cuando llegué a la ciudad de El Alto, por necesidad tuve que comenzar a trabajar en la construcción. Eso me hizo pensar en mi futuro, unirlo a mi pasión por construir que tengo desde guagua. Soy autodidacta. Trabajé de albañil mientras hacía el bachiller. Quería ser militar, pero por falta de recursos y por mi apellido aymara, se discriminaba mucho en esos tiempos, no pude seguir esa carrera, por suerte. Entonces busqué la carrera de Construcciones Civiles, en la Universidad Mayor de San Andrés.
¿Cómo fueron esos años de estudio?
-Difíciles. Todo lo que venía de El Alto era tratado como de segunda por las élites de la academia. Y cuando estudiaba, eso me hizo pensar mucho. Se trata de El Alto, la ciudad dormitorio, de los migrantes, de los aymaras. Pensaba: “Nosotros somos capaces de hacer algo nuevo, de terminar con ese prejuicio”. Había un vacío en la universidad: sólo nos enseñaban sobre los arquitectos europeos, gringos, occidentales. ¿Por qué no se valora lo nuestro?
Me propuse hacer algo diferente. Si ves la arquitectura de las grandes ciudades: Buenos Aires, San Pablo, Santiago, Washington o Nueva York, todos los edificios son lo mismo. Cajones y listo. No hay innovación. Plano en planta y se copia. No hay arte. Entonces me propuse innovar con nuestros elementos andinos y crear arte, una arquitectura que sea única. Me puse manos a la obra.
¿Y de dónde viene la inspiración para tu estilo neo andino?
-De Tiwanaku, me he ido a la ciudadela milenaria en esos primeros años, vi las ruinas y quedé admirado. Me llevé escuadra, lienzos, me inspiré en esa arquitectura perfecta. Quería recuperar nuestra cultura, su cosmovisión. Eso fue para el 2002, Bolivia estaba cambiando.
En paralelo se daba la llegada de Evo Morales al gobierno, el primer presidente indígena de la historia boliviana.
-Ha sido una coincidencia, gracias a dios. Y se dio un crecimiento del sector cholo, indígena. La burguesía chola siempre existió, con sus grandes entradas folklóricas, sus fiestas. Muchos han sido mis clientes, y me dieron la posibilidad de plasmar mis ideas en construcciones. Fue un momento de anillo al dedo. Antes de Evo, la cultura aymara estaba medio escondida, discriminada. Mi primera obra fue para un comerciante que traía repuestos de celulares de China. Me encargó una obra única, inspirada en la cultura andina. Está en El Alto, frente a la universidad pública. Seis plantas, un salón para festejos, tiendas y galerías. Fue un sueño hecho realidad.
El color destaca mucho el trabajo en tus diseños.
-Uso colores fuertes, chillantes, para darle color al Alto, que era una ciudad media apagada y hasta aburrida. Me inspiro en nuestros textiles, en los aguayos bordados que usan las cholitass y las autoridades de la comunidad.
A tus edificios los llaman los “cholets”, una palabra que combina los términos cholo y el afrancesado chalet. ¿Qué pensás de ese término?
-Me parece interesante, porque en nuestra cultura siempre hablamos de dualidad. El chalet siempre es de planta baja, pero nuestros cholets suben al cielo, son de varias plantas. Altos como la cumbre del Illimani, están en conexión con el universo. A veces pienso que el que me encarga el edificio tiene que vivir como un príncipe allá arriba, mirando la ciudad y el Altiplano.
¿En qué ramas de la construcción estuviste trabajando en estás dos décadas de recorrido profesional?
-La mayoría de mis obras están dedicadas al comercio. La sociedad alteña está muy dedicada a esa actividad, con sus grandes ferias. La feria de la Avenida 16 de Julio es la más grande de Latinoamérica. Son edificios dedicados al comercio, también al folklore, y tienen grandes espacios para festejos, donde se hacen los prestes, que son grandes fiestas nuestras.
¿Estás explorando algún otro sector?
-Me estoy metiendo en el turismo. Estoy por inaugurar en julio una obra dedicada al turismo, una faceta nueva. Un pequeño hotel con salón, gimnasio, galería de arte. También sueño con construir estadios, coliseos públicos, espacios de recreación para niños y jóvenes, espacios culturales. Hay mucho por hacer en El Alto, que es una ciudad de oportunidades. También estuve trabajando en Perú y tuve ofrecimientos de otros sitios del extranjero. De a poco voy trabajando, hay que tener paciencia, eso lo aprendí en mi vida como artista y constructor.
¿Qué le dirías al Freddy que de chiquito jugaba con piedras y construía ciudades en un pueblito perdido del Altiplano?
-Le diría que siga jugando, que apueste por sus sueños, que construya su futuro, que no se olvide de su cultura.
Trimarchi en el #MICA2023
El sábado 3 de junio de 14 a 21:30 hs en el Auditorio Nacional, la Cápsula Trimarchi en MICA trae al Mercado de Industrias Culturales Argentinas el espíritu del festival de Diseño más grande del mundo. A las 14 hs. brindará una conferencia Enrique Longinotti, profesor e investigador de la UBA y referente académico del diseño nacional. A las 15 hs será el turno de Fer Cozzi, diseñadora de tipografías independiente de Buenos Aires, graduada y docente de la Universidad de Buenos Aires, estará a cargo de la Maestría en Tipografía. A las 16 hs. se presentará la conferencia de Vanesa Krongold, diseñadora textil que creó una marca de proyección internacional con colecciones que se presentaron en ciudades como Berlín, Nueva York, Milán y Seúl. A las 17.30 hs será el turno de la conferencia de Freddy Mamani.
El cierre musical es a las 20:30 hs, con Doppel Gangs + Simón Saieg, que coronará esta tremenda jornada para el diseño argentino.
La acreditación para la cápsula Trimarchi en MICA se realizará de 12 a 13 hs. en la planta baja del Centro Cultural Kirchner.