Desde el primer piso del Archivo General de la Nación puede verse el derruido muro de la vieja cárcel de Caseros. Un documento fiel de la barbarie. Desde hace algunos años, resignificado, este predio encajado en la parte más verde de Parque Patricios, que albergaba el panóptico inaugurado por el genocida Jorge Rafael Videla en 1979, abraza otro fin. Es la sede del flamante edificio del Archivo. Forjado en hormigón armado y vidrio diáfano, luce orgulloso sus aires de elefante memorioso.
En sus entrañas guarda, conserva y custodia buena parte de la historia nacional. La oficial: necesaria, burocrática, pantagruélica, propia de un Estado. Pero también la de hombres y mujeres de a pie que construyeron la Argentina. Un acervo documental de más de 400 años, desde la lejana colonia hasta el presente pandémico, hechos carne en papel, fotografías, registros fílmicos y sonoros. El back up de la Patria.
“Al Archivo muchas veces se lo imagina como un lugar repleto de papeles viejos, reservado solo para un grupito de investigadores algo alejados del presente. Estamos intentando quitar ese prejuicio. Este es un espacio para todas y todos los argentinos”, lo deja clarito Samanta Casareto, directora de Gestión de los Fondos Documentales del organismo.
Memoria, historia y derechos. Las tres palabras salen de la boca de la historiadora, atraviesan su colorido barbijo y quedan flotando en el despacho. Con brevet de décadas en el gremio archivista –trabajó 20 años en el Museo Estadounidense Conmemorativo del Holocausto–, Casareto asegura que son los pilares que sostienen el Archivo: “Conservamos la historia de la propia institución, desde la época de los jesuitas, pasando por la Independencia, hasta nuestros días. La memoria implica todo lo que generó el Archivo en funcionamiento. Tenemos en resguardo los documentos de Presidencia, de Jefatura de Gabinete, del Ministerio del Interior, además de otras instituciones del Estado. Y por último, pero no menos importante, somos garantes de derechos. Por ejemplo, preservamos los archivos migratorios y jubilatorios. Piense que mucha gente viene a pedir información para jubilarse porque esa data está en un decreto presidencial, como es el caso de los excombatientes de Malvinas. También para juicios de lesa humanidad. No somos un archivo de cosas viejas. Actuamos en el ejercicio de derechos”. El Archivo es el pasado que permite construir el presente.
Que 200 años no es nada
Si todo es historia, el Archivo tiene la propia. Bicentenaria. En tres meses cumple 200 agostos. En efecto, nació por decreto el 28 de agosto de 1821, bajo la gobernación bonaerense de Martín Rodríguez y por insistencia de su ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, Bernardino Rivadavia. Fue, en un principio, el archivo de la provincia de Buenos Aires, hasta que se nacionalizó en 1884, durante la primera presidencia de Julio Argentino Roca. Pionero en su especie en América Latina, el decreto que lo parió indicaba: “La conservación de los archivos de un país asegura sin duda a su Historia la materia y los documentos más exactos de ella. Mas el arreglo y la clasificación por ramos y épocas de los antecedentes de las distintas oficinas que hacen el servicio de una administración contribuye a un tiempo a la prontitud y al acierto del despacho”.
El Archivo tuvo varias casas. La primera funcionó en el ámbito de la Manzana de las Luces. Después ocupó el edificio que se había construido en 1862 para el Congreso Nacional, en la calle Victoria –hoy Hipólito Yrigoyen– esquina Defensa. Finalmente, en 1950 pasó al afrancesado inmueble de aires academicistas de Leandro N. Alem 246, ex Banco Hipotecario Nacional, frente al actual CCK, a pasitos de la Plaza de Mayo. El volumen monumental de información conservada y serios problemas en la seguridad y la infraestructura obligaron a soñar con un nuevo espacio. La marcha del paquidermo memorioso al sur porteño.
El proyecto de la flamante sede en Parque Patricios tuvo su génesis en 2008, durante la primera presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. La obra se licitó en 2015, arrancó en 2016 y en septiembre de 2019 fue terminada. La migración estaba prevista para marzo de 2020, pero llegó la peste. Finalmente, la esperada mudanza hormiga comenzó en octubre pasado. Verdes camiones del Ejército colaboran en el transporte de las miles de cajas de cartón repletas de legajos, documentos, álbumes de fotos, latas de fílmico y unidades de video y audio. Pero hay que ser pacientes. ¡Son más de 25 kilómetros lineales de documentación! Los protocolos sanitarios de la nueva normalidad hacen todo más lento. Sin embargo, ya migraron un 80% del material audiovisual, un 37% del fotográfico y un 17% del escrito.
Casareto sostiene que el nuevo edificio moderniza el Archivo. Es la primera sede pensada para funcionar como reservorio: “Tenemos todo el material reunido en un mismo espacio. Nos permite trabajar en forma procesual, pensando en la conservación integral. Donde funcionó una cárcel de la dictadura, construimos memoria”.
Las joyas y el Diego
El corpulento edificio tiene forma de L. El palito corto abriga las oficinas para sus 120 trabajadores y salas para usuarios. El largo, las conservadoras aclimatadas a valores adecuados y estables de temperatura y humedad. No más de 22ºC, según los que saben. “Las cámaras generan defensas contra contaminantes ambientales, radiación, atmosféricos, son una barrera protectora”, explica Laura Caroni, especialista en conservación y restauración de bienes culturales. Trabaja hace seis años en el Archivo. Su pasión por extenderle la vida a los documentos, confiesa, no viene de su paso por los claustros académicos: “Desde muy chica soy la ‘loca’ del archivo. Si un pariente iba a tirar una foto familiar, yo la rescataba. Me gustaba saber quiénes estaban en esa imagen. Me cuentan historias”.
El laboratorio de procesos técnicos, conservación y reparación está en la planta baja de la mole. Sobre las largas mesas duermen la siesta unos antiguos cuadernotes de la Dirección Nacional de Migraciones. Datan de los locos años veinte del siglo pasado. “Les tenemos que hacer un diagnóstico: ver el estado del papel, su encuadernación, si están deteriorados, si hay presencia de microorganismos. En la vieja sede, por ahí se infiltraba un insecto en la caja y eso desencadenaba un deterioro. Por eso hacemos revisiones periódicas”, cuenta Caroni, ataviada con un inmaculado guardapolvo y finos guantes de látex, al tiempo que analiza la pieza con ojo clínico. Agrega que estos registros son de los más consultados por el público: “Para hacer un trámite, mucha gente viene a investigar cuándo llegaron sus antepasados. Dan cuenta de los ingresos y egresos por vía marítima. Están bastante bien conservados. Tuvieron algún problemita con insectos, pero van a estar mejor”. La restauradora acaricia las hojas con parsimonia. Olor a papel añejo queda flotando en el aire.
El Depósito 101 conserva joyas textuales. Cartas a San Martín, memorias de Urquiza, Reales órdenes y cédulas del siglo XVIII, los documentos del juicio a Túpac Amaru… Unos pisos más arriba, en el 302, fascinantes registros de casas fotográficas de principios del XX y hasta el archivo del viejo Tiempo Argentino. La pesquisa puede ser eterna. “Es la angustia del archivador –se sincera Caroni–,nunca se termina de catalogar. Lo importante es mirar para atrás y ver todo lo que ya hicimos”.
El historiador Diego Echezarreta es el curador de las populares redes sociales del Archivo. Hace magia en la web: cuando postea una foto o un video, nos lleva 100 años atrás en el tiempo. ¿La imagen más popular? No lo duda: “La del Diego adolescente, que subimos el año pasado cuando partió. Pero también las que rescatamos de trabajadores en la zafra o de unos gauchos comiendo un asado. La historia de un país se construye por una multiplicidad de historias chiquitas. Hombres y mujeres de carne y hueso, como nosotros. No solo los próceres. Aunque el Diego lo es”.
Dice Echezarreta que más de una vez, los internautas escriben para contarles que en las imágenes aparecía algún miembro de sus familias: “Un abuelo, un papá. Es muy movilizante. Atrás de todo este espacio que parece frío, late la historia de la Argentina”. «
Bicentenario
El Archivo General de la Nación celebrará sus 200 años en agosto. Si la pandemia lo permite, habrá jornadas en el CCK y un acto presencial en la nueva sede. Se trabaja en un podcast y en el proyecto “Inspiraciones”, con artistas invitados a inspirarse con documentos del archivo. Además, se acaba de lanzar una plataforma para visualizar documentación fílmica y sonora histórica. Incluye registros de los pioneros del cine nacional y noticieros como Sucesos Argentinos. Pueden verse en: .