De repente, en medio de una clase de Lengua y Literatura en una escuela secundaria del barrio porteño de La Paternal, alguien grita el gol de un equipo de fútbol africano. A su alrededor algunos festejan, otros se ofuscan. Todo depende de qué (y cuánto) hayan apostado a través del celular. Ahí mismo, en plena clase. La postal, descripta a Tiempo por un docente, habla de un fenómeno en ascenso, que se repite cada vez más. En los últimos años –pandemia y Mundial de Fútbol mediante– el universo de las apuestas online creció en todo el mundo. Pero su proliferación en las aulas empezó a causar sorpresa. Y alarma.

“Me contó un alumno que juega a la ruleta virtual transfiriendo por Mercado Pago. Llegó a ganar 14 mil pesos y los perdió en la jugada siguiente. Está en cuarto año. Hay algo ahí a lo que no estamos prestando atención”, señala Leandro Montaña, profesor de Literatura en esa secundaria porteña.

“A veces tienen ganancias, y ese es el estímulo. De pronto gritan el gol de un equipo africano en medio de una clase porque hicieron alguna apuesta. También juegan a la ruleta. Sé de chicos que han ganado 60 o 70 mil pesos. Pero sé de otros que, por ejemplo, perdieron el importe de la beca Progresar”, advierte.

El fenómeno no sólo se da en CABA. Y en general es protagonizado por varones que cursan los últimos años del secundario. Acceden tanto a sitios de apuestas deportivas como a casinos online. En algunos casos, con los datos de las tarjetas de crédito de sus padres o madres, ya que por ley los menores de 18 años no pueden participar de apuestas, aunque el circuito de juego online implica el contacto también con empresas radicadas en el exterior, bajo otros marcos regulatorios.

También hay quienes tienen contactos con intermediarios adultos que les prestan sus datos a cambio de un porcentaje de las ganancias. Todo por WhatsApp, desde el celular, en el aula.

Influenciados

“Es un fenómeno que veo en crecimiento en los contextos donde trabajo, que es en relación con pediatras o gente que trabaja con chicos”, remarca Damián Supply, psicólogo del Área de Prevención y Promoción de la Salud en Niñez y Adolescencia del Hospital Italiano.

Muchos chicos se ven influenciados por pares o streamers en las redes que comparten su actividad en casinos en línea y eso genera la influencia –acota–. Se genera la sensación de que es una manera fácil de hacer plata con medios que están al alcance, porque muchos manejan billeteras virtuales. Hablan con alguien que acredita esa plata en una cuenta y enseguida están apostando. Es bueno prestarle atención a estos fenómenos porque poco a poco se van instalando y naturalizando”.

Las camisetas de los equipos más grandes de Argentinas tienen sponsors de casas de apuestas.

“En la adolescencia como etapa, donde se desarrolla el cerebro y el sistema de recompensas, esto del ‘dinero fácil’ no es algo menor”, alerta Supply. Junto a otros profesionales, está analizando intervenciones posibles sobre este tema, que “está emergiendo” y es “re preocupante”.

Que el juego se expanda en las aulas forma parte del contexto creciente que combina  (y entrecruza) factores de relevancia, desde el uso naturalizado de los dispositivos escolares hasta las ganancias millonarias que generan las apuestas.

Según el informe Global Online Gambling Market, que analizó previsiones de 2022 a 2027, el espacio del azar online –en cantidad de personas que juegan y dinero que se reporta- crece a pasos agigantados: en 2020 produjo 65.316 millones de dólares y se proyectan cerca de 130 mil millones para 2027. Durante el último año, las publicidades de sitios de apuestas se diversificaron y ampliaron: se promocionan a través de programas de televisión, camisetas de clubes e influencers en redes sociales, entre otras vías.

El drama de perder (y ganar)

En una escuela media del Sur de la Ciudad de Buenos Aires, alguien roba un celular en un aula. No es la primera vez que falta un teléfono, pero sí es inédito que aparezca en la mochila de un compañero del mismo curso. El hecho causa revuelo e intervención de docentes y familiares. El alumno admite que se quedó con un móvil ajeno por un motivo: necesitaba revenderlo para recuperar algo de lo que había perdido en una apuesta deportiva online.

“El pibe dice que apostó mil y ganó, volvió a ganar 5000 y se engolosinó. Le pidió al padre una transferencia por Mercado Pago, diciéndole que era para otra cosa. Después, a otro pariente. Ahí mismo hacen la apuesta desde el colegio. Perdió más de 30 mil pesos. Y cuando vio el celular del compañero se le ocurrió venderlo para recuperar algo de eso. Al principio para nosotros fue una sorpresa. Pero empezamos a preguntar y el primero al que me acerqué estaba apostando en ese momento, me mostró el celular. Si nos enteramos de dos o tres casos es porque atrás hay un montón que no saltan”, lamenta una docente de inglés.

Por ser también referente de ESI, suele conversar con sus estudiantes sobre las problemáticas con las que lidian. Cuando la familia del alumno en cuestión fue citada desde la escuela, no tenía idea sobre su vínculo con las apuestas.

“Muchas veces, si los pibes pierden, los papás no se enteran. Lo hacen cuando un pibe se angustia porque ganó mucho y se asusta. Si pierde todo no pasó nada, porque en algún punto no hay registro de que es dinero real. El casino rompe la cadena simbólica de que el dinero es dinero. Si ves los billetes, es otra cosa. Si el chico deja de jugar porque se asusta, en general no es que dice ‘gané un montón y hago un plan y ahorro para las vacaciones’. La propia impulsividad los lleva a frenar y angustiarse o dicen ‘este finde me compro de todo’ y los padres se preguntan ‘zapatillas nuevas, campera nueva, ¿esto de dónde salió?’. Lo último que piensan es que sus hijos están apostando. Les da más miedo que estén vendiendo droga”, confiesa Nicolás Poliansky, psicólogo especializado en prevención y asistencia en consumos problemáticos.

La asociación civil Jugadores Anónimos trabaja en coordinación con otra, Jug-Anon, que nuclea a familiares de personas ludópatas. Laura forma parte desde hace 18 años. Ella ingresó por la adicción de su esposo, pero en el último tiempo notó que se sumaron cada vez más madres y padres. “Muchos adolescentes miraban Gran Hermano, y quienes salieron de ahí se dedicaron a promocionar el juego online, además de todo lo que aparece cuando ves un partido de fútbol. Hace mucho que nos preocupa el juego online, pero en los últimos tres meses todos los que entraron al grupo fueron padres por la situación de sus hijos”, asegura.

Pese al registro en aumento que se da entre docentes y profesionales de la salud, tanto desde el Ministerio de Educación de la Ciudad como del de la Provincia de Buenos Aires aseguraron a este medio que no tuvieron reportes específicos sobre el tema. Sí tratan la adicción a las pantallas y a la tecnología en charlas y actividades sobre consumos problemáticos en general. En las aulas, las apuestas online ya son un hecho.

“Todo se hace a través de Mercado Pago, y no tienen problemas de estar jugando en plena clase. A veces hay clima festivo entre ellos –cuenta Montaña, profesor de enseñanza media- Los padres no tienen mucha idea. Lo hablé en reunión de familias y se quedaron paralizados. No falta mucho para que esto estalle”.

«Todo el curso apostaba»

Ana es docente y trabaja en escuelas secundarias privadas de la Ciudad de Buenos Aires. En charlas con colegas supo que las apuestas online estaban aumentando entre adolescentes, hasta que el dato se volvió vivencia en su familia. Fue cuando su sobrino, de 15 años y estudiante de tercer año, entró en crisis: había perdido 30 mil pesos en una apuesta deportiva.

“De repente se puso a apostar, pero nadie sabía. Se ve que empezó a ganar, pero calladito. Hasta que un día baja de su habitación y dice mal, angustiado, ‘perdí 30 mil pesos’. La madre no entendía, se puso nerviosa, el papá también».

«Le hablaron sobre lo que es el juego, los riesgos. Después se enojó, se puso como loco, lloraba. Parece que entendió y creemos que ahora no juega más”, relata Ana, con un dejo de esperanza sin perder la inquietud que puede desencadenar algún hecho próximo.

Cuando el caso de su sobrino estalló, su familia supo que “no era solo él, era todo el curso” el que apostaba. “Plata siempre tiene, porque le transfieren para que vaya a comer con sus amigos o lo que sea. Y empiezan con nada”, advierte.

El adolescente estudia en un instituto deportivo y todo su grupo juega al fútbol. Con sus conocimientos sobre ese deporte ingresaron al universo de las apuestas online. “Los sitios de apuestas deportivas ejercen un particular atractivo entre los jóvenes. Una vez que acceden a las cuentas, se encuentran con un enorme abanico de posibilidades, desde apostar cuántos tiros de esquina puede haber hasta el resultado del primer tiempo”, dijo a Télam Juan Gossen, director de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires.

Afuera el problema ya estalló: qué medidas toman

“Allá lo están viendo antes, acá todavía no tenemos los números de países como España”, compara el psicólogo Nicolás Poliansky, de Fundación Convivir. De acuerdo a datos del Ministerio de Consumo español, los jugadores online menores de 25 años pasaron del 28% en 2016 al 48% en 2021, con 15 años como edad promedio de inicio.

“Países Bajos va a prohibir los celulares en la escuela, hace un mes Suecia suspendió la enseñanza digital. Hay un estudio español de 2019 que lo hicieron en todas las comunas de Madrid, muy representativo. Y los números meten mucho miedo: un tercio de la población hace uso no problemático y otro tercio muestra dependencia de dispositivos electrónicos”, comenta Poliansky.

Las apuestas crecían, pero ahora se suman los más chicos. Según publicó el sitio español 20 Minutos, el juego online es la principal causa de ludopatía entre la población menor de 26 años atendida en la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados. Antes de la legalización del juego online, no se registraba población menor de esa edad, pero en 2015 pasó a representar el 44% de los casos.