La visita de la filósofa y activista feminista y antirracista Angela Davis a Montevideo fue histórica, y la charla que brindó en el Teatro Solís, magistral. Discriminación, racismo, género, xenofobia, democracia y exclusión fueron algunos de los temas que recorrió frente a un público formado por colectivos de mujeres miembros de la comunidad afrodescendiente, estudiantes, intelectuales, políticos y representantes de organizaciones que la recibieron en medio de banderas africanas y carteles con su rostro y su particular cabellera, y con algunas de sus consignas más resonantes: «En una sociedad racista no basta no ser racista, es necesario ser antirracista», o bien: «No acepto las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las que no puedo aceptar», y también: «El feminismo eficaz tiene que luchar contra la homofobia, la explotación de clase, raza y género, contra el capitalismo y el imperialismo».
A teatro lleno y con transmisión en vivo por radio, tevé y Facebook, la presencia de la célebre militante nacida en Alabama, ese «dulce ángel negro» al que le dedicaron canciones los Stones y John Lennon, fue saludada por Tania Ramírez, coordinadora de Horizonte de Libertades –la asociación que invitó a Davis al Uruguay–, como un acto «reparatorio» en un momento en que América Latina recrudecen los discursos racistas, homofóbicos y patriarcales.
Angela comenzó su exposición recordando a los pueblos indígenas víctimas del colonialismo y siguió con la mención del Día Internacional del Agua (su conferencia fue el 22 de marzo), destacando que la justicia ambiental es el punto de partida de toda justicia social. «Si no podemos salvar al planeta y sus recursos, todas nuestras otras luchas no tendrán sentido», aseguró. Hizo luego un repaso por determinados momentos de su historia de militancia y recordó los tiempos en los que fue injustamente encarcelada y perseguida por sus ideas marxistas, comunistas y antirracistas en los ’70. Voces de todo el mundo se alzaron entonces para pedir su libertad. «Sé que el Partido Comunista, especialmente los jóvenes, y muchas otras organizaciones progresistas marcharon por mi libertad. Les ofrezco mi más profundo y sincero agradecimiento. Deben saber que sin su aporte y el de otras personas alrededor del mundo, no me habrían liberado. Creíamos que era el comienzo de la revolución que cambiaría todo el mundo. Cincuenta años después, y ante condiciones adversas, en América Latina no nos hemos rendido».
«Estoy muy honrada de estar en un país único en la región donde el aborto es legal. Eso quiere decir que respeta los derechos de las mujeres», celebró Davis en su discurso. En la misma línea, destacó la promulgación de leyes como la de matrimonio igualitario, la fertilización asistida, contra la violencia de género, y el hecho de no tener que ir a la cárcel por fumar marihuana. «Uruguay es un faro para el resto del mundo», señaló.
Davis fue contundente al hablar de la estrecha vinculación que existe entre el desarrollo de los complejos carcelarios industriales y el racismo, como el gran impulsor de ese proceso en la era del capitalismo global. «No visité las cárceles de aquí pero puedo asumir que, al igual que en todo el continente, una gran parte de la población carcelaria está compuesta de afrodescendientes e indígenas. Ahora, con la islamofobia, en Europa también encontrarán musulmanes, negros, y en Israel, una cantidad desproporcionada de palestinos. Las cárceles son la evidencia de la exclusión estructural, son el ‘lado B’ de las democracias capitalistas que se caracterizan por los derechos y libertades. Sin embargo, la prisión es su punto débil. Si quieren saber a quiénes se les niegan sus derechos, visiten una cárcel. Esa es la gente que habita en la periferia de la democracia».
También se refirió a la profunda afinidad que ve entre la historia de la lucha de los pueblos originarios y la de los afrodescendientes. «Los europeos no descubrieron América Latina, esta parte del continente no estaba deshabitada. Esta doctrina del supuesto ‘descubrimiento’ es terrible porque sigue condenando a los indígenas a su invisibilización», dijo, y agregó: «La historia negra está enteramente ligada con la de los pueblos originarios. Resistieron por siglos. Y seguiremos resistiendo».
Se refirió al presidente de Estados Unidos como el «ocupante» de la Casa Blanca, lo acusó de querer frenar los avances llevados adelante por Barack Obama y de instalar un discurso xenófobo basado en una supuesta amenaza por parte de las personas que deciden migrar a ese país: «Están huyendo, precisamente, de condiciones económicas generadas por corporaciones estadounidenses, de crisis que generan violencia. No son delincuentes como nos quiere hacer creer. Las corporaciones migran, el capital migra, pero cuando las personas empiezan a migrar, son llamadas ‘ilegales’. Ojalá no existan fronteras y exista una ciudadanía mundial. Mientras tanto, hay que defender a los obligados a emigrar. Deberíamos ir a las fronteras a darles la bienvenida a todos».
Subrayó que el movimiento de mujeres en su país se ha visibilizado como de mujeres blancas. «Gays y lesbianas también eran blancos. Se pensaba que lo único importante era el género». Asimismo, reflexionó sobre la lucha por los derechos civiles en el marco de instituciones a las que habría que abolir, por ejemplo, el matrimonio: «¿Cómo podemos apoyar el matrimonio igualitario y, a la vez, rechazar una institución básicamente heteropatriarcal, capitalista y que incluye a la violencia? De eso también se trata el feminismo. Por eso yo prefiero usar la expresión queer para lo identitario».
Davis hizo por fin un recorrido por la fuerte tradición de liderazgos de mujeres en la región y, en particular, en el movimiento de mujeres negras. Mencionó entonces a la activista Marielle Franco, asesinada el año pasado en Brasil, y aseguró, recibiendo la ovación más grande de la tarde montevideana: «Cuando los más oprimidos comienzan a levantarse, el mundo se subleva con nosotros». «