Es el clima de época», coinciden los especialistas. La flexibilización y la desregulación que muestran modalidades laborales como Uber o Glovo llegaron a la salud con la telemedicina, promovidas por las grandes firmas del sector. Los médicos del ámbito privado denuncian que se deteriora la relación doctor-paciente, «que desde los inicios de la medicina ha sido definida como personal». Y afirman que por esta prestación virtual no sólo se paga menos a los profesionales; tampoco hay control sobre los datos y la historia clínica del paciente/usuario, y toda la responsabilidad pasa a ser del médico, considerado un profesional independiente.
«¡Como si fuera una consulta presencial, pero desde tu celular!», se promociona Llamando al Doctor (LAD) en su web. Las consultas duran cinco minutos. El sitio ya tiene más de 300 mil usuarios y entre los «ejemplos de las afecciones que tratamos» figuran desde resfríos hasta alergias, erupciones cutáneas e «indicaciones para dejar de fumar».
Desde la Asociación de Médicos de la Actividad Privada (AMAP) denuncian que mientras las publicidades ponen énfasis en la cercanía y la inmediatez de la atención, «lo que no se dice es que se deteriora la relación médico-paciente, ya que la mirada y el examen clínico son irreemplazables». Y evocan el artículo 115 del Código de Ética de la Confederación Médica de la Argentina, donde se remarca que no es ético «el ejercicio de la medicina mediante consultas realizadas exclusivamente por carta, teléfono, radio, prensa o Internet». AMAP reclama la intervención de las autoridades para regular estas plataformas, y asegura que evalúan iniciar acciones judiciales, por considerarlas «de riesgo para las personas». Sin embargo, el 9 de enero pasado la Secretaría de Salud creó el Plan Nacional de Telesalud, que incluye la promoción de «interconsultas y asistencia de manera remota entre profesionales y pacientes, mediante nuevas tecnologías, videoconferencia o plataformas web».
«La medicina no es para jugar ni improvisar –subraya Héctor Garín, secretario general de AMAP–. Si un paciente está anémico, por teléfono no lo ves. Esto surge porque a alguien se le ocurrió que podía ganar más dinero, pero es una indignidad para el paciente y para el médico, una barbaridad por parte de los prestadores de salud». Las grandes prepagas, explica, pagaban 500 pesos al doctor una consulta domiciliaria por hora. Luego pusieron transporte propio y la cifra bajó a $ 380: «Con esta modalidad pagan 500 pesos, pero por tres o cinco consultas telefónicas por hora. La salud se flexibiliza y se banaliza».
Se trata de un fenómeno importado de Europa y Estados Unidos, donde predominan apps como MDLive y Doctor on Demand. En la Argentina, LAD vende suscripciones mensuales de $ 190 por una videollamada al mes, o dos por 285 pesos.
Desde AMAP sostienen que esta clase de prestación virtual implica una merma en la contratación de médicos en las instituciones, «que ya viene en franco declive», y destacan otro punto grave: los empresarios de la salud utilizan estos sitios y apps «para intentar desligarse de sus responsabilidades frente a los pacientes». En los términos y condiciones para el afiliado se señala que los médicos que brindan asistencia telefónica no son empleados de la empresa, sino «profesionales independientes y directamente responsables por la calidad del servicio prestado». Ni la empresa ni sus socios asumen «ninguna responsabilidad legal». El dueño de un centro de salud, explican en AMAP, puede encomendar a sus profesionales una determinada tarea pero no transferirles la responsabilidad.
Desde el Hospital Garrahan, ejemplo de calidad en telemedicina, aclararon a este diario que el Programa Nacional de Telesalud Pediátrica «es para interconsultas de profesional a profesional y nunca de paciente a profesional».
«Si se habla de telemedicina como una relación médico-paciente, nos preocupa mucho, porque no está legislado, y el paciente no sabe si sus datos son usados, por ejemplo, por la industria farmacéutica, y el riesgo de cometer un error mirando una pantalla o haciendo un múltiple choice es aberrante», asegura Alcira Fiorini, secretaria adjunta de la Asociación de Médicos Municipales. «Uno de los peligros es la pérdida del acceso a un verdadero diagnóstico. Quizás un intenso dolor de estómago no requiere recetar una pastilla, sino hacer un electrocardiograma».
Las disciplinas que trata LAD son pediatría, clínica médica y ginecología/obstetricia, la que más llama la atención por ser importante la presencia física. «Se basa en el tacto, los sentidos del médico tienen que estar a full para poder hacer un diagnóstico preciso, y por una pantalla es imposible», puntualiza Fiorini, jefa de Diagnóstico y Tratamiento del Hospital de Gastroenterología «Carlos Bonorino Udaondo».
Otra clave es el uso que se hace de los datos que aporta el paciente/usuario. Según el acta, prestan «su consentimiento expreso e informado para que LAD pueda ceder sus datos personales a los financiadores del servicio y al personal médico y administrativo de LAD». Entre sus clientes figuran Sancor Seguros, Prevención Salud, el Instituto Asegurador Mercantil, Minicuotas Ribeiro y Mapfre.
Daniel Monastersky, especialista en delitos informáticos y miembro de la International Association of Privacy Professionals, se pregunta qué sucede si el médico es hackeado, o si se pasan datos de historias clínicas a las aseguradoras: «Supongamos que pagás 15 mil pesos por mes por una póliza, y la aseguradora accede a tus datos y ve que tenés X enfermedad; entonces la prima te puede aumentar». Los datos de contacto podrán ser utilizados para envío de promociones y publicidades; también para investigaciones, y LAD puede transferir sus datos a EE UU.
Monastersky remarca que, de acuerdo a la normativa internacional de datos, «el consentimiento nunca puede ser amplio y general, sino expreso y determinado: debe decir con quién y para qué se va a compartir la información. Se puede hacer una buena aplicación, sería un gran servicio, pero siempre que cumpla con todos los requisitos legales de privacidad».
La relación de estos sitios con la salud pública es inversamente proporcional: a medida que baja el presupuesto en Salud y más gente la necesita por falta de cobertura privada, con turnos que en el hospital público demoran meses, crece la opción por consultas rápidas, aunque sea por celular.
«El paciente puede tener aplicaciones en el teléfono que registran el ejercicio o la adherencia a una dieta, o un dispositivo que mide si es diabético, o una balanza domiciliaria que envía el resultado por wifi. El paciente también se va a sentir con mayor control de su salud», declaró meses atrás Alejandro López Osornio, director de Sistemas de Información en Salud del exministerio.
Para Fiorini, la «internetización de la medicina» muchas veces genera que el paciente llegue al consultorio habiendo googleado todos sus síntomas y exija hacerse determinado estudio, aunque no sea necesario. Como alertó en un reciente artículo el MIT Technology Review, estas apps de telemedicina podrían generar un aumento en los casos de hipocondría, que actualmente llegan al 10% de la población. «
Diagnóstico virtual restringido
La polémica por la telemedicina no es potestad argentina. Hace un par de años fue parte de un intenso debate en Texas, que motivó la intervención estatal. El Consejo Médico de ese estado, donde hay escasez en la atención primaria, logró la aprobación de una de las leyes de telemedicina más restrictivas de Estados Unidos. La norma prohíbe las preguntas y respuestas intercambiadas a través de correo electrónico y mensaje de texto, y las evaluaciones por chat o teléfono, si previamente no se estableció una relación médico-paciente de modo presencial.
La Asociación Americana de Telemedicina salió al cruce, considerando que estas políticas «sólo pueden conducir a la limitación del acceso de los pacientes a una solución en la atención de su salud», y adujeron un posible aumento de los costos y la disminución de la calidad en la atención.
En cambio, la Asociación Médica de Texas sostuvo que con la ley se busca que la telemedicina «complemente los esfuerzos de los proveedores locales de salud». En el resto del mundo, sin embargo, la legislación sobre el tema es casi nula.
Llamando al doctor
Ingrid Briggiler (foto) se llama la fundadora y CEO de Llamando al Doctor. «Está bueno que cuando alguien tiene gripe tenga varias opciones: ir a la guardia, sacar un turno, llamar a un médico a domicilio… o utilizar la app», explicó en marzo del año pasado a La Nación, medio habitual en sus promociones. Según relató la «emprendedora», en noviembre de 2016 se anotó en un concurso de Experiencia Endeavor porque necesitaba 100 mil pesos para iniciar su proyecto, y logró conseguir su primera inversión para desarrollar la app, por una considerable suma: 355 mil dólares, que aportó el Centro de Innovación Tecnológica, Empresarial y Social (CITES) del grupo Sancor Seguros. Y su primer cliente: la prepaga Prevención Salud, con 52 mil afiliados. Hoy el sitio supera los 300 mil afiliados a través de cinco grandes clientes, en su mayoría empresas de medicina prepaga.
En 2017, en otra nota deLa Nación, sostuvo que entre sus posibles nuevos clientes había grupos corporativos como Techint y también el Estado, en particular el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, que en realidad debería regular este tipo de servicios. Allí declaró: «Esta va a ser la forma de comunicarse con el médico en el futuro. Estoy segura. Se va a hacer esto antes de ir a la guardia».