Nueve años pasaron desde la sanción, en 2010, de la Ley 26.618 de Matrimonio Igualitario, que fue el principio de un camino de sueños para muchas parejas del mismo sexo –más de 20 mil que pasaron por el Registro Civil–, entre ellas la que formaron Pamela Visciarelli, de 30 años, y Mariana Blanco, de 43, que hoy viven con otras dos mujeres, sus hijas Juana y Eva. Su particular historia derriba todos los mitos de aquellos que se resistían a la aceptación de las familias homoparentales, con la llegada de dos niñas que llevaron, una cada una, en sus vientres.
«La ley no sólo nos permitió acceder al derecho de casarnos. También pudimos ampliar nuestra familia, con los mismos derechos que tienen las personas heterosexuales. Pero esta ley llegó, sobre todo, para educar, para mostrar que hay otros tipos de familias: de dos mamás, de dos papás, del mismo modo en que puede haber una familia de una sola mamá o un solo papá como pasa en la actualidad, y para terminar con ese mito de que la familia iba a desaparecer, de que no iban a existir más hijos y otras falsedades que se dijeron», sostiene Pamela.
Se conocieron a través del fútbol. Cuando se aprobó aquella histórica ley para la diversidad sexual, todavía no eran pareja, pero comenzaron a salir casi enseguida. Pamela era la arquera del equipo de fútbol femenino de River Plate, y Mariana, la directora técnica. Se casaron cuando cumplieron un año de noviazgo, el 18 de noviembre de 2011.
Su deseo era ser mamás, y para eso comenzaron a hacer distintos tratamientos en busca de su primer bebé. «En ese momento no había Ley de Fertilización Asistida así que teníamos que pagar todo nosotras», cuenta Pamela. «Después de varios intentos de baja y alta complejidad que nos dieron negativos, con Mariana poniéndole el cuerpo, una doctora nos recomendó que fuera yo la que le donara los óvulos a Mariana y que ella llevara en la panza el embrión que se formaría de ese óvulo fertilizado a través de un donante. La decisión era compleja y la vivimos con mucha intensidad, porque además estaba la presión de los logros deportivos, de los resultados, y al mismo tiempo tenías un cuerpo que quería engendrar».
Y así fue. A Pamela le practicaron una aspiración de óvulos y de esa fertilización se transfirieron al vientre de Mariana dos embriones. El resto de los embriones obtenidos en ese procedimiento quedaron congelados. «Justo nos habíamos ido a jugar la Copa Libertadores a Chile, yo ya como jugadora de San Lorenzo y ella como técnica de un club chileno, y en semifinales nos encontramos. El equipo de Mariana ganó, dejó a San Lorenzo afuera, ella gritó los tres goles chilenos….y nos peleamos. Habíamos sacado pasajes para quedarnos unos días más a descansar, pero yo me volví con mis compañeras de equipo y ella después. Y cuando llegó, hicimos el test de embarazo y dio positivo».
«Fue hermoso porque eran mis óvulos dentro de la panza de ella, un combo divino y muy difícil de explicar, porque en ese momento era muy raro contarlo y que se entendiera que yo era la madre biológica, aportando el óvulo, y que Mariana era la madre gestante, la que queda embarazada y da a luz». Juana nació el 7 de mayo del 2016, el mismo día que Eva Perón, un día que no olvidarán jamás porque fue una «conquista hermosa».
«La vida con Juana hizo que nos empezáramos a enfrentar a otras cosas. De movida, nos pudimos casar por matrimonio igualitario e inscribir a Juana con los dos apellidos», cuenta Pamela, «pero hay un montón de cuestiones que tenés que salir a deconstruir, por ejemplo los formularios del jardín. Tuve que tachar varios que decían ‘nombre del padre y de la madre’. Por suerte, de a poco todo eso se va modificando: ahora viene un formulario distinto, con la palabra ‘familia'».
En noviembre de 2017, Pamela y Mariana decidieron seguir ampliando esa familia, y para ello utilizaron los embriones que habían quedado congelados. En esa oportunidad, fue Pamela quien se los hizo implantar y llevó adelante el embarazo: el 30 de agosto de 2018 llegó Eva a sus vidas.
La sonrisa se le dibuja en la cara a la futbolista nacida en Arrecifes cuando habla de sus hijas, que en cierto modo, como dice Pamela, son «mellizas», puesto que nacieron de un mismo procedimiento de fertilización asistida, aunque los embriones fueron implantados en sus madres con dos años de diferencia.
«Hoy las ves a las dos interactuando y no lo podés creer: se llevan muy bien, van al mismo jardín. Eva va a la salita de casi un año y Juana está en la de tres. Y las tratan como a cualquier nena. Vamos a las reuniones de padres y en el jardín hay una pareja de chicos en nuestra misma situación: ellos tienen un nene. El lugar es muy igualitario, y si bien Juana y Eva son muy chiquitas, ahora no tengo miedo de que en un futuro las discriminen porque tienen dos madres. Ya no me parece que sea un tema para burlarse, como que es algo que atrasa muchísimo, que ya está».
A aquella Ley de Matrimonio Igualitario, le siguieron otras igualmente pioneras en América Latina, como la Ley 26.743 de Identidad de Género y la Ley 26.862 de Fertilización Asistida, que les facilitaría a Mariana y Pamela seguir ampliando la familia. «El sueño siempre está. Nos quedaron cuatro embriones congelados que están en un centro de fertilización para que en un futuro pensemos qué queremos hacer con ellos. Pero hoy podemos decir que tenemos la familia que siempre soñamos». «
EL MÉTODO “ROPA”
El procedimiento por el cual pudieron lograr el embarazo de Mariana se conoce como método ROPA («recepción de ovocitos de la pareja»), una variante de fecundación in vitro aplicable a parejas de mujeres. Consiste en extraer y fecundar los óvulos de una de ellas e implantar el embrión obtenido en el útero de la otra.