En unos días, el 23 de diciembre, se cumplirán 70 años de la muerte de Enrique Santos Discépolo. Falleció en las vísperas de la Nochebuena de 1951 cargado de gloria por una obra excelsa e inobjetable (en la música, en el tango, en la poesía, en el cine, en el teatro, en la radio) pero cruzado de dolor e injusticias. En junio de 1951 la subsecretaría de Prensa y Difusión del primer gobierno de Perón lo invitó a participar del microprograma radial Pienso y digo lo que pienso. Aceptó con la condición de tener la responsabilidad final de cada libreto. Estuvo a cargo de ese espacio durante 37 noches. La última salió al aire el 10 de noviembre de 1951, antes de que su frágil salud se agravara lo que le impidió seguir adelante. No está de más recordar que al día siguiente los argentinos (y las argentinas: las mujeres votaron por primera vez en la historia) reeligieron a Perón para un segundo período presidencial.
Su principal interlocutor en aquellos micros era el “contrera” de ese tiempo, al que, en un momento, a partir de una carta que recibió, anónima y de tono insultante comenzó a llamar Mordisquito. ‘¿A mí me la vas a contar?’, lo desafiaba ese intelectual brillante, deslumbrado y convencido por las transformaciones del inicial peronismo, devoto de la tarea de Perón y en especial, admirador de Evita. Su tarea, de pura y clara militancia, le costó muy cara. Aunque oficialmente se dijo que murió debido a un accidente cerebro vascular no es arbitrario ni exagerado pensar que murió de pena, abandonado por amigos y atacado con furia por los reaccionarios de siempre. Los Mordisquito de estos días y los que en 1951 el santo Discepolín le mojaba la oreja con sus sermones laicos se parecen demasiado. Hace unas semanas, mientras cumplíamos con el compromiso del voto tuve necesidad de releer sus textos, incluidos en un libro que editó Argentores para su colección de “Clásicos” y que lleva un sensible prólogo de Pedro Patzer. Ahí me di cuenta que, a la par de sus inmortales tangos, su voz atraviesa los tiempos y sus textos mantienen su condición de formidables aguafuertes. Los que siguen son parte de su pensamiento, tan vivo, tan sabio, tan actual.
• “Resulta que antes no te importaba nada, y ahora te importa todo. Sobre todo, lo chiquito”.
• “Pasaste de náufrago a financista, sin bajarte del bote”.
• “Mordisquito: todo se ha movido en el mundo… estás asistiendo al momento más dramático de la historia del hombre civilizado… pero en tu país se está produciendo la revolución más sensata de que se tenga memoria… y vos no querés entender ni aceptar nada”.
• “El pueblo sabe, Mordisquito, que venís de viejos partidos que nunca hicieron nada en beneficio del pueblo, que es la patria… ¡Vos gobernaste! Y no una, sino varias veces… ¡Gobernaste mal! Infamemente… No sabés que hacer con este país cuyo destino no entendiste nunca y cuyo bienestar te repugna”.
• “La verdad: yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón… ¡Vos los creaste, con tu intolerancia, con tu crueldad! A mí lo único que me resta es agradecerte el bien enorme que, sin querer, le hiciste al país”.
• «Toda obra monumental puede ser criticada mezquinamente… por el detalle… y eso hacés vos, Mordisquito. Viste avanzar por las calles dos millones de personas felices y en vez de dejarte arrastrar por el río de la felicidad dijiste: ‘Mirá como están de cansados, esta noche ¿dónde van a dormir?’ No te diste cuenta que podían darse el lujo de sacrificar una noche de sueño, ahora que tienen el sueño asegurado por todas las noches de su vida”.
• “No puede ser que tantos estén equivocados y que la razón sea tuya, solita tu alma, parado sobre el metro cuadrado de tu terquedad. Abandoná tus prejuicios, asómate a la fiesta de los agradecidos y en una de esas, ¿Quién te dice?, el espectáculo te derriba y de tus escombros nace el argentino nuevo, el argentino que sonríe y cree”.
• “A vos te gusta otra palabra: la palabra opositor. Sos opositor porque te enamora el título de opositor… Yo no digo que un gobierno lo haga todo bien. No es humano. Pero que no haga nada bien tampoco es humano”.
• “Te quejás porque hay sopa o porque no hay… ¿Querés sopa o no querés? Elegí, porque las dos cosas al mismo tiempo no se puede”.
• “Hace muchos años y generaciones la mujer era una sonrosada prisionera con rulitos que vivía puertas adentro… después entraron en el mundo y además de ser nuestras compañeras en el hogar lo fueron también en el trabajo .Y ¿ sabés como los hombres- los patrones- agradecieron esa gauchada? : con la explotación… Esos te contestaban sobrándote: ’¿Cómo le vas a pagar igual al hombre que a la mujer?… Muchos que subieron hasta la fortuna utilizando como peldaños al lomo de mil muchachas explotadas echaban al empleado varón porque cobraba equis pesos y lo remplazaba con una mujer a quien le pagaban la cuarta parte de equis… Dignificando a la mujer, mejoramos la dignidad de los hombres… El respeto a la mujer querida – tu madre, tu novia, tu esposa -, es respeto que se te ofrece a vos también”.
Podríamos llenar la edición de este diario con otras citas. Pero no es el caso. En su cálida evocación del principio del libro Pedro Patzer menta a los que le dieron vuelta la cara y pone el foco sobre un prominente dirigente radical que tildó a Discépolo de “Vendido”. Su respuesta, desde el dolor, fue ejemplar. «¿Vendido yo? ¡Inocente! Si sabés que comprarme a mí es mal negocio. Desde que nací hasta ahora vivo de mí y de mis obras. Por fortuna, o por desgracia, no hay nadie que pueda ayudarme. Solo mis obras y el pueblo… No hay gobierno que pueda darle más, o menos, a una canción, a una película o a una obra mía. Tengo el orgullo de mi independencia. Lo que yo le debo a este gobierno es mucho más de lo que vos crees. Le debo, desde mi soledad, la enorme dicha que goza el pueblo”.
Volver a estas lecturas me hizo mucho bien. Recomiendo ese ejercicio. En especial a los que estamos al otro lado de los Mordisquito.
*Con la invalorable colaboración de Enrique Santos Discépolo. Presente. Ahora y siempre.