Cuando comenzó el juicio por el crimen de Sabina Condorí, se instaló una nueva rutina en el barrio Virgen Desatanudos, en el sur de La Rioja. Ante cada audiencia, un colectivo lleno de vecinos y vecinas partió temprano hacia los tribunales para acompañar a la mamá y las hermanas de la primera víctima de femicidio infantil en esa provincia. El sonoro reclamo de justicia de toda la comunidad se sintió dentro de la sala, por la que pasaron más de 40 personas para dar testimonio. El viernes concluyeron los alegatos, con un pedido de prisión perpetua para el único acusado y detenido.
Toda esa comunidad espera ahora la sentencia, que llegará después de la feria judicial de invierno, sin fecha confirmada aún. Roque Adrián Rodríguez es el único acusado del delito de “abuso sexual seguido de muerte» de la nena de 11 años, que el 14 de abril de 2019 salió de su casa para comprar ají en polvo y nunca volvió. Su cuerpo fue hallado en un baldío, a pocas cuadras de su hogar. La habían violado y asesinado.
Decenas de testigos pasaron ante la Cámara Tercera en lo Criminal y Correccional para contar lo que vieron ese día. Por caso, las heridas en la cara del presunto femicida, quien argumentó que eran producto de una pelea la noche anterior, aunque los vecinos lo habían visto pasar sin ellas media hora antes.
En la audiencia del viernes, el Ministerio Público Fiscal de La Rioja pidió prisión perpetua para el acusado. Los fiscales Luis Gonzales y José Oliveros Icazzati aseguraron que el delito cometido por Rodríguez califica como femicidio “porque la mato -entre otros motivos- por su condición de mujer”. El presunto femicida espera el veredicto detenido en la penitenciaría de La Rioja.
“Un hombre por el solo hecho de ser hombre se cree capaz de arrebatarle la vida a una mujer que además es una niña. Hay una doble caracterización de la víctima en este sentido, arrebata su integridad sexual y le arrebata la vida a una niña de 11 años”, afirmó el fiscal González durante la lectura de los alegatos, según consignó Página 12. Dentro de la sala escuchaban dos de las hermanas de Sabina y su mamá, Paulina. Aunque la mujer habla quechua y le cuesta pronunciarse en español, lo entiende perfecto.
“Esperábamos que él hablara y no sucedió. La última instancia era el viernes y no quiso. Pero todo lo demás reforzó su culpabilidad. La defensa de él dice que las pruebas no son suficientes y piden la absolución. No hay chances”, afirmó una de las referentes sociales que acompañan la lucha de la familia Condorí.
El desarrollo del juicio “fue muy agotador –describieron desde el entorno de Sabina- Pero hubo mucho acompañamiento desde el barrio. Cada audiencia salía un colectivo con todos los vecinos y se quedaban hasta que salía Paulina con las hijas de escuchar a los testigos. Habían armado gazebos con carteles, parlantes, contándole a la gente qué estaba pasando, repartiendo volantes”.
El día de los alegatos reunió a decenas de personas, del barrio y de distintas organizaciones sociales. Como el merendero Sonrisas Poderosas –de la red de organizaciones La Garganta Poderosa- al que asistía Sabina. El pedido desde la calle fue que la multitud crezca cuando llegue la sentencia.
“Ese día ella salió a comprar ají. Porque le gustaba comer la comida con ají. No volvió. La hemos tenido que encontrar sin vida. En el barrio lo que pasó fue por el abandono del Estado: siempre hemos gritado pidiendo alumbrado, urbanización, que se terminen las viviendas por hacer. No se cumplió. Hoy tenemos que gritar ‘justicia’ con el corazón roto”, describió cuando comenzó el juicio Claudia Veras, del merendero Sonrisas Poderosas, en diálogo con Tiempo. “Desde lo de Sabina todos quedamos con miedo. No sabemos cómo cuidarnos unos a otros”, lamentó.