Esta fecha da cierre a la Trans Awareness Week (semana de concientización trans), una serie de actividades que se llevan a cabo del 13 al 19 de noviembre en la que se busca celebrar y reivindicar la existencia de las poblaciones trans y sobre todo crear conciencia acerca de las violencias que continúan enfrentando las personas trans alrededor del mundo.
“Este día es importante porque recordamos y renombramos a las personas trans que han sido víctimas de la violencia, la discriminación y el estigma. Y también es un momento para reflexionar sobre las barreras que existen hacia las poblaciones trans para poder contar con una vida digna y derechos plenos, porque la negación de éstos tiene un impacto en las vidas de las personas trans”, comenta en entrevista Rocío Suárez, fundadora y coordinadora del Centro de Apoyo a las Identidades Trans (CAIT), una asociación mexicana que desde hace aproximadamente nueve años organiza vigilias y marchas por este día en la Ciudad de México.
¿Por qué surge?
El 28 de noviembre de 1998 Rita Hester, una mujer trans negra de Boston, Massachusetts, fue brutalmente asesinada en su apartamento, tenía 35 años.
De acuerdo a un reportaje de NBC News, días después de la muerte de Hester, 50 personas trans y aliades marcharon en protesta por la forma en que la prensa contó sobre ella, su vida y su muerte. Medios como Boston Herald y Bay Windows, un periódico LGBT se refirieron a Hester con el pronombre equivocado, negaron su identidad y usaron su deadname.
“Todo comenzó una noche, cuando hablé con otras personas trans sobre el asesinato de Rita Hester en noviembre de 1998. Hablé de lo similar que fue la muerte de Chanelle Pickett sólo tres años antes (ambas eran mujeres trans negras). Nadie con quien hablé sabía quién era Pickett, entonces me pareció claro que estábamos olvidándonos de nuestro pasado”, escribió en 2017 Gwendolyn Ann Smith, activista trans estadounidense.
A partir del asesinato de Hester, Ann Smith creó Remembering Our Dead, un sitio web donde nombraba a las personas trans asesinadas y al año siguiente al menos 150 personas trans y aliades marcharon en las calles de San Francisco (California) y Boston para honrar a Hester y otras víctimas y así nació el Día de la Remembranza Trans (TDOR, por sus siglas en inglés).
Luego de 22 años esta fecha se ha replicado en distintas ciudades del mundo y en cada territorio se realizan diversas actividades, marchas, vigilias para renombrar a las personas trans asesinadas.
Para Suárez, esta fecha es también un ejercicio de memoria histórica sobre las vidas y muertes de las personas trans”. Pues dice, “sirve para recordar que estas violencias son un fenómeno estructural, forma parte de un proceso de discriminación histórica y que cada asesinato no son hechos aislados y esto es importante de entender porque contribuye a la demanda de la justicia para cada uno de los casos y también para señalar que todas las vidas trans importan, son valiosas y que por ello son dignas”.
“El Estado sigue teniendo una deuda histórica con las personas trans”
La negación del derecho a la identidad de las personas trans, la discriminación y exclusión del entorno familia; a los servicios de salud; educación y trabajo, conforman un engranaje de violencias que permean las vidas de las personas trans y las colocan en posiciones de desigualdad y vulnerabilidad, así lo señala la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su informe de 2015 Violencia contra personas LGBTI.
El documento destaca que “la violencia contra las personas trans, en particular las mujeres trans, es el resultado de una combinación de factores: exclusión, discriminación y violencia dentro de la familia, las escuelas y la sociedad en general; falta de reconocimiento de su identidad de género; participación en ocupaciones que las ponen en mayor riesgo de violencia; y alta criminalización”. En contraste la violencia contra los hombres trans tiende a ser más invisibilizada, “las formas más comunes son la violencia en la familia y en el ámbito de salud, así como el bullying escolar”, señala el informe.
Respecto a las identidades no binarias el informe Personas Trans y de Género Diverso y sus derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (CIDH, 2020) destaca que, dado que en “la mayoría de Estados de la región, las personas no binarias no cuentan con acceso a la rectificación registral, ven vulnerado su derecho a la identidad y expresión de género. Lo anterior tiene consecuencias en el ejercicio de sus actividades diarias, incluyendo el ámbito educativo, laboral, médico y electoral, resultando en la negación de sus derechos humanos, incluyendo los derechos económicos sociales, culturales y ambientales”.
“Frente a todas estas violencias estructurales, el Estado sigue teniendo una deuda histórica con las personas trans. Hay avances legislativos en derechos, se tipifica el crimen de odio, casos que tienen carpetas de investigación, casos con alcance mediático; pero también tenemos casos que públicamente no hay claridad —sobre todo cuando las fiscalías alegan suicidio como el caso de la doctora Elizabeth (Montaño)—, aún no se incluyen los diferentes tipos de violencia en las agravantes y eso es importante porque sirve de antecedente y como base de datos de agresores que atacan por perjuicio a la expresión e identidad de género. Aún quedan pendientes para que las personas trans tengan acceso a una vida libre de violencia y procesos de justicia que no queden en la impunidad”, señala Suárez.
Además, los Estados de la región continúan sin documentar las necesidades y experiencias de las personas trans, incluyendo las violencias que la sociedad y las instituciones ejercen contra ellas. Y son los activismos los que se encargan de registrar, analizar y socializar esta información.
América Latina, la región más violenta
De octubre de 2020 al 30 de septiembre de 2021, 375 personas trans y de género no conforme fueron asesinadas en 31 países del mundo, de acuerdo a datos del proyecto Transrespect versus Transphobia de Trans Europe, organización que mantiene un observatorio de crímenes de odio contra personas trans el cual construído por activistas trans de todo el mundo.
El 96% de estos crímenes fueron contra mujeres trans. El 70% del total sucedieron en América Latina y más de la mitad de las personas asesinadas ejercían el trabajo sexual.
Desde el Centro de Apoyo a las Identidades Trans (CAIT) Rocío Suárez comenta que es importante hacer una precisión cuando se nombra a Brasil y México como los países del mundo más violentos contra las personas trans.
“No negamos que México es el segundo lugar con la mayor cantidad de personas trans asesinadas en el mundo, de hecho es cierto, pero en números absolutos. En números porcentuales lo ocupan otros países, sobre todo Honduras y El Salvador, y esta reflexión nos parece importante para no invisibilizar otras realidades”, explica Suárez.
De acuerdo a los datos de Trans Europe, justamente Brasil y México siguen siendo los países en donde más se registraron asesinatos contra personas trans con 125 y 65, respectivamente. Sin embargo, en Honduras (un país con poco más de 9 millones de habitantes) se registraron 53 asesinatos.
Pendientes para incrementar la esperanza de vida
La segunda reflexión que plantea Suárez es sobre la narrativa generalizada en relación a la esperanza de vida de las personas trans. Y precisa, “nos parece contradictorio medir la calidad de vida de las personas trans en función de los asesinatos que se tienen registrados. La afirmación que se hace de que el promedio de la edad de las personas trans es de 35, es importante que se enmarque de que se trata de aquellas que fueron asesinadas”.
Para cambiar esta perspectiva desde el Centro de Apoyo a las Identidades Trans creen necesario generar otros datos, aquellos que hablen de la calidad de vida de las personas trans.
“Si queremos incrementar la expectativa de vida de las personas trans deberíamos estar hablando de otros temas como el acceso al empleo, el porcentaje de personas trans que tienen acceso a servicios educativos, a temas de salud y esa información no existe. La pregunta es ¿por qué no hay?. Por eso es importante empezar a pensar qué otros indicadores y qué otras narrativas podemos generar para incrementar la calidad y la expectativa de vida de las personas trans”, concluye Suárez.