La referente wichí salteña, lideresa originaria y defensora de los derechos de mujeres e infancias Octorina Zamora falleció esta madrugada, a causa de una enfermedad. Su partida enlutó a las comunidades del norte argentino, por las que la mujer lucho desde la adolescencia. En los últimos tiempos, reclamó justicia por los infanticidios y femicidios de niñas y mujeres wichí, acompañó a mujeres originarias que denunciaron abusos sistemáticos y batalló por el acceso a la salud en los pueblos más postergados. Su enorme legado incluye haber acompañado la formación de su hija Tujuayliya en Cuba, convirtiéndose en la primera médica wichí.
«Octorina i leiyejh hohnat, dejó la tierra», informó su hija, Tujuayliya Gea Zamora, esta madrugada. La enfermedad la había obligado a detener su marcha, pero el reconocimiento a sus luchas siguió –y seguirá-. Ayer mismo, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) le entregó a Octorina la primera distinción honorífica “Eulogio Frites”, un reconocimiento “a su trayectoria y compromiso inclaudicable en la defensa permanente de los derechos de niños, niñas, jóvenes y mujeres de los Pueblos Originarios y del medio ambiente”.
La presidenta del INAI, Magdalena Odarda, resaltó que Octorina visibilizó “las realidades existentes en el territorio» y se esforzó por el fortalecimiento de los pueblos indígenas. “Viene sembrando semillas en muchas personas, que con seguridad seguirán acrecentando ejemplo, su legado de lucha y resistencia frente a la marginación que sufren las distintas comunidades”, dijo Odarda horas antes de la muerte de Octorina.
“El genocidio continúa. Sigue con este tipo de prácticas: infanticidios, femicidios, estupefacientes, alcoholismo. Y ausencia del Estado. Acá no hay ningún programa o proyecto que sea apuntado realmente para elevar el estatus de la juventud, de la niñez, de la vida de los pueblos indígenas. Hay una ausencia de políticas públicas. Si no estamos en la agenda del gobierno nacional ni los provinciales, vamos a seguir siendo víctimas de estos machos. Parece que para el Estado es cómodo que muramos así”, dijo Octorina a Tiempo en marzo último, tras el tercer femicidio de jóvenes wichí en el norte argentino en el año. “Estos casos siempre han ocurrido. Pero nunca se exteriorizó, nunca salió a la luz. Hay casos de hace muchos años. En Chaco, Formosa, Salta. Lo más triste es que no es solamente el femicidio o el infanticidio, es también una carga de odio, de racismo, hacia la otra persona”, lamentaba.
Octorina dedicó su vida a estas causas. En diálogo con el portal salteño Cuarto, la mujer contó años atrás que comenzó su militancia a los 13 años. Y que siempre vivió de cerca la persecución a su entorno. “Vengo de una familia de shamanes, que siempre ha vivido perseguida por la iglesia anglicana, que nunca aceptó a la familia de los sabios wichí, a la familia de los shamanes, porque decía que éramos familia de brujos, entonces no se podían hacer las prácticas, no se podía darse a conocer porque si no nos echaban de la comunidad, en aquellos tiempos, cuando había mucha persecuciones, mucho racismo. Que te echen de tu comunidad era muy terrible. Entonces, como ha podido, mi familia ha resguardado esa religiosidad, esa parte tan valiosa, que hoy la llevo con mucho orgullo. Y hoy podemos hacer una prédica más libre de lo que somos. Ser religiosa wichí es justamente ser guardiana de tu pueblo, de tu territorio, de tu espíritu”, definió años atrás.
Apenas conocida la noticia comenzaron a circular en redes sociales mensajes de agradecimiento y reconocimiento a la labor de Octorina Zamora: