El bachillerato popular Mocha Celis nació en 2011 cuando todavía no se había aprobado la ley de identidad sexual. Hoy es una asociación con una gran cantidad de programas que garantiza derechos y acaba de estrenar un edificio ubicada en Balvanera. “Te digo esto con mucho orgullo, porque pienso que no es lo mismo la representación en términos políticos que puedes tener de una persona travesti y trans cuando se reproduce en términos del imaginario colectivo, lo que dicen los medios hegemónicos de comunicación, a que cuando conoces a una persona travesti y trans. Ahí cambia totalmente porque ponés en valor de una forma muy particular la identidad de la persona”, dice a Tiempo Argentino, Manu Mireles, docente universitaria y secretaría académica del Mocha Celis.
“Este bachillerato popular travesti, trans y no binarie, fue la garantía de vida para muchísimas personas”, agregan.
-¿Cómo llegaban esas personas a la Mocha?
-Hay personas que llegaron a la Mocha en situación de prostitución y en situaciones muy precarias y hoy egresaron de La Mocha, trabajan con trabajos registrales y son docentes de la Mocha. En diez años hemos visto recorridos de vida personales y colectivos que nos llenan de orgullo y nos llenan de satisfacción porque entendemos que es parte del trabajo que creemos y que estamos haciendo. Por una parte está eso, y por otra parte somos una escuela que ha tenido que aprender a transitar el duelo porque todos los años asesinan por lo menos dos estudiantes de la Mocha. Todas estas cosas atraviesan nuestra vivencia particular como espacio. Rápidamente nos dimos cuenta de que la educación era la puerta de entrada para garantizar otros derechos, pero que no era suficiente.
-¿Qué significó para ustedes la resolución 56/2022 que prohibe el uso del lenguaje inclusivo en las escuelas?
–Cuando hablamos de lenguaje inclusivo, lo que nos proponemos es disputar lo asociado a la matriz heteronormativa, patriarcal y binaria. Cuando digo heteronormativa quiero decir que valora la heterosexualidad como única forma patriarcal, porque pone los varones en una posición de poder sobres mujeres, y binaria porque sólo reconoce la existencia de dos géneros. Cuando hablamos con la E estamos disputando ese sistema de pensamientos que genera matrices de violencia. Tantas matrices de violencia que seguimos con una altísima cifra de travesticidios y feminicidios y transfeminicidios. El lenguaje no binario no es para referirnos a las personas no binarias,sino que viene a disputar el lugar que ocupa en la producción de conocimiento y la reproducción del sentido, usar el masculino genérico. Es un lenguaje que intenta desde las bases, disputar un sistema de pensamiento
–¿Cómo impacta esa prohibición?
-Soy parte del equipo directivo de la institución. Soy una persona trans, no binaria y me prohíben que use la elle. ¿Qué hago? No salgo de mi casa, me vas a jubilar por incapacidad, porque no existo. ¿Cómo sería? No podría imaginarme desde ningún punto de vista implementar ninguna medida similar a prohibir el uso del lenguaje no binario en las aulas. El lenguaje es una marca identitaria. Incluso en Argentina la palabra travesti es la reivindicación política del colectivo. Entonces nos apoderamos de esas palabras como queer en Estados Unidos. Y hoy también nos apoderamos y resignificamos las palabras marica, puto, torta. Digo justamente hacemos del metal de las balas que nos disparan, obras de arte.
-¿Costaron las primeras experiencias de inserción a la escuela?
-Cuando La Mocha comenzó, las chicas que venían muchas son compañeras que trabajan en los circuitos prostitucionales o de trabajo sexual y costaba el horario (de 14 a 18) porque te decían «nunca me subí al subte de día». Una de las cosas que hicimos fue acompañar a estudiantes a moverse en transporte público porque a una travesti en el subte no le cargaban la tarjeta Sube o no le vendían boleto. Es decir, la mirada social fue profundamente violenta y deshumanizante. Entonces, cuando comprendemos estas cosas, no existe la pregunta «¿por qué existe un cupo laboral de personas trans?»
–¿Cambió algo?
-Hubo avances y falta mucho. Pero cambió. Sobre todo, se han logrado cambios en términos de las generaciones. Una persona trans de 50 años, que hay muy pocas sobrevivientes, te va a contar una historia muy distinta a la que te va a contar una travesti de 19.
-¿Qué le dejó al colectivo la pandemia?
-Creo que la pandemia por una parte evidencia, la grave vulneración del colectivo. Y por otra parte, sin dudas nos permitió organizarnos. En La Mocha crecimos como organización, ampliamos nuestro rango de acción, comenzamos con acciones federales porque de hecho hoy en Argentina hay 16 espacios con perspectivas travestis, trans y no binaries. En definitiva, cada vez más estamos repensando la infancia libre. El saldo de la pandemia es agridulce porque por una parte hubo estudiantes que se suicidaron, hubo estudiantes que se murieron. Todes perdimos familiares. Como sociedad fue profundamente duro y doloroso. Y también, sin duda, desde nuestra postura política, ha sido una oportunidad para crecer, para fortalecernos y para ampliar nuestra mirada y lo que entendemos que es nuestro rol político en la garantía de derechos.
-¿Cómo es el mundo académico con los travestis trans y no binaries?
-La Academia históricamente y aún hoy es un lugar que expulsa y niega las identidades travestis y trans. Eso sigue pasando. Hoy somos un poco más y estamos metiéndonos cada vez más. Yo soy docente de la FADU y la Untref, titularicé en las dos universidades y yo me presento soy Manu, soy una persona no binaria. Eso significa que no me identifico ni como hombre ni como mujer y va la clase. Cuando yo les pregunto a mis estudiantes ¿tuvieron alguna vez una profesora, profesor o profesora travesti trans? “No”, es la respuesta.
– ¿Cómo puedes ver el panorama de lo que pasa en las provincias?
-Estamos hablando de realidades completamente distintas. Yo te diría que hay varios Buenos Aires. O sea, no es que cualquier persona en Buenos Aires o cualquier identidad atraviesa las mismas cosas. Pasan cosas distintas. No es lo mismo vivir en una villa que vivir en Palermo. No es lo mismo ser afro argentine o indígena que ser una persona blanca. No es lo mismo ser hombre que ser mujer o ser mujer trans, o ser torta o ser gorda, las interseccionalidades. A nivel federal es lo mismo. Sigue pasando hoy en día, por ejemplo, que una persona trans en Salta, en un colectivo a las 12 de la noche, si pasa la policía se detienen a ver, porque asumen que nuestras identidades todavía está criminalizadas. O sea, nuestras identidades siguen estando criminalizadas y patologizadas. Pero las leyes y los avances son un punto de partida para profundizar formación, información y políticas públicas que puedan acompañar esa transformación de la sociedad.