Johana Ramallo era hincha de Gimnasia. El jueves, finalmente, el club permitió realizar un mural en el estadio de 118 y 60, en La Plata, para recordar la ausencia y negar el olvido. También para exigir justicia: a más de dos años de su desaparición la causa no tiene ningún imputado.
“Hace por lo menos un año que venimos tratando de pintar un mural de ella en la cancha. Las compañeras de la Secretaría de Genero del club fueron las que impulsaron la actividad y nos permitieron llegar al objetivo. Decimos hacerlo el 26 porque siempre hacemos una actividad en esa fecha (Johana desapareció un 26 de julio); el anterior habíamos hecho una suelta de globos en el juzgado. Es importante que en la ciudad se siga visibilizando lo de Johana y se siga teniendo presente que necesitamos que esta causa avance, se profundice y también decir que necesitamos encontrarla, porque hasta ahora lo único que se encontraron fueron restos”, le dice a Tiempo Flavia Delmas, secretaria de Género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata (UNLP), quien viene acompañando a Marta, la madre de Johana, en su reclamo de justicia.
El 26 de julio de 2017, a las 20:30, Johana, de 23 años, entró al baño de la estación de servicio de la esquina de la Avenida 1 y la Calle 63, en lo que se conoce como la Zona Roja de La Plata. Esa fue la última vez que se supo algo de ella. La familia no duda que fue víctima de una red de trata que contó con la complicidad de la policía y el Poder Judicial.
En agosto del año pasado, se hallaron restos humanos en la zona de Palo Blanco, en Berisso, y ocho meses después el juez federal de La Plata, Adolfo Ziulu, le confirmó a Marta que se trataba de su hija.
“Era importante hacer este mural, como los otros que fuimos haciendo en la ciudad, porque es una manera de dejar huellas, marcas de memoria, y también porque seguimos pidiendo justicia. No hay ningún imputado en la causa y eso es algo preocupante”, remarca Delmas.
En uno de los paredones de la cancha, tomada por la fiebre maradoniana de las últimas semanas, la pintura muestra a Johana, su flequillo morocho, una mano apoyada en uno de los pómulos. La expresión es serena y anticipa una sonrisa. Está escoltada por dos frases. Una dice: “Debemos florecer, no desaparecer”. La otra devuelve algo de ese amor que ella sentía por los colores: “El lobo te nombra porque no quiere tu olvido”.