Entre todas las propuestas y debates que surgieron dentro del III Foro Mundial de Derechos Humanos, se realizó la Entrevista pública con editoras de género para analizar la importancia de este rol en los medios de comunicación.
El panel fue organizado por la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad, la Red Par, la Defensoría del Público, la Red de Editoras de Género y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Argentina.
Del panel participaron Isabel Valdés, corresponsal de Género del diario El País España; Gabriela Weller, licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Córdoba e Ingrid Beck editora de Géneros del portal Letra P. Junto a ellas estuvieron Mirian Lewin, defensora del público y Belén Spinetta, integrante de Comunicación para la Igualdad. También participó Mariana Isasi, Jefa de Oficina del Fondo de Población de las Naciones Unidas en Argentina (UNFPA)
“Esta experiencia ha sido muy educativa muy pedagógica y muy nutritiva a nivel profesional”, dijo Isabel Valdés a Tiempo Argentino. “Encontrarte con similitudes que hay en lo que respecta a trabas y obstáculos en el día a día de nuestro trabajo en España. Argentina atraviesa un momento político y social muy parecido también por muchas cosas y esto repercute en el día a día. Pero me fascinó la voluntad, el tesón y la capacidad de seguir adelante de muchas de estas editoras, a pesar de los obstáculos”.
– ¿Cuáles son en España los obstáculos con los que te enfrentás como periodista en tu trabajo?
-La resistencia a la introducción de perspectiva de género en los medios de comunicación ocurre en todas partes. Esas resistencias a veces vienen de parte de compañeros y otras veces por parte de direcciones o jefaturas. Eso dificultan mucho el trabajo diario y están relacionadas con la convicción y el compromiso que tienen las empresas que nombraron editoras de género. Durante la exposición también noté que tenemos dificultades parecidas en el hecho de que cuando buscás fuentes para información, tratás de que sea balanceado y llamamos a mujeres y resulta que la mayoría no tiene tiempo o necesita estudiar para hablar. Pero cuando llamás a hombres, ellos siempre te atienden el teléfono y no importa si saben mucho o no del tema, ellos atienden y contestan lo que sea. En el caso de España tenemos el avance de la ultraderecha y la derecha que es directamente antifeminista. Ni siquiera hay una reacción hay un ataque directo y ahí también veo similitudes con los que sucede en la Argentina.
– ¿Cómo lo definís el rol de la editora del género, que siempre se confunde con una especie de trabajo policial dentro del medio?
-Lo de la policía del género o la policía del feminismo pasa mucho en España. Gente que habla de ese rol de esa manera. Yo creo que quien dice eso o piensa que en eso consiste nuestro trabajo en realidad no cree el compromiso con la igualdad, que hace al trabajo de la editora de género. En España el rol de la editora de género es algo transversal a todo el periódico, que va a analizar y va a tener cuidado que las informaciones, las fuentes, los enfoques y las imágenes tengan una perspectiva de género. No es sólo cuestión de tener sólo un espacio en donde quepa toda la información sino que esa información debería extenderse por todo el medio. Pero te encuentras con rechazos en el momento de poner en práctica. Y hay que aclarar siempre que con la mirada feminista no es que ponemos en práctica un sesgo a la información, sino que se está corrigiendo el sesgo histórico, patriarcal y androcéntrico que tiene toda la sociedad.
-El año 2015 fue un punto de inflexión para la Argentina en términos de crecimiento de los feminismos y la incorporación de nuevas miradas en los medios e instituciones, ¿cómo se dio en Europa?
-En Europa fue igual. Entre 2015 y 2016 hubo un crecimiento muy rápido. En España fue clarísimo durante el 2016 pero la pandemia cortó este crecimiento. Los feminismos se juntan, hablan, comparten eso lo caracteriza. Al igual que Latinoamérica, hubo un avance social y político muy grande que tiene por eso mismo resistencias tan fuertes. Parte de la sociedad patriarcal está haciendo eso, diciendo “mujeres no vayan tan rápido”. En 2018, España se convirtió en el epicentro del movimiento feminista y justo después en Latinoamérica se dio un crecimiento mucho más grande. Por ejemplo, en Argentina se comenzó a discutir el aborto, se aprobó, y así Colombia, Chile, México pasaron a ser el epicentro del feminismo. Creo que como procesos sociales vamos a la par, un poco descompasadas a veces. Eso une mucho: saber que del otro lado también hay mujeres que pelean por las mismas cosas.
-Crece bastante el odio al feminismo, ¿cómo lo analizás?
-En España tenemos un momento delicado porque ese discurso está dentro del Congreso. Tenemos un partido que es Vox y ahora estamos en un año electoral. Durante los últimos tres o cuatro años se vio cómo este discurso antifeminista de la ultraderecha calaba mucho en la derecha. Entonces todo el bloque político de esa derecha se fue movimiento más hacia ahí en lugar de centrarse. He visto cómo parte del Partido Popular iba girando un poco más en argumentos que son claramente de partidos como Vox. La reacción es una cosa cíclica e histórica pero después hay otras situaciones. Varios sociólogos y expertos explicaban que el sistema en el que se basa la sociedad occidental se siente amenazada por el feminismo. Amenazada por la natalidad, por el modelo de familia, amenazada en las estructuras económicas por la paridad a la que se quiere llegar, y en esa paridad los hombres tienen que dejar un espacio. Es decir, el feminismo pone el peligro el modelo de la sociedad históricas de todas las sociedades que conocemos. Hay quienes no quieren que eso pase. En los últimos años hemos tenido gobiernos progresistas y todo esto se vio reflejado en leyes y en prácticas. Eso para el patriarcado es todavía más peligroso porque quiere decir que el feminismo ha entrado al congreso. Antes era un movimiento sólo social y en otros países, pero ahora con las leyes entró de lleno.
-También creció el odio hacia las personas trans, incluso dentro del feminismo, ¿cuál es el panorama en España donde se da de una manera muy intensa?
–Hemos tenido una división tremenda a causa de esta cuestión. Se acaba de aprobar la Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, llamada coloquialmente Ley Trans. Es una legislación para toda la comunidad LGBTIQ, yo no esperaba ver esa herida. Cómo parte del feminismo estaba en contra a que se otorgara ese derecho, que es la autodeterminación de género. Un derecho que ustedes tiene ya hace casi 11 años. El argumento que tienen es que se desdibuja, que se borra a las mujeres otorgando esa autodeterminación a las personas trans. El feminismo se dividió. Y lo hizo de una manera tan visual como tener dos recorridos distintos el 8 de marzo o haberse separado el último 25 de noviembre. No es que se haya dividido en dos, sino que hay una parte del feminismo español que se ha escindido del movimiento general. Eso generó mucho dentro del gobierno de colisión, incluso en el partido mayoritario. La base es que si no reconoces a la otra persona como la otra persona desea es un límite porque pasa a ser un discurso de odio. Lo hemos visto en España en forma clarísima por los ataques de transexcluyentes a las mujeres trans.
-Como periodista, ¿qué trabajo hace falta profundizar?
-Hay un momento, y es lo que pasa cuando mirás con perspectiva de género, en que te das cuenta de la desigualdad que te rodea y ya no puedes dejar de verla. Creo que ese cambio mental es tremendamente importante porque puedes hilar mucho más fino con cuestiones formales. Ese clic que te hace darte cuenta que estás viviendo en un mundo que claramente no es igual para las mujeres como para los hombres. Eso se consigue con el trabajo diario. Está viendo los datos: te lo dicen los feminicidios, te lo dicen las violaciones, te lo dice la brecha salarial, te lo dice la carga mental, te lo dice la desigualdad de los cuidados. Y ese poco a poco será lo que haga que la gente vire. Yo trabajo en un lugar feminista, tengo compañeros y compañeras que tienen esa mirada y eso me hace el trabajo fácil. Pero soy consciente que no es lo común. El trabajo es hacerse ver, que la gente se dé cuenta. Ése es nuestro desafío.