Eva Duarte de Perón vuelve de recorrer Europa. Es agosto de 1947 y ella ya no es la misma que partió. Allá fue recibida como una jefa de Estado y en su recorrido por Portugal, España y Francia ofreció soluciones de alimentos, mantuvo reuniones con los políticos más importantes y hasta impidió que Francisco Franco fusilara a una mujer militante del Partido Comunista Español.
Este giro en la historia de Evita puso en alerta a la oligarquía argentina que desde su llegada a la vida de Perón la miraba con recelo. Y más aún, logró modificar el eterno anonimato de las grandes mujeres de la historia argentina, detrás de la figura de un hombre.
Evita provocaba una pasión única entre los trabajadores y las mujeres de los sectores populares que resultaba incontrolable, aunque no inexplicable. Eso la convirtió en un blanco permanente de violencias y odios que la tuvieron como centro hasta después de muerta.
Nunca ocupó un cargo oficial dentro del gobierno nacional. Su acción se desarrollaba desde la Fundación Eva Perón y el Partido Peronista Femenino constituido en 1949, el mismo año en que logró que se aprobara la ley del voto femenino, una lucha que se venía dando desde principios de ese siglo, pero cuyo tratamiento y aprobación fue posible dentro del gobierno peronista.
Odiada, esta mujer que nació un 7 de mayo de 1919 en Los Toldos, Provincia de Buenos Aires, fue durante sus años de vida política el nexo del gobierno con los gremios y la interlocutora en el mundo político del pueblo, donde estaban sus descamisados y donde era la abanderada de los humildes.
Aunque nunca se reconoció feminista, ni tampoco el feminismo de aquellas épocas la convocaba a sus filas, fue Evita Perón quien abrió el camino y convirtió en una realidad palpable la participación de las mujeres en la vida política argentina.
Este protagonismo en la historia argentina le valió a Evita no sólo las paredes pintadas con aquella lamentablemente famosa frase “Viva el cáncer”, sino también una violencia inédita sobre su mismo cadáver, que tuvo ante todo una carga disciplinadora para la clase obrera, pero sobre todo para las mujeres.
Mujer humilde y política
Ciento cuatro años después, las mujeres siguen siendo el blanco de la violencia políticas más atroz.
Milagro Salas presa ilegítimamente en Jujuy por el gobierno radical, Cristina Fernández de Kirchner proscripta y víctima de un atentado contra su vida son dos ejemplos extremos de esta violencia que se desencadena principalmente contra mujeres referentas de sectores populares. La pregunta es ¿qué mujer querría participar después de toda esta violencia? Afortunadamente la respuesta no es «ninguna». Hoy son miles las mujeres que tienen una participación vital en la construcción política de sindicatos y organizaciones sociales.
Violentar siempre
El modus operandi siempre es el mismo: apuntar contra la familia, hablar de la vida privada, y disciplinar a través de la intervención del cuerpo. Esta violencia que en los últimos tiempos ha crecido enormemente va de la mano con el aumento de la participación de las mujeres en la vida política y con haber adquirido derechos gracias a la organización.
Pero ¿qué pasa con los liderazgos y la posibilidad de que sean las mujeres quienes lleguen a ocupar cargos que realmente cambien las vidas de los y las argentinas?
Según un informe elaborado por el Ministerio del Interior a través de la Subsecretaría de Asuntos Políticos, con la ley de paridad aplicada en las elecciones nacionales de 2021 las diputadas representan el 45% de la Cámara baja y las senadoras representan el 43% de las bancas del Congreso de la Nación.
Los discursos de odio y la estigmatización de mujeres de la vida política, abundaron en los últimos tiempos, sin embargo, de Evita hasta ahora son los movimientos feministas quienes lograron dar un paso más definitivo contra la desigualdad. «