Con la Ley de Identidad de Género pudimos saber lo que era salir a comprar pan sin que nos lleven presas». Luisa Domínguez dijo esta frase unos días antes de la manifestación en reclamo de reparación para las y los travestis trans en 2021.

Habían pasado entonces nueve años de aquel 9 de mayo de 2012, cuando se votó la Ley 26.743 de Identidad de Género, que fue promulgada 15 días después. La norma, de avanzada en el mundo y sobre todo en Latinoamérica, vino a poner fin a años de violencia institucional y exclusión para un gran sector de la población.

Es cierto que queda mucho camino por recorrer. Pero también es cierto que la organización LGBT+ emprendió una lucha que sigue en pie. Sin ella y sin la decisión política de votar la ley y promulgarla con tanta rapidez no habría sido posible. Fue esa, quizás, una de las leyes más trascendentes (junto con la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo) que se votó en la Argentina en materia de ampliación de derechos.

«Donde existe una necesidad, nace un derecho», dijo Evita Perón, la abanderada de los humildes. La insuperable mujer que ayer habría cumplido 103 años. Es imposible no pensar en qué habría pasado en este país si el cáncer (aquel que el fascismo oligárquico de los ’50 vivó) no la hubiera maltratado hasta matarla. ¿Tendríamos más derechos? ¿Los habríamos conseguido antes? ¿Habría un promedio de vida de 35 años en la población travesti trans? ¿La cifra de crímenes de odio sería otra? También es imposible saberlo, lo cierto es que la lucha de Evita abrió el camino para miles de otras luchas.

Pero sí es cierto que esas leyes que ampliaron derechos se votaron dentro de gobiernos que se enmarcan en el peronismo, y que se llegó a esos votos a través de la organización y lucha popular.

¿Qué cambió en la vida de los argentinos la Ley de Identidad de Género? Cambió mucho. Haber aprobado esta ley fue sacar de las calles a miles de personas travestis que no querían ejercer la prostitución. También permitió que muchas personas pudiesen identificar que estaba forzado o forzada a vivir bajo un género impuesto.

Porque estamos hablando de una sociedad que busca la igualdad desde sus instituciones. Quién sabe si, sin tantos años de violencia institucional, el promedio de perspectiva de vida del colectivo travesti trans no sería otro.

Sin embargo, queda la reparación histórica para las personas travestis que sufrieron violencia institucional. Queda exigir la profundización de la Ley de Cupo Laboral, queda la implementación real de la Educación Sexual Integral para erradicar la discriminación y queda encontrar justicia por Tehuel, víctima de este mismo sistema que precariza la vida de las personas trans.

Luchas por los derechos

En este feroz avance de la derecha en todo el mundo, es menester que haya organización. La semana pasada trascendió que la Corte Suprema de los Estados Unidos retrocedió y debilitará la jurisprudencia a favor del derecho al aborto. Hoy las mujeres y personas gestantes organizan una marcha en cuatro estados (Washington, Nueva York, Chicago y Los Ángeles) en defensa de este derecho, mientras en sociedades civiles y colectivos se organizan para ofrecer refugio a las personas gestantes que quieren abortar.

En 2022, cuando en el mundo las leyes igualitarias se ponen en peligro, nosotras, nosotros, nosotres, celebramos diez años de haber dado un paso más dentro de la democracia. Que se sostengan.