“Se llama violación grupal. No se trata de una manada, no son animales. Y los animales además no violan. Estamos hablando de un grupo de personas que se reúnen y deciden atacar a alguien en una situación de total vulnerabilidad. Seis varones contra una mujer. La torturan de esta manera”, define Sonia Almada, psicóloga y presidenta de Aralma -asociación civil que trabaja contra las violencias- sobre el abuso sexual colectivo cometido contra una joven de 20 años en Palermo, a plena luz del día.
La especialista advierte que, si bien no hay estadísticas específicas, estos casos son “muy frecuentes. En el consultorio he recibido cantidades de casos en 28 años. Y en la organización Aralma, también. No es de ahora”. La diferencia, apunta, es que “se denuncia más”. Dice Almada: “Hay un camino realizado que es muy impresionante y muy valioso en Argentina y con Ni Una Menos hemos cambiado mucho el mundo, así que se denuncia más. Como con Thelma (Fardín) contando en los medios un delito que antes se contaba como privado. Sí ha cambiado, sí hay más denuncias, pero por supuesto no alcanza”. Sobre lo mucho que falta por recorrer, apunta a la construcción de nuevas masculinidades: “Hay que trabajar mucho en la crianza de niños, niñas y niñes, sobre nuevas masculinidades. Es urgente, no lo vamos a lograr en una sola línea, hay que trabajar globalmente”.
Como en el caso de Palermo, donde seis jóvenes están acusados de haber sometido a una chica en un auto, la especialista señala que cuando se cometen violaciones grupales “son en general contra chicas jóvenes, que iban a un boliche, como un caso en que fue a bailar y la invitaron a un trago y apareció en un descampado. Se despierta siendo violada grupalmente. Años atrás no se contaba tanto ni se denunciaba. La recibíamos en terapia, donde trataba de transitar esto con mucha vergüenza, dolor, aterrada. Porque este tipo de violencia lo que hace es encerrar más. Las mujeres siempre tenemos miedo de andar por la calle. A la noche mucho más. Salir es avisar a tu mamá o a tu amiga si llegaste, toda una cantidad de estrategias que usamos las mujeres desde muy chicas para caminar. Cuando pasa algo así, lo que pasa es que además de las secuelas comunes de cualquier violación, te empezás a encerrar, ya no salís. Porque el miedo es terrible. Si te puede pasar que fuiste a bailar y de pronto te drogaron y te violan, si vas a Palermo y de pronto estás con unos chicos hablando y de pronto a plena luz del día te pueden violar con dos de campana, no estás segura en ningún lado”.
Almada alerta sobre “el pacto de silencio entre los varones. Porque son seis varones, dos de campana, cuatro adentro (del auto) violando a la chica, y a ninguno se le ocurre decir ‘no’. Es la naturalización de la violencia social por nuestra crianza patriarcal, donde las mujeres somos objeto para satisfacer a los varones. Este caso nos puede ayudar para visibilizar lo naturalizada que está la violencia y el lugar objetal que tenemos las mujeres y los niños”.
Plantea, además, que el consumo de alcohol y drogas por parte de los agresores –algo que aún es materia de investigación, en función de las sustancias halladas en el auto- no incide sobre el eje del caso. “El alcohol y las drogas en todo caso desinhiben lo que uno ya es. No es que la droga ‘hizo que’. No es que ‘la violó porque estaba borracho’. No: era un violador y tomó alcohol. Es fundamental aclararlo. Porque si no se va la culpa hacia un elemento externo. Y esto es cultural. Antes se decía que eran enfermos mentales. Hoy sabemos que no. que se trata de la naturalización de la violencia contra mujeres y niños. Son sanos hijos del patriarcado, como decimos siempre”.