La última vez que las mujeres, lesbianas, travestis, trans, intersex y no binaries llenamos una ciudad argentina fue en el 2019 en La Plata. Fue el año siguiente al rechazo a la legalización del aborto y parte del movimiento estaba en plena campaña para quitar al macrismo del gobierno. Luego vino el cambio de gobierno, la pandemia, la aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, el acuerdo con el FMI y 3 ministrxs de economía. Temas no faltaban para volver a encontrarnos y debatir colectivamente.
No es menor la detención de las mujeres mapuches en los días previos al primer encuentro que se expresa, oficialmente, plurinacional en territorio huarpe, comechingon y ranquel. Un hecho de tal vulneración de derechos humanos y garantías constitucionales que eyectó a la primera ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gomez Alcorta. Cuando finalice el encuentro sabremos quién será la flamante ministra en un contexto de lógico agotamiento de gran parte del movimiento feminista ante la falta de respuesta de políticas públicas a reclamos históricos, pero también la falta de respuesta ante la urgencia de un empobrecimiento de las mayorías donde las mujeres y disidentes estamos sobrerrepresentadas. Vale remarcar que ante hechos tan graves, la renuncia no venga del ministerio encargado de la acción, el de Seguridad a cargo de Anibal Fernandez.
Sería imposible reducir las discusiones y las experiencias que se dan en los encuentros, con 15 ejes que se trabajan en 105 talleres que recorren muchas de las preguntas que se fueron formando en estos 35 años donde nos encontramos a lo largo y ancho del país para federalizar discusiones necesarias en las que no suele haber un acuerdo homogéneo. Son esas diferencias las que nos dan la potencia propia de un movimiento heterogéneo que no conoce de fronteras y se piensa integralmente para que llenemos de feministas todos los lugares. Tenemos muestras de éxito de esta estrategia pero también nos obliga a profundizar las discusiones y los acuerdos en un escenario de radicalización de los movimientos más reaccionarios y directamente neofascistas, en nuestro país, en la región y en todo el mundo.
Esas radicalizaciones no se dan en el vacío. La salida decretada de la pandemia involucró una profundización en las desigualdades. En nuestro país, donde la tasa de desempleo baja a costa de más trabajo precario (que, a su vez, no garantizan no estar debajo de la línea de pobreza) y los indicadores de pobreza bajan por aumentos en la indigencia es necesario discutir el modelo de desarrollo que no parece poder cumplir las condiciones necesarias para la sostenibilidad de la vida. Las limitaciones estructurales se complejizan cuando vemos un presupuesto, la hoja de ruta del gasto público, que destina más al pago de servicios de deuda que en garantizar los derechos de las mayorías.
Por todo esto, y más, les hicimos el Encuentro, para encontrar acuerdos y rutas de trabajo, porque sabemos que nunca nos regalaron nada y que en nosotras y nosotres está la potencia de transformarlo todo, para conseguir una sociedad realmente igualitaria.«