El ataque contra los feminismos y la participación de las mujeres en la vida pública atraviesa estos días los debates en torno al 8 de marzo, fecha en que se conmemora el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras.
Argentina, gracias a sus conquistas en materia de derechos de mujeres y diversidades, es un modelo a seguir, principalmente en la región pero también en otros países del mundo. Sin embargo, los discursos violentos se multiplican de la mano de referentes de la derecha, quienes utilizan el antifeminismo como parte de su campaña. La idea de que reivindicar los derechos de las mujeres es «pianta votos» sigue vigente en varios espacios políticos del país, y también en medios de comunicación de características conservadoras.
Es interesante pensar cómo la conquista de derechos de un colectivo enorme y mayoritario de una sociedad gesta una violencia que busca internalizarse en forma institucional y se traduce de diversas maneras. Por ejemplo, en fallos sin perspectiva de género, decisiones judiciales donde se atacan a las mujeres sin que importe que en el medio hay una niña (tal como sucede con el caso Arcoiris) o en situaciones donde la misoginia impide el libre ejercicio político.
La visita de un grupo de expertas de la OEA que llegó al país precisamente para abordar la violencia política dejó un informe abrumador para la vida democrática, justo este año en que se cumplen 40 de la democracia. El análisis de las mujeres destaca entre otras cosas que existe «una evidente tolerancia en los órganos del Estado que parece sistemática». Esto teje un sistema de impunidad en el que las mujeres ni siquiera saben dónde denunciar. Y en el caso de las diversidades, ni siquiera se considera su participación.
El informe también habla de los medios de comunicación y afirma que los actos de violencia política son “exacerbados” por algunos medios y redes sociales.
Y por qué este año nos importa hablar de esto. En realidad, nos importa hablar de esto, también. Porque en un contexto de crisis económica y social, de una pobreza que creció indiscutiblemente, de una inflación que no permite ni siquiera acceder a la canasta básica, es fundamental que las mujeres podamos organizarnos y sentirnos representadas. Mientras la violencia política siga creciendo, difícilmente podamos vivir en una sociedad desigual.
En este sentido, una vez más hay que volver a hablar de la Justicia y de la imperiosa necesidad de ampliar los conocimientos con una perspectiva de género. El 17 de marzo se leerá la sentencia de un segundo juicio por el femicidio de Lucía Pérez, allí se espera que esta vez los jueces fallen teniendo en cuenta una perspectiva de género y de niñez, dado que Lucía tenía 16 años. Tres días antes, los jueces que absolvieron a los femicidas enfrentaran un jury de enjuiciamiento, al que se llegó también gracias a la lucha popular de su familia.
Llegamos a un 8 de marzo con 59 crímenes por motivos de género. La violencia sobre las mujeres no se detiene. Ni la física, ni la simbólica, ni la económica, ni la sexual. Sabemos que no se puede retroceder. Por eso el movimiento de mujeres sale a las calles otra vez. Porque es allí, en forma colectiva donde se tejieron las bases y los consensos para las conquistas. Es allí donde hay que volver para la defensa de nuestros derechos. Nos vemos en la marcha. «