Leonardo Henrichsen sostiene la cámara y enfoca a una multitud de civiles corriendo despavoridos en las inmediaciones del Palacio de la Moneda. Luego el lente apunta a un grupo de militares sublevados con armas de grueso calibre, algunos a pie y otros montados en el furgón de un camión. Uno de ellos le apunta con su revolver a Henrichsen, ubicado a unos quince metros de distancia, y le dispara. El camarógrafo argentino de 33 años cae al suelo y en ese mismo instante pierde la vida.
Henrichsen se encontraba en la ciudad de Santiago trabajando como corresponsal para la cadena de televisión sueca SVT cuando el 29 de junio de 1973 un sector de las fuerzas armadas, liderado por el coronel Roberto Souper, se sublevó contra el gobierno de la Unidad Popular presidido por Salvador Allende. Ese levantamiento armado denominado “el tanquetazo” dejó una treintena de civiles fallecidos y fue la antesala del golpe de estado que dos meses después, con Augusto Pinochet a la cabeza, instauraría una de las dictaduras cívico-militares más sangrientas de la historia latinoamericana.
Si bien los militares intentaron destruir la cámara tirándola a una alcantarilla, luego fue recuperada por un grupo de reporteros chilenos y enviada a Buenos Aires para su conservación. La cinta estuvo resguardada y el video hoy está disponible en YouTube. En recuerdo de Henrichsen el Día del Camarógrafo se conmemora en la Argentina cada 29 de junio desde 1989, año en que se sancionó la Ley 23.689.
Su trágico desenlace evidencia los riesgos a los que se enfrentan los camarógrafos periodísticos cuando cubren levantamientos armados, manifestaciones sociales o incluso catástrofes naturales que les pueden costar la vida. Hoy, en plena pandemia y en la antesala de una posible tercera ola por la cepa Delta, la profesión –de inevitable presencia en la calle, interactuando con otras personas–, se vuelve aún más de riesgo.
Adrenalina constante
Gabriel Zamboni es camarógrafo del Canal 10 de Córdoba y cuenta en diálogo con Tiempo Argentino que en 1995 cuando trabajaba para Crónica TV estuvo en Rio Tercero cubriendo la explosión de la Fábrica Militar. “En ese momento no considerábamos el riesgo que significaba meternos en ese lugar, porque el incendio seguía provocando explosiones y caían esquirlas por todos lados. Encima, al lado de la Fábrica Militar estaba la planta química Atanor y, varios días después, nos enteramos que habían caído esquirlas arriba de los tanques de químicos y que eso podría haber producido una nube tóxica que nos habría matado a todos los que estábamos ahí”, cuenta Zamboni, quien además preside la Asociación de Fotógrafos y Camarógrafos Profesionales de Córdoba. “Parecía una situación de guerra. Y lo que más me llamó la atención de ese día fue cuando estábamos entrando por la avenida a Rio Tercero y vimos toda una caravana de gente caminando en silencio por ambas veredas de la avenida. Escapaban de la ciudad, pero en silencio, como si fuese una película de zombis. Nunca me voy a olvidar de esa imagen”, narra.
“También me tocó estar metido en el medio de un incendio en la montaña o cubriendo una inundación”, recuerda el camarógrafo cordobés y admite: “Esta profesión la ejerzo con gusto porque uno vive con la adrenalina constante y eso es lo que a mí me gusta. Me apasiona retratar esos hechos inusuales”.
Exposición al contagio
A partir de la irrupción de la pandemia la actividad de los medios audiovisuales fue considerada de carácter esencial. Así, a las situaciones de peligro a las que suelen enfrentarse los cámaras en la calle se le sumó el riesgo cotidiano al contagio de coronavirus. “En una manifestación siempre hay alguno que se te acerca a gritarte al lado sin tapabocas y eso es casi inevitable. Nuestro trabajo en la calle varía todos los días y la exposición al riesgo de contagiarnos es permanente”, cuenta a este medio el camarógrafo Ricardo Granata, que actualmente trabaja en la señal de cable UNIFE.
Granata además expresó su preocupación por los efectos de la pandemia y se lamentó por el fallecimiento del camarógrafo de América TV Miguel Fernández. “Era un compañero con el que yo había trabajado”, contó. Fernández murió a los 56 años el pasado 2 de junio tras contraer Covid-19 y tanto en canal América como en otras señales de televisión varios periodistas expresaron sus condolencias por la pérdida. “El hijo de Miguel nos iba pasando el parte diario a través de un grupo de WhatsApp. Imaginate cómo nos pegaba eso”, cuenta Granata con un tono compungido, y agrega que “también hubo varios compañeros internados en terapia intensiva que lograron sobrevivir”.
Por su parte, los distintos gremios de prensa y el SATSAID le reclamaron al Ministerio de Salud que sus afiliados sean incluidos como prioridad en el plan nacional de vacunación contra el Covid19. “Si fuimos esenciales durante todo este tiempo también deberíamos serlo para recibir las vacunas”, remarca Granata.
Las situaciones riesgosas a las que se exponen los camarógrafos periodísticos y que en muchas oportunidades los ubica al borde de la muerte son intrínsecas a su actividad laboral. En 1997 el camarógrafo del Canal 10 de Córdoba Gabriel Buoncristiani, que en ese entonces estaba cubriendo el Rally de Misiones, falleció a causa de las heridas provocadas por la caída del helicóptero desde donde él estaba filmando.
En julio de 2008 el corresponsal del Canal 26 Jano Ubierna recibió un balazo de goma en el ojo por parte de la policía mientras cubría una manifestación de trabajadores estatales cordobeses y, luego de ser hospitalizado, perdió el 70% de la visión de ese ojo.
“Son los gajes del oficio”, afirma en diálogo con este medio Alejandro Prado, secretario de prensa del Sindicato Argentino de Televisión (SATSAID) de la seccional La Plata, y explica que en las manifestaciones callejeras “normalmente hay un ayudante que es la espalda del camarógrafo, pero igualmente siempre se corre el riesgo a recibir piedrazos o golpes”.
“Fijate lo que pasó con los trabajadores de C5N el año pasado cuando fueron a cubrir una marcha anticuarentena en el obelisco. Les rompieron todo el móvil. Los camarógrafos de calle están expuestos a todo tipo de situaciones, dependiendo del lugar que les toque”, subraya Prado.
En jaque
Si bien en la mayoría de los estudios de TV y en los móviles de exteriores se activaron protocolos sanitarios para evitar la propagación del virus, su correcta implementación y las medidas de cuidado dispuestas por las empresas no fue igual en todos los canales. “En los únicos lugares en donde realmente se preocupan por la pandemia es en Canal 7 y en Telefé pero porque hubo un trabajo de los compañeros para que se respetaran los protocolos. En esos dos canales siempre priorizaron la salud de los trabajadores y son dos ejemplos a seguir”, declara una fuente consultada por este medio.
Por otro lado, la crisis pandémica también provocó una reducción en la producción nacional de ficciones y, a la vez, puso en jaque los puestos de trabajo en la actividad audiovisual. Y si bien las realidades son diferentes en cada sector, lo cierto es que los más perjudicados fueron los cámaras que se desempeñan en las productoras independientes. Tal es el caso de la productora Polka de Adrián Suar, donde desde el inicio de la pandemia hubo decenas de suspensiones y retrasos en el pago de salarios, lo cual provocó un conflicto entre el sindicato de televisión y la empresa que sigue vigente hasta hoy.
“La productora de Suar comenzó a rodar una nueva tira”, relata Alejandro Prado, pero “todavía hay treinta trabajadores que no fueron reincorporados a sus funciones, entre ellos varios camarógrafos”.