Zully Moreno nació un 17 de octubre, fecha icónica que parece prefigurar un destino que la unió de diferentes maneras al peronismo tanto en la vida real como en la ficción. Uno de sus primeros protagónicos fue en Historia de crímenes (Romero, 1942) donde lució el estilo diseñado por Paco Jamandreu, otra figura asociada al peronismo en su rol de modisto de Eva Perón, que también hacía su debut como vestuarista en el cine.
En 1947 Moreno protagonizó junto a Arturo de Córdoba Dios se lo pague (Amadori, 1947), una película muy popular para su época que tuvo el mérito de ser la primera ficción argentina nominada al Oscar. Su argumento remitía a la ideología justicialista hablando de un mundo de pobres que tienen conciencia social y ricas damas de beneficencia decadentes, encerradas en un mundo de apariencias. El mendigo interpretado por Arturo de Córdova daba largos discursos criticando a la burguesía especuladora y predicando un mundo por venir donde la riqueza se distribuyera con justicia. Finalmente, la conciliación de clases era posible a condición de que los ricos adoptasen los valores de los pobres: la historia de amor central lo evidenciaba. Una nueva Amalia de José Mármol en versión justicialista.
No fue la única vez que la pareja interpretó una historia de amor con reminiscencias políticas. En Santa y pecadora (Amadori, 1950), Moreno dio vida a una belleza blonda que se redime por amor a un hombre que le enseña la misericordia para con los obreros y los desamparados, clara referencia a la figura de Eva Perón. La película retomaba el argumento de la novela Nacha Regules, de Manuel Galvez, pero ahondaba en la crítica a la agraria “aristocracia ciega, sorda y sensual que pretende manejar los sentimientos como maneja el país”. Esa clase social es la verdadera malvada del filme, la cuna de todas las injusticias que engendra “una sociedad que explota a los hombres y olvida a las mujeres”.
La oligarquía es también la malvada en La mujer de las camelias (Arancibia, 1953), bizarra adaptación que extrapolaba el clásico de Dumas a Buenos Aires y Mar del Plata. Marguerite devenía en una aporteñada Margarita interpretada por la Moreno que, como la acción transcurría en el presente y no el siglo XIX, no padecía tuberculosis sino demencia degenerativa y se suicidaba en las enlodadas aguas del Riachuelo.
Casada con el director Luis César Amadori, responsable de muchas de sus películas que pueden ser leídas a la luz del peronismo, Zully Moreno no pudo escapar a las tenebrosas represalias de los golpistas del ’55. El colmo para la dictadura militar “libertadora” fue que en 1952 Amadori había escrito y dirigido para la Secretaría de Prensa y difusión de Raúl Apold el guión del cortometraje Eva Perón inmortal que, con material del archivo reconstruía los tristes días de la agonía y los funerales de Eva.
Eso signó los destinos de ambos. Amor prohibido (Amadori, 1958) rodada en 1955 vio interrumpido su estreno hasta 1958 y Amadori no pudo figurar en los créditos de la película. Fue encarcelado y torturado por militares bajo el gobierno de Aramburu. Tras salir en libertad se vio obligado a exiliarse junto a su esposa.
A su vez, Amor prohibido fue la última película de Zully Moreno. Versión local de Ana Karenina de Tolstoi, se tomaba sus licencias y actuó como una forma de justicia poética a la terrible realidad. En una escena, Ana –Zully Moreno– entra sola al Teatro Colón. Las mujeres de la alta sociedad la miran de reojo, se asoman desde los palcos, aproximan lentes para mirarla, cuchichean, fingen ignorarla y la repudian. El episodio evoca a Evita en 1944 cuando antes de estar casada con el coronel Perón asistió a las clásicas galas del 9 de julio y fue despreciada por el público asiduo al Colón. Como Eva en 1944, Zully está más bella y deslumbrante que nunca y se yergue orgullosa frente la hipocresía de la sociedad. No se puede menos que empatizar con ella y una vez más, amarla.
A 100 años de aquel luminoso 17 de octubre de 1920 en el que nacía su estrella, y aún con la euforia del 17 de octubre pasado, esa parece ser la imagen para recordarla y homenajearla.