Una pareja heterosexual de recién casados llega en su flamante automóvil a uno de esos vecindarios residenciales que se erigieron en símbolo de la época de oro del capitalismo. Al llegar al hogar, dulce hogar, el novio levanta en brazos a su esposa aún vestida de bodas para pasar el umbral. Hasta aquí nada que no hayamos visto. Es una escena clásica que alimentó la utopía de las películas rosa y que más tarde fue la pesadilla de las ficciones literarias de John Cheever y del cine de David Lynch, entre otros.
La primera variación para los no iniciados muestra que la bella mujer tiene poderes telekinéticos y que con un simple movimiento de manos puede cambiar el estatus del cartel de su supuesta casa de “Se vende” a “Vendido” y que su pareja masculina oculta bajo su elegante sombrero un rostro de metal y puede atravesar las puertas sin abrirla. Para los fanáticos del universo Marvel no hay dudas posibles: se trata de Wanda Maximov (Elizabeth Olsen), también conocida como la Bruja Escarlata y su marido, el androide Visión (Paul Bettany), ambos superhéroes de Los Vengadores. La sorpresa para los neófitos es el contexto suburbano. Y más que eso, el hecho de que, a estas alturas, Visión debería estar muerto.
Después de la apocalíptica Avengers: Infinty Wars (2018) que vio morir a los superhéroes principales y de la bíblica Avengers: Endgame (2019), en donde algunos de ellos resucitan e Iron Man, cual Jesús del cómic, entrega su vida para la salvación del mundo, se apuesta a un formato inédito para el universo superpoderoso: la sitcom. Y la saga abandona -de momento- los grandes escenarios estelares y terrestres y las batallas apoteósicas para refugiarse en los suburbios americanos.
Una familia muy normal
Para los veteranos el punto de partida no es novedoso: crecimos con historias de amor entre hechiceras y astronautas que tenían que ocultar a los demás sus poderes sobrenaturales. En efecto, los primeros episodios de WandaVision, al mismo tiempo homenajean y parodian –con una gran dosis de humor– a clásicos como Yo amo a Lucy, Mi bella genio y Hechizada. Y en principio, el objetivo del matrimonio Maximov es hacerles creer a los entrometidos del vecindario que son normales.
El homenaje se complementa con el blanco y negro de las imágenes, la estética que evoca casi explícitamente las aperturas de las series citadas, las risas grabadas que acompañan cada gag (se filtró que posiblemente el primer episodio haya contado con público en vivo) y también en escenas que lejos de apelar a efectos visuales modernos, lo hacen con la magia televisiva de los pioneros. Así, Wanda hace un pase de hechicería y agrega sendos anillos de casados en sus dedos y los de Visión, se recurre al evidente truco del pausado de cámara que refiere y tributa a la televisión de los 50.
Al mismo tiempo, WandaVision realiza una mirada crítica a aquellas ficciones televisivas que retrataban las familias ideales del estilo de vida americano -el remanido American way of life– tales como The Walton, La tribu de los Brady e incluso Los Locos Adams (que no por ser monstruos dejaban de ser tradicionales).
Matrimonio y algo más
Los ’50 en EE.UU. ocultaban bajo la fachada de los suburbios, los supermercados y los cochazos que proliferaban como la peste, el delirio colectivo racista, el temor a los comunistas y al holocausto nuclear promovido por la Unión Soviética (cualquier semejanza con la actualidad es pura coincidencia). De manera análoga, el matrimonio de superpoderosos advierte que algo no huele bien en su felicidad. Y lo ominoso flota en el aire con un misterio creciente y asfixiante a lo Agatha Christie.
La principal incógnita es, por supuesto, cómo es posible que Visión haya regresado de su muerte en Avengers: Infinity War. Teniendo en cuenta el poder mental y la asiduidad de Wanda de crear realidades paralelas cuando las circunstancias la hacen sufrir más allá de sus fuerzas, las principales hipótesis van en dirección a afirmar que se trata de una de esas alucinaciones ontológicas de la Bruja Escarlata que hubieran hecho las delicias de Freud. Pero tal como en las interpretaciones oníricas del sabio vienés como en los intentos redentores del Sr. Roarke en La isla de la fantasía, los sueños más salvajes no impiden que se filtren los demonios y las pesadillas pretéritas.
Las claves de la realidad parecen darla tan pronto algunos objetos cotidianos -un juguete tirado en el jardín que evoca a los hijos perdidos del matrimonio-, las elipsis emocionales de Wanda, o las publicidades, esas vendedoras de ilusiones ignominiosas, que rezan slogans tales como “Olvidate del pasado, este es tu futuro” o “Escápate a un mundo propio”. Otras claves son canciones de fondo como “Day Dream Believers” de The Monkees, literalmente soñar despierto que es lo que hace Wanda con la realidad. A su vez, el fundido de blanco y negro a color se sucede con el imprevisto y rápido embarazo de Wanda que tiene reminiscencias de El Mago de Oz cuando entran al país de las fantasías.
Y, como es habitual, los vecinos chismosos ofician de tales y parecen saber más de lo que dicen y aparentan. Porque todo hace suponer que la fisgona Agnes –interpretada hilarantemente por Kathryn Hahn– no es otra que Agatha Harkness, mentora y protectora de Wanda y la amiga que la ayuda a parir a los gemelos no es otra que la superheroína Mónica Rambeau.
“Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz tiene motivo especial para sentirse desgraciada”, escribió León Tolstoi en un famoso inicio de novela. Seguramente, más pronto que tarde, en los seis capítulos que restan por estrenar, Wanda deberá asumir sobre qué escombros –el asesinato de su hermano, la desaparición de sus hijos mellizos, la violenta muerte de su amado Visión– edificó la farsa de su felicidad matrimonial y de una familia muy normal. «
WandaVision
Idea: Jac Schaeffer. Director: Matt Shakman. Elenco: Elizabeth Olsen, Paul Bettany, Kathryn Hahn, Kat Dennings. Disponible en Disney+.