Isabelle Huppert, la actriz que no envejece, hace de Laura, una cantante que hace 30 años perdió la final del concurso de Eurovisión a manos de ABBA, y hoy está caída en el olvido: trabaja en una fábrica de patés. Sin embargo, ese olvido no parece traerle problemas, su vida es monótonamente ordenada y nada la perturba.
En la fábrica de paté un compañero de trabajo la reconoce. Lo llamativo es que Jean es un joven de 22 años: la conoce por el fanatismo de su padre, cuyo enamoramiento idílico de Laura le trajo más de un problema con su mujer. Jean es boxeador y la convence de cantar en una fiesta que hay en el gimnasio en el que entrena. Y ella, pese a los primeros reparos, acepta.
Lo que viene es la concreción de la insinuación del inicio: un volver a vivir -antes que empezar- con mucho sexo, el afecto olvidado durante tanto tiempo, volver a ser reconocida por el público y la prensa; todo eso que se creía perdido para siempre regresa. Pero no lo hace como si se tuviera 25 (o 17). Lo que hay es un regreso al disfrute, una entrega a quien, acaso por su juventud, acaso por no haberla conocida, tiene hacia ella esa mirada despojada de prejuicios, casi virgen, sobre su persona. Todo por ganar por más que se sepa que el futuro de esa relación puede ser nulo.
Jugada a ese tono de fábula, la película funciona pese a cierta convención y cursilería. Precisamente porque se trata de eso: aunque suene a mentira e incluso pueda significar un alto costo, volver a sentir aquello que alguna vez hizo soñar es prácticamente lo único que justifica pasar por esta tierra.
Volver a empezar (Souvenir. Bélgica, 2016). Dirección y guión: Bavo Defurne. Con: Isabelle Huppert, Kévin Azaïs, Johan Leysen y Muriel Bersy. Guión: Bavo Defurne, Jacques Boon y Yves Verbraeken. 90 minutos. Apta para mayores de 13 años.