Llega a su final la segunda gran serie épica de la década: Vikingos. En una temporada de 20 capítulos, divididos en dos partes iguales de diez, en el primer año del cambio de decena los seguidores de las historias con héroes y leyendas deberán buscar géneros y personajes más acordes con los tiempos que corren: uno en el que ya no habrá blanco y negro, los grises serán lo suficientemente turbios para estremecer y la identificación -eso que se mueve entre el deseo de lo que se quiere ser y lo que se puede ser- con los seres de ficción probablemente sea más endeble.
El principio del final comenzará el próximo 4 de diciembre en Estados Unidos y el jueves 5 de diciembre, a las 23 horas, en FOX Premium Series, para quedar disponible al día siguiente para el On Demand de Flow y Telecentro Play. En esta sexta y última temporada se sabrá cuál será el derrotero de Ragnar Lodbrok, uno de los héroes sobresalientes de la cultura nórdica que saqueó y conquistó Northumbria, Francia y Bretaña. “Siempre supe donde quería llevarla y más o menos donde terminaría si me daban la oportunidad -dijo su creador Michael Hirst-. Lo que yo intentaba hacer era escribir la saga de Ragnar Lothbrok y sus hijos. Tras seis temporadas y 89 episodios, es lo que siento, finalmente, he hecho.”
El tiempo suficiente para pasar dejando huella por la década en la que más se habló del fenómeno de las nuevas series. Para quien no la vio y quiera saber a qué debe su éxito, además del género, siempre tan atractiva al público, se puede decir que a diferencia de Game of Thrones -la serie que sin duda le abrió la puerta al demostrar que el público estaba para abrazar historias épicas y llenas de fantasías-, Vikingo tiene un toque didáctico que la historia basada en libro de George R. R. Martin no tenía, ya que no trataba de un pueblo que efectivamente había participado en la historia. Eso también le daba a la señal productora, History, la posibilidad de incursionar en otros términos en un terreno en el que hasta el momento sólo lo había hecho con productos más cercanos a las recreaciones históricas audiovisuales antes que a lo que se espera de una verdadera serie de televisión.
Luego está la gran pericia de sus realizadores, que supieron construir, a partir de datos históricos, los perfiles de los personajes, los problemas que atravesaron, levantar hipótesis acerca de por qué los hechos tomaron un curso y no otro, y de cómo los Vikingos resultaron un pueblo que desparramó su influencia y su modo de ver el mundo por todo el norte de Europa y más allá, antes de que la visión de “bárbaras violentos” que dominó durante buena parte de las centurias modernas.
“Hay 20 nuevos episodios por venir. Visitamos tres mundos nuevos en esos episodios, pasamos por grandes tragedias y gran heroísmo, y si tienes lágrimas por llorar, preparate para llorar mientras miras la temporada seis. Estoy muy orgulloso del programa. Hice lo que quise hacer, esa es la verdad”, agregó. Y es su mérito si esas emociones se producen: junto a Lagertha (Katheryn Winnick) Bjorn (Alexander Ludwig) Ivar ‘The Boneless’ (Alex Høgh Andersen) Hvitserk (Marco Ilsø) y Ubbe (Jordan Patrick Smith), entre otros, consiguió la empatía del público.
La serie es tan representativa de esa nueva tendencia que se da en muchas artes de “aprender historia a través de la ficción”, que en esta última temporada contará sobre la incursión del pueblo en “la ruta de la Seda: cada nave de guerra vikinga tenía un estandarte de Odín del que solo hemos encontrado algún fragmento, y un pequeño trozo de tela de ello, pero era seda. Así que sabemos que los vikingos estuvieron en la ruta de la seda. No sabemos si llegaron a China, pero sí que comerciaron, porque eran comerciantes además de luchadores”.
Y no hablará -o acaso sí, y esa sea la sorpresa que se anuncia pero no se revela-, que fue con la conversión de Suecia al cristianismo que la era de uno de los pueblos que más se integró culturalmente con los que invadió y venció, llegaba a su fin: el nuevo poder que ya dominaba toda Europa contaría una versión menos amable de ellos.