Vera Spinetta: «Hay que animarse para que la libertad le gane al miedo»

En poco menos de un año y medio Vera Spinetta editó un libro de poemas, tuvo su segundo hijo (Azul) y produjo y lanzó un disco: Terso. Adjetivo intercambiable con estirado, tenso, suave, liso, limpio, pulido, brillante, nítido, reluciente, satinado, puro, depurado. Vera parece tener un particular cuidado y gusto por las palabras, algo que recuerda inevitablemente a su padre. Sin embargo, escuchar el disco invita a, por lo menos, sospechar que ella encontró un camino propio.

«Sentí que en los temas que habíamos hecho y  producido había algo homogéneo, que comunicaba algo, tenía algo para decir”, resume Vera el empujón final para decidirse a debutar musicalmente luego de bastante tiempo de darle vuelta al asunto, precisamente por ser la hija de uno de los músicos más emblemáticos de la historia argentina.

-El disco arranca con «Incesante», que sobre los primeros acordes dice: “Nada de lo que te hace sufrir se desarticula al resistir”. ¿Tenías mucha resistencia a componer y grabar?

-No sé si tan literal, como estar hablando de eso, pero así se puede aplicar a eso. Como también a otras cosas, en el sentido de que si no aceptás lo que te está pasando y no intentás cambiarlo desde la acción, no va a pasar nada. Sí, lo podemos aplicar también a eso (ríe). Re, re se puede: arranca así el disco, pero la verdad que no lo había pensado de esa manera.

En pocos días Vera cumplirá 29 años. Hace unos doce meses nomás, con motivo de la publicación de Eclosión (también debut, pero en poesía), decía: “Cumplí 27, que para mí era un número crítico. Sí, pasar esa edad para mí era crítico -reafirma hoy-. Llegando a los 30 me pasa que me conozco mucho: esto es lo que soy, esto es lo que armé, con mis elecciones, mis amistades. Todo lo que vas armando en algún momento es como que te cae un poco la ficha: esta soy yo hasta ahora, qué hago con esto realmente. Tal vez cuando sos más joven, al menos hablando de mí, de lo puedo llegar a hablar con amigos, todavía estás buscando un montón de cosas de vos en el exterior, intentando atraer todo eso que tal vez ves afuera, hacia adentro, en vez de ver la realidad y lo que uno siente. Y pasar los 27 era: ‘bueno, ok, soy esto’. Y ahora que estoy por cumplir 29 siento que ya lo que soy es esto, y todo lo que vaya a construir es alrededor de esto que soy. Y decir esto soy es animarse a vivir los desafíos y los grandes amores de uno. Hay que animarse para que la libertad le gane al miedo.

-¿El libro de poemas fue parte del mismo proceso?

-Sí, creo que se complementan, digamos. Es como si estuviesen dentro de una gran etapa juntos. El libro fue hecho en un mes y medio, que fue un mes y medio que viví como un paréntesis de mi vida. Estaba muy angustiada, no podía hacer nada más que eso. Y digamos que el libro queda un poco dentro de ese paréntesis. El disco es más abarcativo en un punto.

Y sí, el disco interpela. Y lo hace más a la manera de Luis antes que a la de Dante (dos que hicieron ilustre al apellido): se trata de un disco que exige más de una escucha. La observación le gusta, si se mide por la risa que le provoca. “Está buenísimo que te haya costado un poco entrarle al disco”, reconoce. Y luego agrega: “No sé hacer canciones, no estudié música, no es mi fuerte. Pero eso necesariamente no me dio más libertad. Está bueno tener herramientas, lo vivo en la actuación, donde tengo un montón porque estudié, y para mí eso es un plus.”

Sin embargo, no tiene la mínima duda de cómo Luis habría recibido Terso. “Las únicas veces que le mostré temas siendo más chica se volvió loco mal, me escribía mails, me llamaba y me cantaba las canciones por teléfono (ríe alegre). Tal vez se las había mostrado una vez y el tipo se volvía loco de amor, las sacaba en la guitarra y me las pasaba y me pedía por favor que las grabara en el celular así como la había hecho él para que las pudiera escuchar cantadas por mí. Era muy dulce con la recepción de eso. Creo que estos temas, incluso, le habrían gustado más.”

-Para él el apellido no era problema.

-Cuando era más chica me costaba más: soy la hija de Luis, la hermana de Valentino y Dante. Siempre pienso en Dante, lo chiquito que era cuando hizo Illya Kuryaki and the Valderramas y lo valiente que fue mandarse a hacer esa música (ríe). En un punto era todo lo contrario a mi viejo y en otro no. Y era un pendejito. Tal vez cuando vamos creciendo empieza a jugar otra cosa, más de los miedos, y cuando sos chico, adolescente, no te das cuenta y te tirás a la pileta con todo. Creo que eso fue lo que le pasó a Dante. Y yo un poco dejé pasar ese momento y después ya tuve miedo, temor a mostrarme yo para mí misma. Después ya está: el amor es mucho más grande que el miedo. Que el deseo, el motor del amor, sea mucho más grande que el miedo, es porque es real. Si gana el miedo es porque no era tan real.

“El embarazo en pandemia es reloco”, define Vera, que hace unos días tuvo al hermano de Eloisa: Azul. “Terminamos como acostumbrándonos y disfrutando poder estar juntos con Juan y Eloisa en todo el proceso del embarazo. Ahora con Azul tan bebé es increíble estar todo el tiempo juntos; vamos a poder estar un montón de tiempo con él, y eso no pasa nunca. La mamá sí, si se tiene la posibilidad, porque muchas veces al mes ya tienen que volver a trabajar. Pero para el padre es un montón y para mi hija también”, destaca Vera.
Como en varias otras cuestiones, la pandemia puso en evidencia que la locura no es lo nuevo, sino lo que se vivió hasta hace poco.
“Esto es lo más natural, lo otro es como pretender que no pasa nada: ¡¿cómo vas a pretender que no pasa nada?! ¡Te pasó todo! Como hablábamos con Juan: todas las etapas pasan tan rápido, cada momento pasa tan rápido, que de repente te perdiste un montón de cosas y no van a volver. Entonces, es muy zarpado vivir todas las etapas que ellos van teniendo con mucha atención y como guardándose las memorias, porque después pasa otra cosa y ya está”, concluye la actriz y cantante.