Volvió a salir el sol en el concurso del 76o. Festival de Venecia con dos films muy diversos pero de igual calidad e interés: el francés “Gloria Mundi” con el que Robert Guédiguian prosigue indagando la problemática social y el portugués “A herdade” de Tiago Guedes, un ensayo de medio siglo de historia de su país bajo forma de telenovela.
Y eso sin olvidar el magnífico documental “Citizen Rosi” en el que Carolina Rosi reconstruye la carrera del inolvidable director de “Salvatore Giuliano” y “Cadáveres excelentes”, Francesco Rosi, del que fuera inseparable colaboradora, realizándolo con el compromiso social y político que caracterizó la obra de su padre.
En el cine actual, solo Guédiguian y el inglés Ken Loach prosiguen su incesante labor de dar visibilidad a los que no tienen voz en el mundo mostrando una familia marsellesa (la ciudad natal del director y escenario de casi todos sus films) azotada y dividida por la economía global con su herencia de desocupación, explotación y exclusión.
Sirviéndose de su fiel séquito de actores que lo siguen de film en film (su esposa Ariane Ascaride, protagonista de 20 de sus 21 películas, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Mellan), Guédiguian muestra a una familia dividida entre explotadores y explotados, entre los que se enriquecen despojándose de toda humanidad y los que se hunden en la miseria para no renunciar a su integridad.
Y de estos últimos subraya el que deban abandonar los ideales de solidaridad, urgidos por la pobreza y la necesidad (la madre que no puede hacer huelga porque debe alimentar a su familia, el chófer de Uber agredido por los taxistas por competición desleal) en un mundo donde los pobres combaten a los pobres y los ricos medran a sus expensas.
Curiosa carrera la de Tiago Guedes que de pasar a dirigir el primer film de terror del cine portugués en 2008, con su colega de siempre, Federico Serra, pasa por la problemática social y por una masacre de inicios de la república y termina con este primer film en solitario, pintando medio siglo de historia de su país con el estilo de la telenovela.
Centrando la narración en un latifundista de ideas progresistas que no vacila en explotar a sus campesinos y en preñar a sus esposas (el imponente Albano Jerónimo), Guedes recorre su ascensión y su ocaso identificándolos con la dictadura salazariana, el gobierno conservador posterior hundido en guerras coloniales que provocarían su caída por la revolución de los claveles y al fin con la entrada del país en la Unión Europea y su consiguiente industrialización.
Casi tres horas emplea Guedes para contar esta historia que el espectador puede seguir con pasión aunque se le escapen algunos detalles históricos de la trama.
Carolina Rosi entra por primera vez en una filmación de su padre a los 4 años y ahora que tiene 54 y a cuatro de su muerte de su progenitor, repasa la carrera de este concentrándose en la parte más característica: la del observador político y social en perenne lucha contra el poder, político, económico y delincuencial, denunciando la corrupción que los une indisolublemente.
Pensado ya como documental en los últimos años de vida del realizador, el film parece estar hecho por él mismo, tal es la cantidad de documentos y la calidad del comentario y su denuncia de todos los obstáculos que los poderes ocultos y no tan ocultos interpusieron en la obra de Francesco Rosi.
Para completar las ofertas loables de esta novena jornada del festival se exhibieron en primicia mundial los dos primeros episodios de la serie “Zero Zero Zero” dirigidos por Stefano Sollima (otros han sido dirigidos por nuestro Pablo Trapero que en Venecia fue premiado por la mejor opera prima por “Mundo Grúa” y por el León de plata a la dirección por “El clan”).