Las luchas feministas entre otras cosas han permitido que el cine se ocupe de mujeres paradigmáticas en la historia desde otra perspectiva. Y con directores/as capaces de dar esa nueva visión de los acontecimiento ocurridos hace ya tiempo.
Ese es lo que consigue Terence Davies, director de una delicadeza fuera de lo común que toma el trayecto de la vida de la poetisa Emily Dickinson entre su juventud (no existía la adolescencia a mediados del siglo XIX) y su muerte. Es ese tramo el que le permite entender y hacer entender la algarabía y desazón de una mujer que creyó ser más fuerte que las normas sociales, que su fina como punzante ironía y pensamiento alternativo (por defender a la mujer) para la época le permitiría primero convencer a su padre (verdadera Ley a la que hay que obedecer pero también cambiar) de que ella era distinta y podía no seguir los pasos de las mujeres de su tiempo e igual ser feliz; esto es: ser cortejada por un hombre, casarse, tener hijos, cuidarlos y morir.
De nada de esto se hace eco Dickinson. Y lo paga muy caro. Su jovialidad le permite escribir poesía con el permiso de su padre, pero su adultez la encuentra siendo rechazada por el ambiente literario dominado por los hombres: básicamente, no la entienden. ¿Cómo hacerlo si ella escribe desde su condición de mujer, ese universo que se disfraza de misterio para ocultar el sojuzgamiento? Así la vida de Dickinson se complica más de lo esperado, y ella no tiene respuesta. Se encierra, se enoja, emprende una especie de cruzada contra el mundo (todas las escenas en las que discute con su hermano son bien representativas al respecto), se quedará soltera, con todo el perjuicio que eso despertaba hacia una mujer en su época.
La ductilidad de Davies parece congeniar de maravillas con la elegancia de pensamiento de Dickinson; ambos comparten ese placer por el detalle que destaca del resto de los mortales. Así Davies entrega una película que se presenta como demasiado indie (por no usar otros calificativos prejuiciosos), pero que es entretenida por demás, con diálogos por momentos exquisitos, actuaciones a la altura y una narrativa que vuelve a hacer sentir el placer por el cine más allá de la aventura y la acción.
Una serena pasión (A Quiet Passion. Reino Unido-Bélgica, 2016). Dirección y guión: Terence Davies. Con: Cynthia Nixon, Jennifer Ehle, Duncan Duff y Keith Carradine. Drama. Apta para mayores de 13 años.