La historia dice que Alejo De Los Reyes conoció al luthier Luc Breton en una de sus presentaciones en Suiza, donde toca una vez al año. “Fue él quien me propuso grabar este disco y también la extensión: cuánta más música, mejor para el que lo escucha, me dijo”. De Los Reyes, radicado en Nueva York, se refiere así la hora y siete minutos que dura Al compás de la vihuela, su nuevo álbum de repertorio popular argentino y música renacentista española, que presentará los próximos 15 y 16 de septiembre en Buenos Aires junto a invitados como el Tata Cedrón, Isol, Pablo Alessia y el trío Fulanos de Tal, entre otros. Un álbum cuya particularidad es que ejecuta guitarras construidas al modo del siglo XVIII, y una original del siglo XIX. “La propuesta tiene mucho que ver con los instrumentos con los que toqué, que eso fue lo que llamó la atención de Luc”, sigue. Y así cuenta que el instrumento tuvo cuatro cuerdas dobles cuando llegó a América, que siguió como uno de cinco y seis cuerdas dobles, que también cambió la forma de la caja y los trastes. Y toda esa explicación, si bien larga y por ende, no reproducible del todo en un artículo periodístico, suena muy bien al oído y emociona: lo que se escuchó en el álbum tiene una explicación mucho más profunda que el talento, y eso la hace aún más apasionante. 

“Estas guitarras antiguas me llamaron mucho la atención: combinaban algunas ideas de la antigüedad con la forma de una guitarra que yo ya conocía.  Así que comencé a tocar en 2014 y después de tener una relación de un par de años con Luc, y para 2015, cuando me hizo la propuesta, ya tenía bastante tiempo tocándola y mezclando un poco: la usaba en casa para estudiar música antigua y para tocar tango. Y un poco esa es la propuesta del disco, ver cómo se puede jugar con los dos estilos y encontrar qué es lo que tienen en común”.

-¿Ya tenías está inquietud por los instrumentos de otras épocas?

-Me gustaban las guitarras antiguas pero no había llegado tan lejos como hasta el siglo 18. De hecho tengo amigos coleccionistas, pero me interesaba más la guitarra del siglo 19. Mi abuelo fue luthier, mi papá hace un tiempo se está dedicando a lo mismo, siempre hubo muchas guitarras en casa y me gusta mucho como instrumento. Por eso fui a visitarlo a Luc. Siempre tuve la mirada de tratar de aprender cosas del pasado.

-¿Qué tiene de particular la guitarra del siglo 19?

-Es el antecesor más directo de la guitarra de hoy, a la que, según mi sensibilidad, le faltan un montón de características que para mí me son muy necesarias. No solamente la blandura del sonido, cierto equilibrio entre los graves y los agudos, y también la posibilidad de formar el sonido con tu propio toque. Siempre me sentí muy inconforme con la guitarra como se la construye hoy. Y de hecho, cuando toco guitarra clásica, uso instrumentos que no son exactamente modernos: algunas guitarras de mi abuelo, que son de los años 60 o 70, y a veces incluso una más antigua, por ahí de principio del siglo 20. En España hubo un florecimiento muy grande de la guitarra a fin del siglo 19 y principios del 20. Y todo eso también está muy relacionado con la cultura de Argentina, porque en el momento del mayor florecimiento, España también cae económicamente, y la mayoría de esa gente se trasladó acá a Buenos Aires, guitarristas e incluso constructores a continuar su trabajo.

Y entonces uno entiende mejor por qué el tango y la payada compartieron escenarios y cantores, cuando el uno era orillero y la otra contenía a los mejores intérpretes. “Los tangos que grabaron Gardel o Troilo están hechos con instrumentos que no son iguales a los que usamos hoy para tocar. Tanto el instrumento como las cuerdas, que fueron de tripa por lo menos hasta el año 50. Y hay mucho de ese sonido que está muy relacionado. La cuerda de tripa, por ejemplo, cuando la tocás muy fuerte no reacciona con la misma violencia que una cuerda de nylon, que devuelve un sonido áspero. Y eso se nota mucho en las guitarras de GardelTengo una guitarra hecha en la Argentina en 1917, que la voy a usar para la presentación del jueves, que es un poquito más pequeña, y el sonido es mucho más dulce. Que son las guitarras de (José) Betinotti, Gabino Ezeiza, que por ahí te las encontrás en un anticuario, porque no tienen un gran valor comercial, pero a mí me encantan.

Cuando se elogia el trabajo que realizó en Al compás de la vihuela y la importancia de utilizar esas herramientas, De Los Reyes ríe y contesta: “Eso lo dejo por tu criterio y lo agradezco. Pero sí hay un punto de la música al que no puedo llegar con otros instrumentos. Y un buen instrumento también es un maestro: tenés que ir descubriendo cómo sacarle el mejor sonido posible. La experiencia que tuve tocando esos instrumentos es que hay que ablandarse mucho y usar todo el cuerpo en la producción de sonido. Al principio es una frustración, porque no sale el sonido. Después van pasando los años y uno se va sintiendo mejor (risas). Pero en esa diferencia se revelan muchas cosas; el cuerpo cambia en su manera de sentarse, en la manera de moverse y te permite una libertad de movimientos que en los instrumentos modernos no los podés encontrar. Y esos recursos en general los tenemos bastante perdidos, porque en el caso de las músicas populares, sobre todo las tradicionales, en el momento que se rompe, se corta la línea que une maestros y alumnos, y esas tradiciones se pierden completamente”.

Alejo De Los Reyes

Ppresenta Al compás de la vihuela. Jueves 15 a la 23, en el Café Berlín, Av. San Martín 6656, junto a Tata Cedrón. Viernes 16 a la 21, en Hasta Trilce, Maza 177, junto a Isol, Pablo Alessia y el trío Fulanos de Tal, entre otros músicos invitados.