Una novia es una película china, si se entiende por esto lo que en Argentina se quiere decir cuando se dice: es un chino. Es tan insólito que resulta divertido, tierno, en cierto sentido patético y sobre todo inexplicable, aunque entendible por cualquiera. Un chino es aquello que en buena medida por su excepcionalidad resulta dificultoso de explicar en los términos y parámetros que se suelen usar, casi como si se necesitara una explicación científica. Y entre otras razones, Una novia… lo es porque es una película bien argentina pero hecha totalmente en Shanghai y hablada en chino mandarín; en un recorrido inverso al que suelen hacen los chinos emigrantes a Argentina, Andrizzi se somete a un desafío que no es tal, es más bien el andar de quien se siente cómodo y a gusto: su dirección en ningún momento resulta forzada o forzosa, incluso con los frenos que toda escritura (en este caso la de la dirección) tiene, es fluida y amena.
Pero también el film tiene un eje bien chino: la historia cíclica, el devenir por etapas que, una vez finalizadas, vuelven a empezar. No iguales, por supuesto. La experiencia, triunfante o frustrante, obliga a empezar de otra manera. Así resulta esta historia de dos buscavidas que no descartan el robo punguista como parte de la sobrevivencia, y que como tales sueñan con el golpe que los saque de ese círculo nunca virtuoso.
Como por arte de magia, que nunca está desconectada de los mecanismos de la ilusión (algo también, bien chino), en un hotel de poca monta van a dar con un fantasma que les promete un gran botín a cambio de que entierren el cuerpo de su amante al lado de suyo; ella, también muerta hace poco, fue enterrada con su marido, pero hasta el último día de su vida le dijo que lo amaba. El dúo de buscavidas deberá desenterrar el cajón y llevarlo a un puerto donde el fantasma ya arregló para que sea embarcado y llevado donde su cuerpo ya descansa para siempre.
A partir de ahí, Andrizzi encara un viaje rutero y onírico con una mirada bien argentina, casi argenta, ese adjetivo lunfardo que califica lo que tiene una identidad más conectada con el gaucho de Sarmiento que con el compadrito de Borges. Cruza partes de la China que fascina desde las últimas décadas, y los entrelaza con los sueños y fantasías que, desde el otro lado del mundo, se supone que tienen los chinos. De alguna manera Andrizzi conecta ambos extremos del globo terráqueo con la ilusión de los protagonistas (uno más romántico, otro más materialista, aunque el primero más aferrado al dinero que el segundo) de conocer y pasar un tiempo en México, país también gustoso de esa idea argenta.
Una novia
es una película para pasar un buen momento sin mayor interés que ese, pasar un buen momento. Sin la excitación, emoción, adrenalina u otras de las costumbres promedio que el cine de hoy casi busca como fórmula. Y en ese sentido también es un chino.
Una novia de Shanghai (Argentina-China, 2016). Guión y dirección: Mauro Andrizzi. Con: Lorena Damonte, Jiao Jian, Hu Chen-gwei
Sun Yu-han.
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