El cine de terror parece haber llegado para quedarse en el ámbito de la cinematografía local. Si en el exterior la industria que hace de la sangre, los cuerpos mutilados y las decapitaciones ostentan una tradición que mueve millones de dólares desde el siglo pasado, en nuestro país la realidad es bien diferente. Pero en concreto, el terror se transformó en un género que los argentinos comenzaron a observar de manera diferente en los últimos años, al punto de contar con una presencia en la cartelera local cada vez más pronunciada.
En ese marco, este jueves se estrenará Necronomicón: el libro del infierno, de Marcelo Schapces. La historia hace foco en el universo de HP Lovecraft, el célebre escritor estadounidense que aterrorizó con sus novelas a varias generaciones de lectores mundiales. Es que Lovecraft en uno de sus relatos, concretamente en el Ciclo de Cthulhú, ubica físicamente a Necronomicón, el libro del inferno, nada más ni nada menos que en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.
Muchas historias y fábulas se crearon a partir de ese dato sensible, inclusive uno de ellos sostenía que el libro quedó a cuidado de Jorge Luis Borges en su época de director de la Biblioteca Nacional, y hasta llegó a decirse que el libro se encuentra escondido en alguna parte de los sótanos del actual edificio de la calle Agüero. De todas esas historias, leyendas y dichos nace el guión de esta película que cuenta con Diego Velázquez, María Laura Cani y las participaciones de Daniel Fanego, Cecilia Rossetto y Federico Luppi en roles determinantes.
Este es un proyecto que viene de cinco años atrás pero tiene que ver mucho con mi niñez. Desde los diez o doce años que tengo predilección por el terror, leo y veo cine fantástico desde esa edad inclusive. Así que siempre imaginé que alguna vez debía que contar un relato sobre la historia del Necronomicón y la relación que tiene con nuestra ciudad, explica Marcelo Schapces.
Omar Kichinovsky como responsable de los FX de la producción, puntualiza: Esta es una película de terror clásica, con todos los ejes del género. Desde el maquillaje, efectos típicos relacionados con lo histórico; hay criaturas, monstruos y muchas instancias que se incorporarán después de la filmación. En Argentina no se ha hecho una carga de efectos tan importantes como tendrá Necronomicón, y eso hace que se movilice todo de una manera diferente en el rodaje. Por ejemplo, tenemos que imaginarnos la existencia de un monstruo que en el set no puede verse. Así que el director tiene que pensar en eso antes de que suceda la escena. Por eso tengo que estar con él para combinar esa instancia ya que técnicamente hay que tenerlo muy en cuenta, sobre todo la coordinación de trabajo en equipo, aclara Kichinovsky.
En Necronomicon lo climático parece ser fundamental. En toda esa instancia, donde juegan factores técnicos que construyen algunos de los elementos sensibles de la película, también estuvieron presentes los imponderables. Acá hubieron dificultades importantes, aunque hay una en particular que la contaremos el día del estreno. Pero inconvenientes hay siempre, aunque no soy de detenerme ante eso porque lo irreversible es irreversible, ya sucedió y no podemos cambiarlo. Una película tiene mucho de eso. Como director trato de eludir a las dificultades o incorporarlas porque trato de ser rápido. Por ejemplo, si hacemos exteriores y se larga a llover, o lo incorporamos o eludimos, pero siempre rápido. Yo trato de no enroscarme ante la imposibilidad, dice Schapces.
El actor Diego Velázquez, por su parte, destaca: Siento que todo está bueno en esta película. Desde el guión hasta cada uno de los planteos, sobre todo por la localización de Lovecraft en Buenos Aires, siendo un poco la fábula de que Borges escondió el libro en la Biblioteca y que por eso quedó ciego. Es algo que divierte de movida y que ahora, al verlo a la distancia, es divertido. Es que yo iba a hacer otra película que finalmente no la pude hacer, pero al toque apareció Marcelo diciéndome que tenía una película para mí, y afortunadamente todo fue muy rápido. A mí el miedo me divierte, porque en definitiva, si una película está buena, es buena. Independientemente del género, el cine bueno siempre va más allá de la superficie.