Cuando en 1993 se estrenó Gatica, el Mono, séptimo largometraje de Leonardo Favio, nadie sabía quién era Edgardo Nieva. Y es probable que mucha gente siga sin saber quién es (o quién fue) este actor de carrera breve en el cine y la televisión, y algo más de trayectoria en el teatro. Sin embargo, cuando se aclara que se trata del protagonista de aquella película, el encargado de poner el cuerpo para personificar al boxeador José María Gatica, una de las leyendas más grandes del deporte argentino, entonces todo el mundo recuerda quién es Nieva. Fallecido hoy por la mañana en la Fundación Favaloro, donde estaba internado a causa de un cáncer, ese papel cambió su destino y en 1993 se convirtió en “el actor que hizo del Mono”. Tanto es así, que no es aventurado afirmar que no fue él quien le dio vida al malogrado boxeador, sino al revés: fue Gatica el que le dio vida a Edgardo Nieva.
Se puede decir también que Nieva era un laburante de la actuación. Nunca fue una estrella, ni antes ni después de Gatica, sino un tipo que se cargaba sus papeles al hombro y los llevaba a cuestas hasta donde hiciera falta. Da fe de eso su participación en un puñado de películas de bajo perfil, entre las que se cuentan Tesoro mío (Sergio Bellotti, 2000), Ni vivo ni muerto (Víctor J. Ruíz, 2002), Palermo Hollywood (Eduardo Pinto, 2004) o El expediente Santiso (Brian Maya, 2015), su último trabajo en la pantalla grande.
Además de Gatica, el Mono, que fue su debut absoluto en el cine, dentro de su filmografía se destaca su trabajo en La dama regresa, donde compartió protagonismo con la gran diva del cine argentino, Isabel Sarli. Estrenada en 1996 y dirigida por Jorge Polaco, un cineasta difícil de clasificar o definir como no sea a partir de sus excesos estéticos, La dama regresa será recordada como el regreso de la inolvidable Coca a la pantalla tras 12 años de ausencia. Y nada más.
Otra película que vale la pena destacar dentro del trabajo de Nieva es Palabra por palabra (2008), dirigida por Edgardo Cabeza. Ambientada en las Islas Malvinas durante la guerra de 1982, ahí el actor vuelve a compartir elenco junto a su joven colega Erasmo Olivera, quien 15 años antes había tenido la responsabilidad de interpretar al Gatica de la infancia en el film de Favio. En Palabra por palabra ambos vuelven a estar conectados de forma estrecha por sus personajes: Olivera interpreta a un soldadito en Malvinas, mientras que Nieva hace de su padre.
Pero es inevitable no contar la historia de Nieva sin recaer en Gatica, el Mono, aquella película de la que no fue solo protagonista, sino también su artífice. El propio actor relató muchas veces que fue suya la idea de filmar la vida trágica del boxeador y que también fue él quien le acercó el proyecto a Favio. La leyenda comienza a finales de los años ’80, cuando Nieva contactó a Zuhair Jury, hermano mayor de Favio y guionista de todas sus películas. Tenía la idea de filmar la vida de José María Gatica, leyenda del deporte argentino cuya figura se encuentra ligada con fuerza al imaginario peronista, y necesitaba que alguien escribiera el guión.
Nieva contrató a Jury y cuando el libreto estuvo listo en 1989, también le ofreció dirigir la película. El hermano de Favio rechazó la propuesta, pero al mismo tiempo le hizo una sugerencia que le cambiaría la vida. “¿Por qué no se la ofrecés a Leonardo?», cuenta el actor que le dijo el guionista, aunque no creyó que aquella fuera una buena idea. Es que por entonces el gran cineasta argentino no solo vivía en Colombia desde hacía mucho, sino que había filmado su última película casi 15 años atrás. Se trataba de Soñar, soñar (1976) y estaba protagonizada por otro gran boxeador e ídolo popular de final trágico: Carlos Monzón. A la distancia es imposible no ver en todo eso algo parecido al destino.
Nieva nunca olvidó el momento en que le ofreció a Favio dirigir la película de Gatica. Así lo recordó en una columna publicada por el diario Los Andes de Mendoza, cuando el cineasta falleció en 2012. “Me acuerdo bien de ese llamado telefónico, de cómo le conté la idea. Me dijo que le interesaba y me preguntó de quién era el guión. ‘No, ¿de Zuhair? -me dijo-. Uy, el Negrito te estafó’, me contestó en broma”. Luego se conocieron y Favio aceptó hacerse cargo del guión, pero fue sincero con el actor: no lo veía interpretando el papel de Gatica. En su lugar le ofreció como consuelo el rol de El Rusito, el amigo de la infancia del boxeador. La revelación fue para Nieva como –nunca mejor dicho— una trompada en la cara pero, igual que su idolatrado boxeador, siguió peleando hasta el final.“Yo ya tenía lágrimas en los ojos. Le dije que renunciaba a hacer de Gatica porque no quería ser una traba para que el director más grande de la Argentina volviera a filmar”, recordó Nieva esa y tantas veces. “Pero también le contesté otra cosa por respeto a mí: Leonardo, vas a encontrar caras más parecidas y mejores actores que yo, pero difícilmente a alguien que entienda mejor el motor que sacó a Gatica de la pobreza, porque yo también vengo de ahí», dice que le dijo. Y Favio, conmovido, no tardó en entregarle el protagónico de la película. Un poco porque era sensible a ese tipo de manifestaciones apasionadas, pero sobre todo porque igual que Gatica y Nieva, él también “venía de ahí”: del hambre, de una infancia de privaciones, del desprecio de clase, de hacerse a los golpes. De caer, sí, pero también de levantarse siempre. Y, claro, del peronismo, una pasión que compartían los tres.
La historia posterior es más conocida, pero no por eso menos digna de convertirse en leyenda. Para darle el papel Favio le pidió a Nieva una locura: que se operara la cara para parecerse más a Gatica. ¡Y él aceptó! Por supuesto, cómo no iba a aceptar, si no había nada que deseara más que subirse a un ring para convertirse en El Mono, como le decían los gorilas a Gatica, y desde arriba, asomado entre las cuerdas, darle la mano al propio Perón (interpretado en la película por Armando Capo), para decirle él también aquello de “General, dos potencias se saludan”. Esa pasión era la que mejor definía a Edgardo Nieva, “el actor que hizo del Mono”.