Siete años de desarrollo e investigación, con largos viajes a distintos pueblos del país y a Canadá, centro mundial de producción y generación de capitales, le demandó a Juan Pablo Lepore el desarrollo del filme documental Olvídalos y volverán por más, que se está viendo en el cine Gaumont con funciones a las 13.40 y 19.10, y que pone en el foco de la discusión los efectos contaminantes y sociales negativos que trae aparejada la megaminería.
«En el mundo ya casi no quedan vetas ni socavones sino que el oro, la plata y otros minerales, algunos aún más valiosos, se encuentran dispersos, lo que lleva a esta nueva metodología de la megaminería que no tiene más de 30 años y a través de la cual se utilizan grandes cantidades de químicos que atrapan los minerales diseminados en las montañas produciendo al mismo tiempo la contaminación a gran escala de poblaciones, la contaminación de los ríos y los suelos, la muerte de las actividades agrícolas y turísticas», cuenta Lepore a Télam.
«La idea de estos siete años de investigación fue ir conociendo las distintas problemáticas que afectan a los pueblos donde se instala la megaminería e ir reuniendo la palabra también de los referentes de las luchas sociales ambientales, planteando denuncias y también las soluciones y alternativas que ven los pueblos a estas problemáticas», destacó el realizador, integrante del Colectivo Documental Semillas y de la asociación de documentalistas DOCA.
Desde la emblemática lucha de Esquel a comienzos del siglo XXI, que llevó a la sanción de una ley que prohibió la megaminería en Chubut en 2003, otras seis provincias argentinas: Mendonza, Tucumán, La Pampa, Córdoba, San Luis y Tierra del Fuego, siguieron el mismo camino, mientras que otras favorecen el desarrollo de esta forma intensiva de explotación. El film, recorre las experiencias de luchas de sociedades como las de Jachal, Famatina y Andalgalá en contra de la instalación de emprendimientos de megaminería y se estrena a 15 días de un nuevo derrame tóxico de la mina Veladero, que administra la empresa canadiense Barrick Gold en la ciudad de San Juan. «Lo que hay a comienzos de los 90 es una suerte de Plan Cóndor minero, a través del cual el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) impulsan nuevos marcos legales para la explotación minera en todo el continente para favorecer e imponer la megaminería. Primero se hace en Chile, luego en Perú y Brasil y así en el resto de los países de la región; en Argentina en 1993 se sanciona la Ley de Inversiones Mineras en este mismo sentido», remarca el realizador.
En la película, Lépore entrevista a abogados, ecologistas, profesores universitarios, ingenieros y referentes de las luchas ambientalistas, entre ellos William Sacher, coautor del libro Negro Canadá, que señala que «la contaminación es la condición de rendimiento de los emprendimientos de la megaminería», negando la posibilidad de una megaminería limpia, controlada o sin efectos nocivos para las poblaciones cercanas. «Los enclaves mineros -destaca- se instalan en lugares que tienen culturas agrícolas o turísticas, que tienen toda una historia de actividades económicas locales y las destruyen, porque contaminan el agua y los suelos; además este experimento de la megaminería emplea muy poca mano de obra, cosa que por el contrario hacen las actividades económicas locales, que generan trabajo sustentable», destacó el realizador, que anteriormente estrenó los documentales Sin Patrón, una Revolución Permanente (2014) y La jugada del peón (2015). «Hay situaciones -cuenta Lepore- escalofriantes, hay países como Honduras o Guatemala con legislaciones muy permisivas con la megaminería y que causan daños tremendos a las poblaciones, se sabe que estos químicos que se utilizan para separar los metales son cancerígenos, creo que es necesario visibilizar esta problemática para que la gente tome una postura, es necesario que se puedan escuchar las dos voces para que la gente tome una decisión sobre su futuro».