Había que esperar al último día del concurso para ver la película candidata con mayores posibilidades en ganar al Oso de Oro al mejor film del 70 Festival de Berlín: la iraní Sheytan vojud nadara (No hay mal posible). Un alegato contra la pena de muerte dirigido por Mohammad Rasoulof que eludió la prohibición de filmar en su país aunque no tiene derecho de salir de él.
Esta película consta de cuatro episodios que son un ejemplo de narración clásica con temas fuertes y de gran actualidad, Rasoulof ha encarado el de la sharia, la ley islámica que prevé la pena de muerte para una serie de delitos comunes, pero que también puede ser utilizada por regímenes autoritarios para desembarazarse de incómodos opositores.
El argumento gira en torno a un padre de familia normalísimo que de noche debe sólo apretar un botón para ahorcar a los condenados a muerte. Así se presenta un conscripto que tendrá el valor de negarse a patear la silla que sostiene a los condenados, otro conscripto que lo hace sólo para recibir una licencia/premio para ver a su novia y, finalmente, a un hombre que elige exiliarse en un lugar remoto para no tener que ejecutar a una persona. Estas historias componen un largometraje de tema único. En realidad, el recurso a esta narración episódica se debe a que la censura de los ayatollah está menos atenta a los cortometrajes que no tienen difusión comercial. También ayuda a hacer menos conspicua la actividad del realizador, confinado en su propia casa, que le sirve también de estudio, mientras los exteriores son dirigidos por asistentes en base a precisas indicaciones suyas.
No hay mal posible es uno de esos films valientes a los que nos tienen acostumbrados los cineastas iraníes que, por razones a veces oscuras, tienen prohibido ejercer su oficio, lo que no les impide seguir testimoniando el ansia de libertad de la parte más esclarecida de su pueblo.
Hasta ahora el máximo aspirante al premio mayor era el film norteamericano Never Rarely Sometimes Always, tercer largometraje de Eliza Pittman, una directora premiada en Sundance, que cuenta las tribulaciones que padece una adolescente para lograr un aborto en una Nueva York, al principio inhóspita e indiferente, pero luego cordial y acogedora gracias a la simpatía del personal hospitalario que continúa con su trabajo a pesar de las manifestaciones antiabortistas que estacionan permanentemente frente al hospital.
Con cierta característica ignorancia de las adolescentes, Autumn (la excepcional debutante Sidney Flanigan) piensa que transcurre su décima semana de embarazo cuando en cambio está en el décimo octavo y las leyes de su estado le imponen ir a Nueva York para abortar. Con el escaso dinero que logran juntar ella y su prima (la también debutante Talia Ryder) se atreverán a esta odisea que las llevará a conocerse mejor a ellas mismas y tener conciencia de la fuerza con la que afrontarán su vida futura. El título del film se refiere a una pregunta del cuestionario al que deben someterse las mujeres que piensan abortar con ayuda del estado, sobre si han sufrido violencias sexuales. Pero el plano secuencia en el que la joven debe responder las preguntas, no sólo personales sino sobre todo humillantes, es uno de los puntos altos de la película gracias a la excelente interpretación de Sidney Flanigan, merecedora del Oso de Oro a la mejor actriz.
Dos de los doce films argentinos presentes en esta Berlinale recibieron elogios por parte de las dos publicaciones corporativas mundiales más importantes, la norteamericana Variety y la inglesa Screen International. De El prófugo, de Natalia Meta (basada en la novela El mal menor de Cahrlie Feiling, que participó en el concurso el segundo día del festival, declararon respectivamente que “si bien es un objeto difícil de catalogar, es también un film de notable entretenimiento gracias en parte a una excelente interpretación de Érica Rivas” (Screen) mientras Variety elogia la actuación de la misma Rivas “que da un toque de humor travieso a una comedia de ritmo seguro y que conquista por su negativa a tomarse en serio”.
Por su parte, Las mil y una, también segundo largometraje como Meta de Clarisa Navas, que inaugurara la sección paralela informativa “Panorama”, merece la aprobación de Screen por “presentar la complicada vida de los adolescentes de los barrios marginales de su provincia natal con duro realismo” y agrega que “si bien tal vez la ambición (de la directora) sea más grande que los logros, lo cierto es que el film es potente y desafiante” y tendrá una exitosa carrera en los distintos festivales.
La revista Variety también le vaticina una saludable carrera en los festivales que tocan los temas LGBTQ y los films dirigidos por mujeres, pero no cree que tenga mucha repercusión en otros ámbitos (la revista norteamericana privilegia los aspectos más comerciales que artísticos). Sin embargo también elogia la actuación de los actores, casi todos muy jóvenes y no profesionales, y asegura que “es gracias a ellos que los personajes que interpretan adquieren tridimensionalidad, superior a la que ofrecen el guión y la dirección”.