Una comedia que hace honor a la sencillez y de la obviedad su enemigo a vencer. Con un Dwayne Johnson cada vez más comediante y mejor actor, cuenta la historia de dos tipos al que eventualmente unió la secundaria, separó la vida y volvió a unir la necesidad. Johnson fue un gordo de esos que se llevan todos los boletos del bullying; su amigo, Kevin Hart, el más destacado, el que todos apostaban que un día sería ése al que todos les gustaría ser. La vida, esa caprichosa, cambia sus caminos, y Johnson se vuelve un tipo genial, agradable e irresistible, y Hart no se soporta a sí mismo: como le hicieron creer que la vida lo eligió, ahora él cree que no estuvo a la altura de las circunstancias.
Desde ahí, el film comienza a dar sorpresas. Pequeñas y grandes, todas sencillas y rápidamente reveladas, sin vueltas. Los dos comediantes tienen sus escenas en las que todos los comediantes se lucen y disfrutan, pero aquí no se abusa. Juega con la amistad y el confiarse uno a al otro, la autopercepción del ganador y el perdedor, la relatividad de las identidades y lo decisivo de las circunstancias. Todo sin el énfasis de la seriedad ni con la liviandad del superado; lo dice como si sencillamente transcurriera. Porque lo que le interesa es sostener el ritmo de comedia (su propio ritmo, no uno supuestamente modélico) y lo respeta, al punto de no detenerse en lo que entorpezca ese andar. Una película respetuosa con sí misma y el espectador.
Excepto en el final, cuando pierde ese estilo que en el resto del film parece tan fácilmente logrado, es de las películas que permiten distraerse y esbozar la sonrisa de la liviandad. Y pensar que podría mirar lo propio con el mismo tono.
Un espía y medio (Central Intelligence. Estados Unidos, 2016). Guión: Ike Barinholtz y David Stassen. Dirección: Rawson Marshall Thurber. Con: Dwayne Johnson, Kevin Hart. Amy Ryan, Jason Bateman, Aaron Paul. 107 minutos. Apta mayores de 13 años.