Sombras, luces, cuerpos, gestos, brumas. La ausencia y el dolor más profundo expresados con una contundencia que cala los huesos. La cuna vacía hace volar en mil pedazos el contrato ordinario entre espectador y obra. Funciona como una construcción coral en la que se suceden hombres y mujeres casi siempre encandilados de penumbra y huérfanos de palabras, pero con una potencia expresiva arrolladora. Es teatro con mirada de cine, arquitectura, pintura y más.
La obra de Omar Pacheco superó la barrera de los diez años en cartel e inicia una nueva temporada con las mismas convicciones y desafíos de siempre. Pero hay algo seguro: nadie sale igual después de ver La cuna vacía. .
«A mí me puede llevar tres años hacer una obra. Las hacemos para perdurar. Cinco puertas, por ejemplo, estuvo en cartel durante aproximadamente seis años. Pero La cuna vacía rompe límites año a año y nos llena de orgullo, explica Pacheco. El autor y director agrega: Sentimos que tenemos una hinchada propia que se construyó de boca en boca. No contamos con publicidad. No podríamos pagarla y no nos interesa. Creemos en una estética y una ideología concretadas en obra. La cuna vacía refiere a lo sucedido en la última dictadura, pero también habla de un drama universal. Creo que por todo eso conmueve los cuerpos de quienes la vienen a ver.
El autor y director no cree en los elencos. Por eso trabaja con un grupo de actores que le ponen el cuerpo a la obra, los talleres y el teatro La Otra Orilla. El colectivo de 14 actores apuntalan una experiencia única que ya llegó a Misiones, Mendoza, Salta, Jujuy, Córdoba, Colombia, Zaragoza y Sevilla.
Pacheco fue construyendo esta mirada singularísima durante más de 35 años. Entre sus trabajos más emblemáticos se encuentran Obsesiones, Sueños y ceremonias, Memoria, Cinco puertas y Del otro lado del mar. En breve estrenará Dashua, un manifiesto que desnuda la violencia contra las mujeres. Fueron muchos años y trabajo para llegar a esta síntesis explica. Algunos dicen que hago dramaturgia corporal; otros, dramaturgia del espacio. A mí no me interesan los nombres. Lo entiendo como un sistema de comunicación que no se sostiene en la palabra retórica. Hacemos un teatro completamente antagónico. «