Desde el jueves y hasta el miércoles se lleva a cabo en salas de la Ciudad de Buenos Aires y en Avellaneda la 6ª edición del Festival Internacional de Cine Político (FICIP) que, con entrada libre y gratuita, ofrece una programación de cintas de distintos países con la intención de ampliar conocimientos y desarticular prejuicios sobre diversos temas de interés general.
Clelia Isasmendi, una de las organizadoras del Festival, consideró que el espacio «propone ser un escaparate de lo que está sucediendo en la producción de películas relativas a realidades de los diferentes pueblos y culturas a nivel mundial».
En tanto Cecilia Fiel, documentalista y profesora de cine, quien forma parte del jurado, dijo a Tiempo: «Es un festival necesario porque muestra películas de ficción y documentales (y aceptamos aún hoy esta división) que no se ven en los festivales tradicionales. Esto implica que se valorice una mirada que escapa a la hegemónica, al canon, a la que sostienen y, por sobre todo, reproducen los festivales tradicionales».
¿Cuáles son los criterios que tomás en cuenta a la hora de la evaluación final?
Por supuesto que pensar lo político debe exceder lo meramente temático o lo militante. Me interesa que lo representado, eso que se cuenta, vaya acompañado por una forma de representación novedosa, que salga de los estándares que siempre es lo más difícil. Pero al mismo tiempo, debo ser consciente de que en este festival se apunta a la formación de otro tipo de espectador, distinto al de los festivales más conocidos, más versado en historia y política que en lo estrictamente cinematográfico, y esto se observa con solo ver la selección de films. En lo personal trataré de compensar estas cuestiones.
¿Dónde está puesto hoy el riesgo en la realización de cine documental?
Creo que hay un riesgo primario que es la elección del qué y del cómo contarlo. Pero lo que uno ve en muchos documentales presentados en el FICIP, por ejemplo en Tierras tomadas (Amandine D’Elia, Colombia), es que el riesgo está en ser herido o caer muerto por las balas de los paramilitares. Y la cámara está ahí, sostenida por su director, entre balas y piedras. Ambos riesgos están presentes en este festival. «