Fueron unos tres años y medio de seguirlo con la cámara. Rubén Darío Castiñeiras, más conocido como «El Pepo», había tenido una vida plagada de excesos y carencias que lo llevaron a cometer errores que le costaron seis años en la cárcel. Al salir tendría que rearmar su camino. Esa historia de vida tenía todo los elementos que el cine busca: era cuestión de encontrar la mejor manera de relatarlo.
De alguna manera para consagrar su carrera, y también como testimonio de resurrección, se estrenó este jueves el documental: El Pepo: la última oportunidad. Dirigida por Cristian Jure y Juan Irigoyen, muestra cómo el músico llegó a lo más alto del género tropical y las razones por las que transformó su ascendente carrera en una serie de títulos policiales que incluían drogas, armas y prisión. Las cámaras acompañan a Pepo recuperando su libertad y retomando una carrera por demás exitosa.
Cuando fueron a hacerle una entrevista al penal de Ezeiza, para Alta cumbia, la película anterior de Cristian Jure, donde Irigoyen era asistente, y donde se contaba la génisis de la cumbia villera, se dieron cuenta que había que hacer algo con la vida de Pepo. «La onda la pegamos porque somos de Racing los dos y porque era increíble la manera que le sucedieron las cosas feas en su vida. Al conocerlo sentimos la urgencia de contarlo», revela Irigoyen, quien tuvo la oportunidad de dirigir junto a su amigo y maestro.
«El Pepo era una moneda al aire porque no sabíamos qué le iba a pasar al salir. Podía volver a caer o hacer el camino que está haciendo ahora. La peli cuenta cómo un pibe se supera y cómo busca salir delante, sobreponerse a su adicción y cómo su pasado lo hace dejar la guardia alta todo el tiempo. Sobre todo trabajando en la noche, que es un espacio que te expone. Por suerte encontramos la manera de hacer un documental donde él actúe de sí mismo, recordando cómo era la mala vida que lo llevó a la ruina. Sirve también como ejercicio de catarsis y para mostrar lo que le pasó como para que otros tomen conciencia», plantea Irigoyen, el más joven de los directores.
Jure, el más experimentado, afirma que «no es un documental clásico, no hay entrevistas, sino escenas que le pasaron a Pepo. No esquivamos al pasado oscuro, pero no nos quedamos en lo morboso. Había una historia poderosa con un personaje increíble, así que pusimos el eje en las dificultades que se tienen estando en sus zapatos».
Muchas escenas quedaron afuera. La historia, aunque real, tiene además la influencia de los realizadores, que también recrean el contexto sociopolítico de nuestro país. Jure es antropólogo e Irigoyen es estudiante de Sociología y le falta poco para recibirse. Este último aclara: «No era la intención hacer algo teórico o con un sesgo académico, pero seguramente nuestras formas de entender la realidad aparecen cuando trabajamos. Obviamente que un film como este tiene una carga social y una mirada política por detrás, pero hicimos lo que sentíamos y lo que se iba dando en esta experiencia sin guión preestablecido».
Jure, por su parte, asegura que el film «no tiene intención de explicar nada, no es un ensayo, pero está nuestro interés puesto, claro. Lo que para algunos son consecuencias, para nosotros son causas de lo que sucede. Hay un contexto cultural y social donde esto se desarrolla y la historia de un personaje marca lo que es una época, un recorte histórico el cual no evadimos, pero sin pretensiones falsas, sino con real interés.
La aparición de Pepo en Showmatch y los programas de Susana Giménez y Mirtha Legrand le dieron una visibilidad enorme. «Su esencia y ganas de superarse es lo que engancha a gente que quizás no lo conoce. Se nota al toque que es buen tipo y eso genera empatía con la gente», concuerdan a modo de cierre ambos directores.«