El cineasta Héctor Babenco falleció durante la noche del miércoles en su hogar, en la ciudad de San Pablo, tras sufrir una descompensación cardíaca mientras se recuperaba de una intervención quirúrgica reciente. Nacido en Argentina y emigrado a mediados de la década de 1960 para evitar el servicio militar, Babenco se radicó en Brasil en 1969, donde pocos años más tarde comenzó su carrera como director.
Algunas de sus primeras películas como Lúcio Flávio, el pasajero de la agonía (1977) o Pixote, la ley del más débil (1981), mostraron la preocupación social de Babenco y le valieron un reconocimiento que le abrió las puertas de Hollywood, donde dirigió entre otros a Meryl Streep y Jack Nicholson.
Su obra más emblemática es El beso de la mujer araña, adaptación del libro de Manuel Puig por la que el actor William Hurt ganó un Oscar. El film mereció otras tres nominaciones, incluyendo Mejor Película y Mejor Director para Babenco. A comienzos de este año había estrenado Mi amigo hindú, su último trabajo, protagonizado por Willem Dafoe.
«Su arte nos volvió más humanos»
Lina Chamie, Directora y guionista brasileña
Estoy, estamos, muy tristes con la muerte de Héctor Babenco. Tuve el privilegio de trabajar con él en su última película, Mi amigo hindú, en la que compartimos la escritura de la primera versión del guión. Él me enseñó mucho, a mí y a todos los cineastas.
Babenco es, sin dudas, uno de los directores más importantes, pero ya no del Brasil o la Argentina, sino del mundo. Su mirada y comprensión trascendían toda barrera y, como el prestigio que alcanzó, eran universales, porque Babenco comprendía como nadie la condición humana. La comprendía de corazón, sin demagogia, sin tesis ni método, con la clarividencia del sentimiento y la solidaridad.
Ahí reside la potencia de su obra. Un cineasta tan grande que la palabra le queda chica, la clase de persona que le hace bien al mundo porque nos transforma. Y sobre todo, porque a través de su arte Babenco nos volvió a todos más humanos.