El humor gráfico es uno de esos oficios que, en la mano correcta, pueden articular como muy pocos lo cotidiano y reflexiones trascendentes. Su circulación en diarios y hoy también en redes sociales potencian una llegada masiva y casi instantánea que favorecen un vínculo muy especial entre los creadores y su público. Al mismo tiempo, su correlación con la realidad cotidiana no es vinculante y, talento y compromiso mediante, el humor y los cuestionamientos existenciales y/o sociales pueden fluir con gran efectividad. Ese es el camino que eligió Juan Matías Loiseau, más conocido como Tute, y desde el que construyó una obra reconocible y reconocida que lleva casi 20 años en la contratapa de La Nación, publicaciones en España, México, Estados Unidos y Francia, libros de poesía, incursiones en el cine y en la música. La inquietud natural de Tute –que logró trascender hace rato la fascinación y las demandas que impone el cartel de ser hijo de Caloi– le permitió crear un universo propio que cuestiona las nociones más trajinadas del amor, el psicoanálisis, Dios y bastante más. Muchas veces en un solo cuadro –o en una sola baldosa, como le gusta definirlo–, casi como una expresión filosófica instantánea.
Mientras su libro Humor al diván sigue ocupando un lugar de privilegio en las librerías y prepara una autobiografía que dará mucho que hablar, Tute se dio el tiempo –y el gusto– de darle forma y vida a Canciones dibujadas, un disco y proyecto audiovisual que reúne diez composiciones propias interpretadas por músicos reconocidos como Ricardo Mollo, Kevin Johansen, Miss Bolivia, Charo Bogarín, Lisandro Aristimuño y Manuel Moretti (Estelares), entre otros. El disco estará completo en las redes el 13 de diciembre y tendrá una versión en vinilo con ilustraciones del propio Tute y de colegas como Lucas Nine, Max Aguirre, Aldana Loiseau y Luis Scafati.
–Con Hernán Lucero hiciste el disco Tangos nuevos, pero este proyecto es todavía más ambicioso. ¿Cómo es tu relación con la música?
–Me apasiona desde que era un niño. Escuchaba y escucho música todo el tiempo. Ahora toco la guitarra, aunque sería más exacto decir que la rasco. Quizás algún día me anime a cantar. Hasta ahora no lo logré, pero sí me animé a hacer canciones. En aquel disco con Hernán él se encargó de la voz y la música, y yo hice las letras. Para mí fue una aventura increíble. Quedé muy entusiasmado y estimulado, y empezaron a salirme melodías. Les fui poniendo letras y las armé como canciones. Pero como no podía cantarlas me di el gusto de llamar a algunos amigos.
–Uno amigos que recién empiezan.
–Más o menos (risas). La verdad es que estoy muy feliz. Se demoró la salida y la presentación del disco, pero ya estamos. Y la participación de tanta gente tan talentosa y querida lo hace todavía más especial. Que en tu disco canten Ricardo Mollo, Charo Bogarín, Lisandro Aristimuño y Manu Moretti, entre tantos otros, es un gran gusto. También estoy muy contento por la participación de mi hermano Tomy. Le dediqué un tema a mi viejo, otro a mi hija mayor, convoqué a otros dibujantes… No me puedo quejar. Disfruté todo el proceso, compartí grandes momentos y creo que los resultados son muy válidos.
De hijo a padre
Las relaciones padre-hijo suelen ser determinantes. En presencia o ausencia, para bien o para mal. Pero ese vínculo puede hacerse todavía más profundo y complejo cuando ese padre e hijo comparten profesión y la desarrollan ante la mirada pública. Como artista, Tute parece haber sobrellevado con gran madurez la luz de Caloi que bien pudo transformarse en una sombra de comparaciones y presiones. De esa relación, artística, pero sobre todo de la personal, se trata el próximo proyecto de Tute, quizás el más audaz y movilizante de su carrera.
–El 1 de marzo va a salir un libro que me apasiona. Por múltiples motivos, el más importante que hice. Uno de ellos es que representó un gran desafío desde el punto de vista gráfico porque me dibujo a mí mismo, a mi viejo y a mi familia y con diferentes técnicas. Es una autobiografía. Se va a llamar Diario de un hijo y transcurre desde mi nacimiento hasta la muerte de mi viejo. Es nuestra relación contada desde mis dibujos y textos. Mi viejo murió en 2012 y en 2013 decidí hacer este libro. Fue un laburo arduo y con muchos cambios. Siempre me gustaron las autobiografías como género. Pero para leer. Me generaba y me genera admiración esa gente capaz de ponerse tan al frente. Pero jamás pensé en contar mi vida. Imaginarlo me daba un vértigo increíble. Pero también tuve las ganas y la necesidad emocional de hacerlo. Así que me sobrepuse a los desafíos personales y técnicos, y ya falta muy poquito para que Diario de un hijo sea una realidad.
–¿En lo profesional tuviste que superar algún tipo de conflicto entre la natural influencia de tu viejo y la necesidad de despegarte?
–Al principio hubo un acercamiento estilístico premeditado y anhelado. Pero después, como es lógico, sentí la necesidad de despegar mi propio camino, encontrar mi voz. Ahí sí la influencia se hizo pesada porque no sabía cómo sacármela de encima. Un día mi vieja no distinguió entre un dibujo mío y uno de mi viejo: ahí me di cuenta de que no lo podía seguir negando y tuve que ponerme a laburar de otra forma. Su obra estaba madura y la mía empezando. Fue un camino largo. De maduración, de ir encontrando mi propia identidad, mi propio deseo, mis propios fantasmas. También estaba la cuestión estilística del dibujo. Él era muy sabio y de la misma forma que me permitió acercarme, cuando lo necesité, me dejó tomar distancia. Creo que me alejé y me alejé mucho. A veces digo que soy hijo de Caloi y mucho no lo saben. Antes no había forma de no darse cuenta. Hace rato encontré mi manera de dibujar y de expresarme, y es muy distinta a la de mi viejo.
–Uno de los temas recurrentes en tu obra es el amor en las relaciones de pareja.
–Sí, es uno de los grandes temas de la vida. Quizás el amor romántico es un gran enemigo del verdadero amor. Es muy seductor y la base de buena parte del arte y de muchos momentos de nuestras vidas. Pero al mismo tiempo nos aleja mucho de la verdadera comprensión del amor real. El amor real es construcción, con faltas, con lo que nunca va a estar: nadie es una media naranja de nadie. Es difícil de entender, pero mucho más de asumir. Estamos convencidos culturalmente de que el amor es una cosa que presumiblemente no es. Al mismo tiempo, es apasionante vivir el amor con sus dificultades, pero con un gran compromiso.
–Publicás hace casi 20 años en La Nación. ¿En algún momento tuviste algún tipo de conflicto de intereses?
–Desde lo ideológico, hay una gran diferencia entre mis ideas políticas y la línea editorial del diario. Pero aprendimos a convivir bien. Tengo que decir que nunca tuve problemas. Yo entiendo cuáles son los límites y juego dentro de ese ámbito. A veces quizás juego a cruzar la raya y me parece sano. Se da una cosa doblemente interesante: porque laburar es entender los límites y a la vez jugar con ellos. Como artista eso te obliga a aguzar la inteligencia y manejar mejor la sutileza. Y eso también es muy interesante. «
El psicoanálisis y la poesía
–Hay algo entre poético y grotesco en la imagen de una persona acostada mirando a la pared mientras le cuenta sus problemas a un desconocido.
–(Risas) Absolutamente. Para mí el buen psicoanalista es un buen artista. El psicoanálisis no es una ciencia exacta, no hay un libro que contenga todas las respuestas para cada momento y cada circunstancia. Toda sesión es un lienzo en blanco. Me parece una técnica artística de mucho vuelo. Incluso tiene mucho de poética, de juego de palabras, de tejer y develar sentidos. Y todo eso con intervenciones muy breves, casi lacónicas.
–Tu humor tiene mucho de lacónico y de observación.
–Sí. El laburo del humor gráfico se apoya mucho en eso. No es algo consciente. Uno no sale a la calle para ver o escuchar cosas y después dibujar con eso. Es algo más instintivo de lo te vas nutriendo sin darte cuenta. Y después hay que encontrar la forma de expresarse en forma precisa y acotada. Sin síntesis se pierde toda posibilidad de eficacia.
El presente del humor gráfico
Tute creció al lado de Caloi y compartió día a día y codo a codo esa pasión por dibujar, observar y hacer reír. Esa influencia es innegable, pero dista de ser la única. «Quino y (Roberto) Fontanarrosa me abrieron la cabeza a un aluvión de ideas y posibilidades que ignoraba. Los cuadritos de Fontanarrosa y las páginas de Quino eran el mejor antídoto contra todo. Hubo muchos más, claro. Pero ellos y mi viejo fueron los que más me movilizaron», destaca Tute.
–Cada vez hay menos diarios y menos espacio para el humor gráfico. ¿Cómo ves este momento del oficio?
–El momento del país es ineludible, claro. Y también el achique de los medios periodísticos a nivel mundial. Pero Internet y las redes sociales democratizaron un poco el tema. Antes si no pasabas por un medio gráfico era inimaginable que te publicaron un libro. Afortunadamente hoy eso sucede y no deja de ser una buena noticia.
¿CUÁNDO?
Tute y amigos presentan Canciones dibujadas. 13 de diciembre a las 21
en el Teatro Xirgu Espacio Untref, Chacabuco 875.