Sin dudas la relación de The Cult con su público argentino está plagada de idas y venidas. Desde su primera visita al país -en una lluviosa y olvidable noche de 1991 en un colmado estadio de River Plate- lo de los británicos supo de grandes audiencias con sus fans locales pero también de las otras, inclusive con cambios de escenarios que hablaban de una correlación entre público y artista por lo menos controvertida. En esta nueva visita al país el grupo hilvanó 4 shows (Rosario, Córdoba, Mendoza y Buenos Aires) con un cierre repleto de fans ayer por la noche en el Luna Park.
Entonces, en lo que fue la renovación del idilio de la banda con su público, The Cult trajo como excusa la presentación de su nuevo disco (Hidden City, editado en 2016) pero para todo ese inmenso arco de fans el imperativo parecía ser otro: celebrar los 30 años del disco más exitoso del grupo (Electric, lanzado en 1987) era casi una instancia que flotaba en el ambiente.
Seguramente conscientes de eso, cuando después de las 21:30 la banda subió al escenario, el comienzo con Wild Flower desató el delirio que esos miles fueron a buscar. Ahí estaba Billy Duffy, que comenzaba a disparar riffs pesadísimos que se repetirían toda la noche, mientras que a su lado Ian Astbury recorría el escenario entonando a la carrera, y sólo acompañado por una pandereta de la que se desprendería pocas veces durante el show. Rain, el clásico de Love (1985) no hizo más que seguir calentando un ambiente que volvió a explotar con Lil Devil , a los que se le sumaron los coreadísimos Nirvana y la psicodelia onírica de She sells sanctuary. A esta altura, la noche era de los hits y así seguiría siendo hasta el final.
Notablemente más comunicativo que en shows anteriores, a Astbury se lo notó de mejor forma física y vocal. Si Duffy era quien tapizaba de distorsión al Luna Park, sus otros compañeros (el tecladista y guitarrista Damon Fox y el bajista Grant Fitzpatrick) fueron el cemento necesario para una construcción soportada por John Tempesta, un baterista notable para el concepto rocker del grupo. En un escenario lúgubre y simple sin pantallas ni parafernalia visual- fue sólo la música la encargada de despertar emociones pero también necesarias mesetas. Tal vez por eso los temas del nuevo disco (Dark energy, Birds of Paradise o Deeply order of chaos) fueron escuchados con atención, al mismo tiempo que ofrecieron algo de calma entre tanto agite de clásicos adrenalínicos y distorsión controlada. Para el final, King contrary man y Goat (también del nuevo álbum) no hicieron más que contener la explosión de los fans al escuchar Love Removal Machine (otro de los hits inolvidables de Electric) que cerró a puro delirio eso que tantos fueron a buscar y que sin duda encontraron.