El tiempo sin mí es una obra distinta a todas. No es comercial ni off, no está en Alternativa Teatral ni en los últimos estrenos de los portales de prensa de la sección Espectáculos. Tampoco obedece a las categorías esperables del teatro, con una dramaturgia cabal y de estética evidente. Seis o siete actrices interpretan a un mismo personaje Clara-, a la vez que otras seis actrices asumen el suyo Amanda- en juego y baile con dos galanes: Ciro y Tomás. Bailan, charlan, testimonian, mientras arman y desarman una casa.
Quince actores en cuatro personajes representan una historia de amor, encierro y ensoñación de suma belleza en guión, iluminación y vestuario. La historia es que Clara decide no salir más de la casa que comparte con su hermana, continuar con sus clases de cine por lo que dependerá de Amanda y de la voluntad de Ciro para sostenerse. Es joven pero adulta, las decisiones son propias y no dependen de las marcas que pueden ejercer sus padres. «No quiero salir / No voy a salir / No quiero salir / No voy a salir / No, no, no. Te lo digo bien / No quiero salir / Te lo digo bien / No voy a salir. No, no, no».
Esta pieza es la obra de la universidad pública. Estrenada el 8 de julio, dirigida por el director, autor y docente Guillermo Hermida, pone en escena el proyecto final de la carrera de Actuación de la Universidad Nacional de las Artes UNA, con doble función en El teatrito, los sábados a las 20 y 22 (French y Aráoz) hasta el 12 de agosto. El alumnado está en su instancia final y a punto de alcanzar su título profesional de larga educación formal y por sorpresa, la propuesta, se desliga del carácter de muestra.
Está claro que El tiempo sin mí es más, trata de una historia donde podemos reconocernos tanto en temores como deseos, en su instancia amorosa sin premura. Clara, con el sueño susceptible, asume: «Me quedo mirando la oscuridad. Pienso que en los rincones de mi habitación se esconde algo». Según cuentan Hermida y las actrices Melina Salamone, Sol Huici y Iara Eckman es una historia sencilla, actual y muy potente porque puede tocar a todos de modo universal, estética y trabajada prolijamente por toda la compañía.
Si bien no fue fácil por cuestión de bajo presupuesto y dificultades varias, Hermida afirma que la experiencia de dirigir en la universidad le interesa por muchos motivos, entre ellos porque profesionaliza y brinda herramientas sociales. Su preocupación por la indolencia actual y la intolerancia hacen dúo con el amor y la solidaridad y fueron cuidadosamente trabajados en los ensayos, incluso con testimonios confesionales por el alumnado.
Hermida sostiene que si bien ya tenía una sospecha de la temática, de cómo está operando el afuera sobre nosotros, ellos fueron muy generosos y confiados. Descubrí que había mucho del miedo, de la falta de flexibilidad, que si no estás atento, te aísla. Y continúa: Hay que estar muy lúcido porque el miedo genera repliegue. En este tiempo hay una pulsión del afuera muy brava, la propensión a lo confrontado de manera enceguecida, a la indolencia. Y también veo lo otro, la gente amorosa, considerada, valiente, corajuda, esperanzada. Es una puja dentro mío y de los chicos. A mí me interesa lo que nos humaniza, si el tema no lo hace, a mí no me pertenece.
La obra además intercepta diversas problemáticas que la totalizan de algún modo y la motorizan a pensar muchos niveles como la necesidad de recurrir a la ficción para sobrevivir, los efectos de una especie de hipnosis por aislamiento o la importancia de criar hijos amorosos. No queda por fuera la ilusión en ningún caso, las flores o el placer dentro del hogar.
-¿Cómo es dirigir en la universidad?
Guillermo Hermida: -Tiene sus condicionamientos. En un caso, el tiempo. En un proyecto comercial podés negociarlo. El espacio también está de antemano. Los primeros dos meses elegí tener la mayoría del material escrito y conocer a los chicos. Lo más complejo es la cantidad de intérpretes con los que se trabaja. Además son actores que no elegís pero lo más relevante es que tampoco los conocés. Es una obra con una puesta, antes que una muestra. No llega al público la idea de que son alumnos que están aprobando el examen final. Desde el día uno, la propuesta es que trabajemos como una compañía. La universidad nos da un marco, a la vez que trato al grupo como profesionales. Este en particular estuvo mayoritariamente disponible a este rol. Y el proyecto de graduación es un suceso único en sus vidas, la oportunidad de darle cierre a los cinco o más años de esfuerzo.
Melina Salamone: -Tuvimos suerte de ser 15. Otros proyectos eran mucho más actores. Yo pude ver otras puestas y por ejemplo tenían un formato de ahora le toca hablar a. Y cada uno tenía su parte y su turno de habla. Al ser tantos, lo mejor es encontrar otro tipo de disposición.
GH: -Es salir de lo previsible. Por su condición de alumnos, tienen que tener un espacio ecuánime, en mi propósito está la presencia, la pertenencia. En la medida en que puedo, lo hago.
-La mujer del don es otra obra de su director con un «sello Hermida» que se replica también a esta obra : la coreografía, la música, el amor por el cine, el respeto acérrimo de la palabra. ¿Ustedes cómo lo vivieron?
Melina Salamone: – Para mí fue todo muy ordenado. Aprendí la organicidad de cada parte. Más allá de los textos y de que me gusta la temática fue muy útil los pasos del montaje del proyecto. Esto siempre obedece a una expectativa. ¿Cómo lo haremos, improvisación? ¿Y después, llevaremos el personaje? El tiempo, los ejercicios clase a clase, toda la cursada en sí durante el proceso de ensayos. Todo fue justo.
Sol Huici: -En mi caso fue cómo se trabaja cuando las pautas están claras desde el principio. Guillermo nos planteó cómo iba a ser el cuatrimestre, nos preguntó nuestros temas de interés. Esa libertad se mantuvo y se respetó. Hizo mucho hincapié en defender el proyecto de graduación en la universidad pública, además de nuestro trabajo como actores y actrices, propuso una obra en un sentido cabal. Exploramos el trabajo del actor con comodidad, fuimos muy cuidados para crecer más.
Iara Ekman: -Lo más importante para mí fue el hecho de la profesionalización. Dentro de la UNA siempre hay algo de que «somos estudiantes». Es raro esa mezcla de estudiante con actor. ¿Cuándo te considerás actor? ¿Necesitás el título para ejercer? ¿Es un director o un profesor? No es una muestra sino una obra. Todo ese trabajo se activó cuando estrenamos. En lo personal, este proceso fue un trabajo con la ansiedad, al ser tantos y a trabajar por etapas guiada por el director.
-Respecto de la figura del estudiante de actuación, ¿cómo es? ¿Se necesita pasar por una escuela de teatro de un/a maestro/a para trabajar? ¿Qué viene después?
Sol Huici: -Se abren muchas posibilidades: teatro oficial o no. Hoy en día, es común que muchos empiecen escuelas de teatro, hagan casting y consigan un trabajo en cine, por ejemplo. Pero no es necesario. En mi caso elijo la universidad pública porque me da muchas herramientas en un tránsito hermoso. Para otros esto es una estructura agobiante. Es práctica y muy téorica, con contenidos como historia del teatro argentino, universal, etc. Es un gran complemento.
Melina Salamone: -La universidad pública te enseña para la vida. No creo que estudiar con Julio Chávez, por ejemplo, te catalogue como actor ni tampoco aquí. Nada te cataloga como nada. En esta profesión cada uno va haciendo el camino, por donde puede, le gusta, donde encuentra y se siente cómodo. Y a lo que quiere arribar. Podés dedicarte a la enseñanza, a la parte teórica. Tenés que aprender a desenvolverte como persona autónoma sin reclamos. Y te abre mucho la cabeza, qué cátedra, qué forma, qué tipo de entrenamiento corporal.
Guillermo Hermida: -Lo que me llamó la atención es que los chicos están muy preparados para lo adverso. Es una herramienta por fuera de la universidad muy valiosa. Mi primer día no hubo luz. Yo me hubiera vuelto a mi casa, no estoy acostumbrado a resolver eso. Ellos lo organizaron a qué aula ir porque había luz natural hasta una determinada hora. Lograron que el ordenanza les abriera la puerta. Para mí esa fue la primera muestra de un alumnado preparado para resolver. Otra cosa atractiva de la universidad es que por su condición pública su crisol social es más radial. Esto se puede capitalizar muy a favor de la formación humana.
El tiempo sin mí es un proyecto de Graduación de la Licenciatura en Actuación del Departamento de Artes Dramáticas de la UNA, dirigido y escrito por Guillermo Hermida. Las funciones se realizan los sábados a las 20 y 22 hs., en la sala El teatrito, Aráoz 2882. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Reservas: [email protected].
Actuación: María Eugenia Díaz Cosentino, Melina Salamone, María Rosa Micale, Lucila Julia, Iara Ekman, Sofia Nemirovsky, María Sol Huici Capra, Ludmila Elizabeth Owen, María Laura Casale Illanes, Stefanía Koessl, Mariano Luis Emilio Coria García, Luciana Quiroga, Antonella Valese, Claudio Nicolás Yanes y Mariana Cagnoli. Diseño lumínico: Malena Miramontes Boim / Realización escenográfica: Emilio Muños / Coordinación técnica: Leandra Rodríguez / Diseño de vestuario: Balma / Escenografia: Guillermo Hermida / Asistencia de dirección: Leandro Dumón / Dramaturgia y dirección: Guillermo Hermida